Leyendo la
reciente y muy lamentable noticia (en investigación de hechos) de una presunta violación
del futbolista brasileño, Dani Alves, a una joven en una discoteca en
Barcelona; algo que me sorprende de los relatos leídos y escuchados, es que fue
alguien del equipo de vigilancia del local quien, tras ver el estado de la
joven, activó el protocolo contra la violencia
sexual.
Más allá de
los protocolos que se puedan crear, como las leyes, elevo el compromiso moral del
hombre u hombres que al ver una situación tan difícil, dan seguridad y
protección y no se suman al morbo (muy explotado por la pornografía y la trata
de personas) de hacer bromas, humillar u ocultar cosas así. Siempre hay que dar
tiempo a que las investigaciones avancen, saber que todos tienen el beneficio
de la duda, y ya serán las evidencias y los testimonios los que marcarán la
pauta de la sentencia final.
Ahora bien,
volviendo a un enfoque más amplio sobre estos protocolos, es de sociedades muy
elevadas, muy maduras, el que estos recursos existan y se apliquen. Pero
también es importante, sin que se entienda como una justificación de agresiones
sexuales, que las mujeres, y jóvenes en especial, deben saber colocar los
límites y no caer en aventuras riesgosas con personas desconocidas o en lugares
desconocidos. Saber disfrutar y vivir la vida no debe nunca bajar la guardia a
la seguridad. Así, como cuando nuestros hijos pequeños quieren ir al baño en un
lugar público y uno los acompaña (así sepan ir solos), lo mismo es el valioso
cuidado de la integridad, en especial de la mujer.
Hay en las
sociedades del mundo moderno una exacerbación de la lujuria, la sexualidad. La
revolución sexual, llamada así por allá por los años 60, dio licencia al uso de
la pornografía hasta como terapia para parejas, la masturbación; y esto, aunque
hoy lo llamemos natural, es una bomba adictiva que cargada de violencia, ha
instrumentalizado por años el cuerpo de la mujer para crear estas conductas
demenciales, criminales, en hombres, sin medir si son famosos, de oriente, de
occidente, políticos, deportistas, o de cualquier oficio de la vida.
Se ven casos
de abusos de abuelos, padrastros, hermanos, tíos, etc. Es mucho el camino de
desintoxicación que requiere la sociedad, pero esto también implicará truncar
inyecciones de dinero a mercados sin alma, sin moral y sin amor.
No diría,
para terminar, ¡qué vivan los protocolos contra la violencia sexual!, más bien
digo: ¡qué vivan quienes los aplican con profesionalismo!
Qué Dios les
bendiga, nos vemos en la oración
Luis
Tarrazzi