lunes, 22 de junio de 2015

¿Y SI NO IBA PADRE FORTEA?






¡Qué dura es la vida de un sacerdote y cuan incomprendida se vuelve cuando esta se asemeja más a y más a la de Jesús!. Tras lo recientemente vivido por usted en la entrevista donde, según  lo expresa, le hicieron pasar un mal momento, rayando casi en la humillación y la burla, del programa “Al rincón de pensar” del periodista Risto Mejide, la crítica primera que seguramente le llegue es: ¿y para qué fue querido Padre?

Si algo caracterizó a la vida de Jesús era precisamente no lograr complacer con sus decisiones a quienes le rodeaban. Judíos le cuestionaban duramente sus visitas y cercanías con publicanos, samaritanos, cobradores de impuestos; y los no judíos seguramente le veían con cierta desconfianza, muchos se le acercarían por interés, por curiosidad, por buscar milagros. Así, el afecto sincero a Jesús sin duda debió ser de muy pocos.

Jesús no le simularon una entrevista junto a una actriz pornográfica, a Jesús le tocó recibirlas (Lucas 7,36-50), perdonarlas (Juan 8,1-11); es decir, Jesús expresó su amor a todos por igual, sin medir consecuencias, porque como dijo San Agustín: “La medida del amor es amar sin medida”.

Uno podría pensar, estimado Padre, a quien con gran honestidad le profeso muchísima admiración, que usted “pecó” de ingenuidad, que su buena intención recogida en esta frase: “quería que la fe apareciera en los medios. En unos medios en los que se la ha apartado completamente”, no fue ponderada por esta advertencia de nuestro salvador cuando nos dijo: “sed astutos como las serpientes” (Mateo 10,16). Pero es que nosotros tendemos medir la inmediatez de nuestras decisiones y a veces restamos importancia a la buena semilla que deja el llevar a Dios aún a mentes que se creen superiores a la fe, que miran la religión como una expresión cultural y seguramente verán a los sacerdotes como hombres disfrazados de una ideología, cuando llevan con honor y dignidad sus hábitos.

Pienso que a Jesús el pensamiento colectivo inmediato, cuando aquella mujer en Betania, prostituta reconocida, le lavó sus pies y lo ungió con perfume, debió ser el mismo que hoy gira de forma mediata en torno a usted. Pero, en mi humilde opinión, usted no se equivocó, se equivocó la pobreza del entrevistador que desperdició su valiosa presencia, su formación teológica, su centrada y fiel doctrina católica, sus testimonios y expereincias. por pretender vender, en un show mediático, de minutos, un escándalo fugaz.
Periodistas así, si tuvieran que entrevistar al mismísimo Jesús, recibirían probablemente de nuestro salvador las mismas respuestas que recibió Herodes previo al viacrusis, EL SILENCIO. Pero ni usted, ni yo, ni nadie estamos en la capacidad de medir lo que hay en las voluntades de las personas y como mandato divino, estamos llamados a ir y evangelizar a donde nos llamen, así sea solo con nuestra presencia que ya de por sí nos vincule a Dios.

Hoy se mide el escándalo. Pero ¿a qué peligro tan grande se expuso Risto Mejide?; se expuso a la semilla del evangelio. Y ¿por qué lo llamo peligro?, porque es mi manera sarcástica de ilustrar que Mejide, en su caballo de orgullo, rating y publicidad, puede en cualquier momento recibir la luz que lo tumbe de su corcel y le doblegue en segundos ante la verdad, la misma luz que recibió Saulo antes de llamarse Pablo.

Yo lo felicito Padre. Su enemigo que es el mismo que compartimos todos los que profesamos amor a Jesús, es un “león rugiente buscando a quien devorar” (1Pedro 5,8). Y usted, un soldado de Cristo por la fe, que ha batallado vívidamente con este ángel caído, con condenados, usted que conoce su odio hacia Dios, sabe que este buscará satirizar lo sagrado, lo sacramental. Usted fue una oveja entre lobos pero que dejó a esos lobos con hambre, porque su pastor, ese que le conoce y cuya voz usted también sabe reconocer, (Juan 10,27), lo protegerá hasta el tiempo en que le dirá: “Gracias Antonio, hoy yo no me avergüenzo de ti porque cuando pudiste tú sentir vergüenza de mí seguiste adelante”. Dios lo bendiga Padre Fortea, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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