De un tiempo para acá debemos
confesar los venezolanos que un factor de alegría, prácticamente unánime y sin
mezquindad, ha sido el creciente amor por nuestra selección nacional de fútbol
masculina de mayores. En torno a ella hemos aprendido literalmente a sufrir
derrotas y celebrar victorias. La vinotinto sencillamente nos invita, en cada
partido oficial, a soñar.
Sin embargo, un amigo me decía
(vinculando el deporte y el arte con la fe) que si analizábamos objetivamente
estos espectáculos para el entretenimiento humano, en nada nos ayudaban a estar
más cerca de Dios ni a ser mejores. Y siendo muy objetivos y finos en el
análisis, esto es verdad. Por lo tanto no toda razón de unión es santificante,
pero sí puede llegar a ser gratificante.
Sin embargo, desde la política y
en especial desde quiénes no compartimos las ideologías del actual gobierno, la
gran debilidad que uno puede palpar es la división. “Divide y vencerás” es una
frase muy común y acertada contra la cual es mismo Jesús oró con un amor supremo según lo expresa el
evangelio del apóstol San Juan en su capítulo 17. Y esa es precisamente la
falla de quienes hoy gobiernan o se oponen al gobierno en Venezuela, que han
caído en el infinito círculo vicioso de la división.
La política en sí, en casi
todo el mundo, se ejerce con mezquindad. El hambre de poder hace que
difícilmente se construya un concepto de país común entre quienes gobiernan y
aspiran gobernar. Es una suerte de ejercicio deportivo donde mi éxito depende
del fracaso del otro, donde el yo ganar requiere de un “tú perder”.
Venezuela no tiene hoy factores
de encuentro común, salvo el que nos ofrece nuestra amada vinotinto. Venezuela
no trabaja junta sino que lucha, pelea en un mismo ring. Nuestras gradas están
repletas de venezolanos que no van al estadio a ver a un país crecer y triunfar
sino a ver quién se destruye primero y celebrar. Es el país el que sentado
desde el césped ve pelear a sus fans desde las gradas. En realidad no nos
importa que Venezuela gane, nos importa herir al que piensa distinto a mí.
La etiqueta de oposición y
gobierno es profundamente dañina para la unión. La etiqueta de revolucionario y
contra revolucionario no invita al abrazo, al estar juntos “ligando” (si me
permiten el término) un gol de crecimiento, un gol de progreso, un gol de paz.
Hoy es verdad que ladrones,
corruptos, asesinos, violadores,
políticos, se sientan frente a su televisor a ver el mismo partido de la selección, que ven los honestos,
trabajadores, defensores de la vida y derechos. Pero no compartimos la misma devoción por el país social, económico, político y menos por el
Dios que nos lo regaló. No son las oraciones las que unen a los venezolanos, ni
el dolor de los demás, ni el hambre del necesitado; no; es el gol vinotinto,
que puede ir acompañado de una apuesta, de un “chalequeo” (bullying) al del
equipo contrario.
A ti no te recrimino nada
vinotinto, ¿cómo podría?; tú has logrado lo que de lejos nuestros políticos
están cerca de lograr, la unión de los venezolanos. Dios los bendiga nos vemos
en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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