miércoles, 22 de julio de 2015

TURISMO PIRATA





Viajar por placer siempre es una experiencia interesante. La posibilidad de conocer nuevas culturas, nuevos lugares, nuevas personas, es sin duda algo que marca. Pero como todo en la vida, turistear puede ser un riesgo que eleve las expectativas pero que decepcione con la experiencia vivida.

Muchos alguna vez nos habremos decepcionado por una posada, paseo en lancha, paseo a la montaña, una playa, que no haya estado a la altura de lo que aspiramos disfrutar o que nos prometieron vivir, más aún cuando eso involucra ahorros del hogar o altos niveles de endeudamiento.

En el mundo espiritual ocurre exactamente lo mismo. Siendo muchas las combinaciones de las que podría hablar, me enfocaré un uno solo caso: el turismo desde la fe católica. Leyendo bien no hablo de turismo EN la fe católica sino DESDE ella, es decir, partiendo del hecho de que la fe católica sea el punto de partida, nuestro hogar.

Una amiga le decía a mi esposa que nosotros éramos “muy católicos”, aludiendo al hecho de que no nos abríamos a conocer o experimentar ritos, limpiezas, “sanaciones” como las ofrecidas, por ejemplo, desde la santería. No es que esté mal conocer, informarnos, saber de cosas, pero de ahí a vivir y hacernos parte de ese conocimiento, en una suerte de trabajo de campo, es lo que en lo particular yo no le recomiendo a ningún cristiano católico.

Primero, porque cualquier experiencia espiritual fuera de Jesús (Santería,  Horóscopos, Espiritismo, Superstición, Adivinación, Nueva Era, Energías, etc) es una afrenta a la paz, será como esa experiencia fraudulenta donde nos emocionan las expectativas, nos vacían los bolsillos y luego quedamos peor física, emocionalmente y hasta espiritualmente. Segundo, porque si bien puede haber turismo nacional (con cristianos no católicos – ecumenismo) este turismo no puede caer en una entrega regalada de nuestros innegociables (sacramentos, María, el magisterio, la doctrina, los dogmas). Al final puede que en ese turismo nacional te hagan sentir muy bien, haya empatía, mucho amor y fe sincera, pero no por ello dejaría de estar errada si carece de la principal virtud del catolicismo: LA EUCARISTÍA (“Este es el SACRAMENTO DE NUESTRA FE”). Un tercer aspecto que debemos analizar, ya de manera interior y personal, es el ¿por qué necesitamos salir del hogar?, ¿qué falta en casa que necesitamos buscar fuera?; porque alguien podría decir que en la vida las vacaciones son necesarias y el conocer es sano, y eso es cierto, pero en la fe, en la vida espiritual, lo que hace falta es hacer turismo en el hogar, asentar raíces, profundizar en la unión y en el amor por lo propio. Salimos de turismo a EVANGELIZAR el mensaje de Jesús, no a envenenarlo con cosas que nada tienen que ver con su verdad.

Nuestra fe está cargada de turistas, y cuando afirmo esto no miremos muy lejos, hablo de ti y de mí. Me decía un amigo que estuvo en Roma que en esa ciudad lo que menos te conseguías en las calles era a un romano (italiano); que era una ciudad cargada de turistas, fotos, conocedores. ¿No seremos tu y yo así en la fe?; quizás sí.

El problema de hacer turismo es que lo nuevo siempre atrae, llama la atención, cayendo posiblemente en el error de menospreciar lo propio, de anhelar lo nuevo y de desdibujar nuestras raíces espirituales sobre las cuales se asienta el alma y vive en armonía con su creador.

La parábola del hijo pródigo lo explica muy bien (Lucas 15, 11-32). Partió de casa porque quería vivir nuevas experiencias, estaba cansado de lo mismo, y ¿qué logró?, sumergirse en una miseria que apenas le dejó fuerzas para volver al lugar del que jamás debió haber salido. Un momento de apatía, debilidad, dolor, rabia, nos puede hacer querer abandonar, salir corriendo, olvidar, pero al final la casa cuya puerta pateamos para abrir y salir será la misma casa que deberemos tocar, con profunda vergüenza y dolor, para volver a entrar. Pero tranquilos, Dios no es como tú o como yo, Dios abrirá, nos abrazará, NOS PERDONARÁ, y limpiará todas nuestras miserias. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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