Cuando algunas personas afirman
que la prostitución es la profesión más antigua del mundo francamente no sé sin con ello saquen su bandera blanca para decirle a esta realidad “tú ganas,
no puedo contra ti”. Pero no deja de ser cierto que tiene milenios de práctica mas no es real afirmar que se la más antigua del mundo.
Más allá de las realidad
moralmente incorrecta de esta práctica y que muchos la consideren como un “servicio
social” (que aclaro, no lo es) una mujer que ejerce la prostitución debe atesorar
dentro de sí confesiones, dolores, doctrinas, de clientes que, con dosis de
alcohol, quizás drogas, unos cigarros, desahogan más allá de orgasmos
estériles, una parte de sus vidas. Como en muchos casos, no
solo es la historia de la prostituta la que se debe conocer y respetar profundizando en los
motivos que la llevaron a esa vida, sino también la historia del consumidor de
aquel servicio, donde no pocos son casados, tienen novias, son jóvenes
solteros. Estas señoras, señaladas por la sociedad, conocen el fondo de la vida
de muchos políticos, profesionales, evangelizadores, etc. Sin duda en un burdel
hay verdades, a veces más profundas y sinceras que las dejadas en un
confesionario.
Pero ¿a dónde quiero llegar? El papa
Francisco ha insistido en la importancia de SALIR a evangelizar, y ese salir
requiere dos cosas a entender: ir a lo desconocido y llevar a Jesús en el
mensaje. La prostitución no es la cara opuesta a la moral, el lado opuesto de
una moneda, sino un objetivo que se debe combatir de manera preventiva y
evocando la conversión de las practicantes. Jesús tuvo dos impactos muy fuertes en la vida de mujeres que ejercían la prostitución y en ambas
penetró hasta el fondo de sus dolores y las sanó.
Hoy la búsqueda del dinero fácil
hace que esta práctica sea muy tentadora para las jóvenes que saben y entienden que el
mercado del erotismo es profundamente rentable. La pornografía es una de las
industrias más rentables del mundo y que a su vez es sumamente discreta. ¡Cuántas
manos estrechamos de personas que son admiradas por su pulcra y bien elocuente
manera de hablar llevan una oscura y adictiva afición por lo erótico, donde
Dios pareciera estar muy nublado y en cambio los placeres se desinhiben! Sí,
esto es un tema pastoral.
Una prostituta existe porque hay
quien demanda y paga por sus servicios y en cierta forma esta "profesión" existe por milenios porque la moral humana, nuestra moral, no ha sido del todo pulcra
con la mirada puesta en su creador.
Con el perdón de lo que afirmaré,
pero ¿qué diferencia hay entre quienes hoy regalan su sexualidad, visten con
profundo erotismo, mostrando con orgullo, a medias, sus senos operados o naturales,
acentuando lo más posible sus genitales, manipulando desde la seducción,;con
estas mujeres que se paran en una esquina o hacen vida dentro de locales y
cobran por sexo? Cada vez la diferencia se hace mínima y cada vez Dios más se
nubla de nuestras expectativas morales.
No escribo esto por juez, al
contrario, lo escribo porque reconozco esta realidad en mi vida. Como hombre,
lucho a diario contra estas gratuitas y bien llevadas publicidades que invitan
a probar, que invitan a responder con un sí a esa pregunta que dice: ¿por qué
no hacerlo? Cada uno deberá dar una respuesta personal a esta pregunta ante la
mirada del creador.
¿Oramos por la conversión de las
prostitutas, oramos por las mujeres que ven en esta práctica un camino, a veces
como única opción, para poder mantener sus vidas o sus hijos?, ¿qué opciones de
acercamiento y superación tú y yo les ofrecemos? Es un debate pastoral
interesante porque sé que hay personas que sí se enlodan los pies para sacar a
personas de estas vidas, pero nuestra fe requiere de tu ayuda y la mía. No
señalar. Recordemos que muchas de estas mujeres fueran hijas, como nuestras
hijas, y fueron educadas de algún modo con aspiraciones positivas como nosotros
educamos o educaremos a nuestros hijos. Hoy hay una prostitución tradicional
del que paga y obtiene un servicio y la otra, la más moderna y discreta, la que regala
placer por placer, cuyo verdadero y gran proxeneta es el demonio. ¡Cuidado!, el
pecado no se impide por poseer dinero, bienes o comodidades, el pecado solo lo detiene
el temor de Dios y se hace impermeable a nuestra mente por la constancia y el
dolor de saber decir que no, aunque de verdad lo deseemos. Dios los bendiga,
nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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