lunes, 29 de junio de 2015

IGLESIA, ¿MEJOR CALLADITA?





Sobre la reciente aprobación de las uniones homosexuales, desde el punto de vista de legalizarlas, en los Estados Unidos, no sé si exagero al decir que la única que saltó con una firme posición en contra, fue la Iglesia Católica. Muchos seglares y laicos dieron un paso al frente opinando sobre cómo esto va frontalmente en contra de la voluntad de Dios.

No pocos, entre ellos católicos de nombre pero mundanos de corazón, apegados a una falsa y consentidora misericordia que en nada se acerca a la misericordia de Dios, saltaron al ruedo para apoyar, (con colores, con aplicaciones, compartiendo imágenes) esta decisión. Pero llamó poderosamente la atención, primero a mi esposa y luego a mí  el escrito de un conocido donde argumentaba, diríamos de manera muy clara y fluida, el por qué la iglesia no debía opinar al respecto porque al final esto era un tema civil y no religioso. Y si es justa la separación entre lo civil y lo religioso entonces este argumento tendría toda la razón. Pero, ¿es así?

Comencemos por la creación. Un creyente cristiano católico cree que Dios lo creó todo. Es decir, nada existe en el mundo que no sea directa o indirectamente creado por Dios. Todo lo que existe, natural o artificial, necesita de Dios. Edificios, carros, computadoras, etc; se hacen con derivados de lo creado. Eso, por cierto, nos incluye. Nosotros somos creados por Dios, como los árboles, los animales, el mar, el Sol, la Luna, etc. Dios no creó países y por ende no creó las divisiones territoriales. Dios no creó las leyes humanas pero sí fundamentó unas leyes morales para alcanzar el fin de toda existencia humana, la eternidad junto a él.

La separación de lo civil con lo religioso está bien en un sentido pero es absurdo en otro sentido aún mayor. Está bien porque ningún religioso, ningún consagrado en ejercicio de su vocación debe ejercer cargos políticos, públicos. Esto, porque además de que ya hay una franca experiencia histórica de fracaso en torno a ello, conlleva, se quiera o no, a una especie de fundamentalismo moral que no es apropiado para aquellos, que por libre voluntad deciden no creer o no practicar. En este plano, más amplio, la política y las leyes deben alcanzar a todas las clases sociales, a todas las personas por igual. Pero a su vez es absurdo si con esta lógica pretendiéramos hacer a Dios una suerte de accesorio cultural de una sociedad, en una franca, deshonesta y vil actitud de ingratitud a ese ser que nos lo dio todo por amor.

Si Dios aplicara esa lógica civil que buscamos nosotros aplicar, solo repartiría su amor a los que le son fieles, leales. A los ateos, corruptos y pecadores no les daría más que la espalda y su indiferencia. Pero no, “El hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos”.  (Mateo 5,45). Es más, Jesús se encarnó no por los sanos sino por aquellos que en pecado vivían alejados de él <“Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 2,17)>. Me pregunto yo: ¿cómo podrá Jesús evangelizar a los enfermos, a los que no le conocen, si en el plano civil no se respeta ni se reconoce la voluntad de Dios?, pero más aún, ¿cómo un cristiano puede poner por encima de Dios lo humano, cuando lo humano contradice, explícitamente, la voluntad de su creador?

Uno no sale de su asombro porque esto no se trata de juzgar, ni ponderar pecados o de medir la moral de las personas para ver quién tiene más derecho de opinar por encima de otros porque su moral sea “mejor” o de quiénes sean más moralmente coherentes. No se trata de comparar santidades ni de comparar pecados, los míos (que son muchos) con los del resto. Acá hablamos de un peligro, de abrir puertas, de crear tendencias irreversibles que pueden llevar a una sociedad en pleno de desvincularse del verdadero Dios por construirse un “becerro de oro”. (Éxodo 32).

La sociedad tiene el derecho de construir las leyes que quiera, inclusive si esas leyes van en franca oposición con lo que la Iglesia enseña, pero la Iglesia también tiene EL DEBER de opinar cuando estas leyes contradicen los designios revelados por Dios para el hombre, porque  las leyes que la Iglesia custodia no son solo para sus miembros, la Iglesia no es un club y los mandamientos unos reglamentos internos, la Iglesia representa la luz que nos guía al camino para la salvación (ese puente del que habla la Doctora Santa Catalina de Siena en sus “diálogos” con Dios”).

Como reflexión final, porque abordar este tema completo más que para artículo sería para un libro, a los cristianos católicos bautizados, confirmados y que dicen seguir esta fe: No somos perfectos, es verdad que nuestras fallas y pecados preceden cualquier pretensión de opinar sobre la moral del mundo. Pero, esto no se trata de defender nuestras ideas o criterios. Con la Iglesia no podemos ser como una gota de aceite en el agua, flotamos en ella pero no terminamos de formar parte plena de su pureza, de su riqueza, de esa agua que quita para siempre la sed. Con la Iglesia somos todo o al final solo fuimos nosotros. Siglos de verdad, de martirio, de persecuciones, no pueden acabar con un plumazo legal y con el triste apoyo, hoy de colores pero que mañana será sombra y grises para nuestra alma. Ya Jesús recibió  flagelación, espinas y clavos por nuestros pecados, ¿qué más dolor le queremos dar? Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

lunes, 22 de junio de 2015

¿Y SI NO IBA PADRE FORTEA?






¡Qué dura es la vida de un sacerdote y cuan incomprendida se vuelve cuando esta se asemeja más a y más a la de Jesús!. Tras lo recientemente vivido por usted en la entrevista donde, según  lo expresa, le hicieron pasar un mal momento, rayando casi en la humillación y la burla, del programa “Al rincón de pensar” del periodista Risto Mejide, la crítica primera que seguramente le llegue es: ¿y para qué fue querido Padre?

Si algo caracterizó a la vida de Jesús era precisamente no lograr complacer con sus decisiones a quienes le rodeaban. Judíos le cuestionaban duramente sus visitas y cercanías con publicanos, samaritanos, cobradores de impuestos; y los no judíos seguramente le veían con cierta desconfianza, muchos se le acercarían por interés, por curiosidad, por buscar milagros. Así, el afecto sincero a Jesús sin duda debió ser de muy pocos.

Jesús no le simularon una entrevista junto a una actriz pornográfica, a Jesús le tocó recibirlas (Lucas 7,36-50), perdonarlas (Juan 8,1-11); es decir, Jesús expresó su amor a todos por igual, sin medir consecuencias, porque como dijo San Agustín: “La medida del amor es amar sin medida”.

Uno podría pensar, estimado Padre, a quien con gran honestidad le profeso muchísima admiración, que usted “pecó” de ingenuidad, que su buena intención recogida en esta frase: “quería que la fe apareciera en los medios. En unos medios en los que se la ha apartado completamente”, no fue ponderada por esta advertencia de nuestro salvador cuando nos dijo: “sed astutos como las serpientes” (Mateo 10,16). Pero es que nosotros tendemos medir la inmediatez de nuestras decisiones y a veces restamos importancia a la buena semilla que deja el llevar a Dios aún a mentes que se creen superiores a la fe, que miran la religión como una expresión cultural y seguramente verán a los sacerdotes como hombres disfrazados de una ideología, cuando llevan con honor y dignidad sus hábitos.

Pienso que a Jesús el pensamiento colectivo inmediato, cuando aquella mujer en Betania, prostituta reconocida, le lavó sus pies y lo ungió con perfume, debió ser el mismo que hoy gira de forma mediata en torno a usted. Pero, en mi humilde opinión, usted no se equivocó, se equivocó la pobreza del entrevistador que desperdició su valiosa presencia, su formación teológica, su centrada y fiel doctrina católica, sus testimonios y expereincias. por pretender vender, en un show mediático, de minutos, un escándalo fugaz.
Periodistas así, si tuvieran que entrevistar al mismísimo Jesús, recibirían probablemente de nuestro salvador las mismas respuestas que recibió Herodes previo al viacrusis, EL SILENCIO. Pero ni usted, ni yo, ni nadie estamos en la capacidad de medir lo que hay en las voluntades de las personas y como mandato divino, estamos llamados a ir y evangelizar a donde nos llamen, así sea solo con nuestra presencia que ya de por sí nos vincule a Dios.

Hoy se mide el escándalo. Pero ¿a qué peligro tan grande se expuso Risto Mejide?; se expuso a la semilla del evangelio. Y ¿por qué lo llamo peligro?, porque es mi manera sarcástica de ilustrar que Mejide, en su caballo de orgullo, rating y publicidad, puede en cualquier momento recibir la luz que lo tumbe de su corcel y le doblegue en segundos ante la verdad, la misma luz que recibió Saulo antes de llamarse Pablo.

Yo lo felicito Padre. Su enemigo que es el mismo que compartimos todos los que profesamos amor a Jesús, es un “león rugiente buscando a quien devorar” (1Pedro 5,8). Y usted, un soldado de Cristo por la fe, que ha batallado vívidamente con este ángel caído, con condenados, usted que conoce su odio hacia Dios, sabe que este buscará satirizar lo sagrado, lo sacramental. Usted fue una oveja entre lobos pero que dejó a esos lobos con hambre, porque su pastor, ese que le conoce y cuya voz usted también sabe reconocer, (Juan 10,27), lo protegerá hasta el tiempo en que le dirá: “Gracias Antonio, hoy yo no me avergüenzo de ti porque cuando pudiste tú sentir vergüenza de mí seguiste adelante”. Dios lo bendiga Padre Fortea, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

martes, 16 de junio de 2015

LA MUD Y LA VINOTINTO





De un tiempo para acá debemos confesar los venezolanos que un factor de alegría, prácticamente unánime y sin mezquindad, ha sido el creciente amor por nuestra selección nacional de fútbol masculina de mayores. En torno a ella hemos aprendido literalmente a sufrir derrotas y celebrar victorias. La vinotinto sencillamente nos invita, en cada partido oficial, a soñar.

Sin embargo, un amigo me decía (vinculando el deporte y el arte con la fe) que si analizábamos objetivamente estos espectáculos para el entretenimiento humano, en nada nos ayudaban a estar más cerca de Dios ni a ser mejores. Y siendo muy objetivos y finos en el análisis, esto es verdad. Por lo tanto no toda razón de unión es santificante, pero sí puede llegar a ser gratificante.

Sin embargo, desde la política y en especial desde quiénes no compartimos las ideologías del actual gobierno, la gran debilidad que uno puede palpar es la división. “Divide y vencerás” es una frase muy común y acertada contra la cual es mismo Jesús oró  con un amor supremo según lo expresa el evangelio del apóstol San Juan en su capítulo 17. Y esa es precisamente la falla de quienes hoy gobiernan o se oponen al gobierno en Venezuela, que han caído en el infinito círculo vicioso de la división.

La política en sí,  en casi todo el mundo, se ejerce con mezquindad. El hambre de poder hace que difícilmente se construya un concepto de país común entre quienes gobiernan y aspiran gobernar. Es una suerte de ejercicio deportivo donde mi éxito depende del fracaso del otro, donde el yo ganar requiere de un “tú perder”.

Venezuela no tiene hoy factores de encuentro común, salvo el que nos ofrece nuestra amada vinotinto. Venezuela no trabaja junta sino que lucha, pelea en un mismo ring. Nuestras gradas están repletas de venezolanos que no van al estadio a ver a un país crecer y triunfar sino a ver quién se destruye primero y celebrar. Es el país el que sentado desde el césped ve pelear a sus fans desde las gradas. En realidad no nos importa que Venezuela gane, nos importa herir al que piensa distinto a mí.

La etiqueta de oposición y gobierno es profundamente dañina para la unión. La etiqueta de revolucionario y contra revolucionario no invita al abrazo, al estar juntos “ligando” (si me permiten el término) un gol de crecimiento, un gol de progreso, un gol de paz.

Hoy es verdad que ladrones, corruptos, asesinos, violadores, políticos, se sientan frente a su televisor a ver el mismo partido de la selección, que ven los honestos, trabajadores, defensores de la vida y derechos. Pero no compartimos la misma devoción por el país social, económico, político y menos por el Dios que nos lo regaló. No son las oraciones las que unen a los venezolanos, ni el dolor de los demás, ni el hambre del necesitado; no; es el gol vinotinto, que puede ir acompañado de una apuesta, de un “chalequeo” (bullying) al del equipo contrario.

A ti no te recrimino nada vinotinto, ¿cómo podría?; tú has logrado lo que de lejos nuestros políticos están cerca de lograr, la unión de los venezolanos. Dios los bendiga nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

miércoles, 10 de junio de 2015

¿VALIÓ LA PENA GUERRA?





En una reciente entrevista que tuvo el reconocido economista José Guerra en la emisora de radio 99.9 FM, con los moderadores  Albani Lozada y Ramón Pasquier, surgió el tema sobre la prolongada huelga de hambre de Leopoldo López y Daniel Ceballos. En esa materia el economista expresó “responsablemente” que él no creía que Leopoldo debía levantar su huelga de hambre porque eso sería irse con las manos vacías.

Eso me recordó a las personas que de manera insensata dicen que el pueblo debe salir a la calle a matarse y mientras nosotros lo vemos por televisión. Pero más allá de eso, es lamentable ver como se hace más y más palpable la forzosa separación, que se ha hecho ley, entre la política y la fe, entre el respeto a la vida y los derechos que decimos defender.

Cualquier acto de agresión VOLUNTARIO que hagamos contra nuestro cuerpo y que exponga nuestra vida es una afrenta a Dios. Y eso, alejado de cualquier intento de adoctrinamiento religioso, es una verdad moral que si no se respeta puede derivar en males mayores, como por ejemplo, supongamos que como consecuencia de esta peligrosa huelga de hambre Leopoldo desarrollo una enfermedad que lo lleve a un estado de sufrimiento y agonía, una especie de coma. Entonces en ese momento, señor Guerra, se piense, "mejor desconectarlo para que no sufra" (eutanasia). ¿Ahí el dolor sí sería injusto pero cuando hacía la huelga de hambre no?

Es muy irresponsable dejar a las futuras generaciones la enseñanza de esta práctica seudo suicida. Porque como leí una vez en facebook, parafraseando, el mayor beneficio que le puedes hacer a tu adversario o enemigo es morirte sin que directamente la culpa sea suya. Y eso precisamente es lo que están haciendo López y Ceballos.

Yo de corazón quisiera ver en mi país políticos, economistas, sociólogos, profesionales en general, que tengan como mínimo de Temor de Dios a la hora de ejercer sus profesiones y emitir sus opiniones, porque las batallas más intensas contra el mal no se ganan con actos de soberbia, se ganan con la mirada al cielo y una oración sincera.

López y Ceballos yo no dudo amen a Venezuela muchísimo. Y es legítima su desesperación y ansias de cambio. Quizás apuestan a un sacrificio de esta magnitud con la esperanza de ser en un futuro  recompensados con el voto, como en el caso de Nelson Mandela. Pero ya es hora de que sigamos los ejemplo de los pueblos de Nínive o la Reina del Sur, y que como país comencemos por depurar el concepto de los derechos políticos como premios por sacrificios y emprendamos un crecimiento espiritual que no le dé la espalda a quien murió de frente, por nosotros, en la cruz. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi