La historia del talión inicia en los tiempos de Moisés,
específicamente la propone el libro del Levítico en el Capítulo 24, versículo
17 – 23. El resumen de esta ley supone esto: “fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se hará la misma
lesión que él ha causado al otro” (versículo 20).
La tradición judía, en términos de justicia y todavía en nuestros
tiempos se entiende así. Es como decir que todo el mal causado amerita una
venganza, devolver el daño recibido no en menor proporción. De hecho la misma
ley exhortaba a las tribus de Israel, ya distribuidas por Josué en el
territorio de Canaán, a tener ciudades
refugio (Josué 20,1-9), y el sentido de estas ciudades era “darle asilo a todo el que mate a un hombre
involuntariamente; ahí podrían refugiarse para escapar a la venganza del pariente del difunto” (versículo 3).
Ya en los tiempos de Jesús la comprensión de esta ley cambia
en uno de los dos sentidos posibles. El primer sentido es que toda acción tiene
sus consecuencias y esas consecuencias son cónsonas a la ley del talión, es
decir, ningún crimen, ningún mal quedará impune ante la mirada de Dios. Todo
mal clama justicia. Pero lo que cambia Jesús es el quién ejecuta esa justicia.
Jesús le retira al hombre el derecho de ejecutar esta justicia y solo da el
derecho de ejecutarla a al tribunal divino, dirigido por el único Dios
verdadero.
Es así como en Lucas 6, 27-38 aparece la ley del amor que
supera a la del talión y es una ley que el hombre debe ejercitar para alcanzar
la vida eterna. Recogiendo algunos fragmentos del texto nos encontramos con
frases como estas: “Amen a sus enemigos,
hagan el bien a los que los odian…al que te golpea en una mejilla, preséntale
también la otra…traten a los demás como quieren ellos les traten a ustedes”
Esto para los que ejercitan una lectura rápida es una derogación directa de la
Ley del Talión, pero en mi pobre entender es un retiro de su ejecución desde la
mano del hombre, no su eliminación.
En Marcos 9,42-50 Jesús nos da un duro consejo: “Si tu ojo es ocasión de pecado, sácatelo,
pues es mejor entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con
los dos al infierno” (versículos 46 y 47). Por eso vemos que en sentido
figurativo, el costo de pecar con la mirada puede condicionar nuestra salvación
y si pequé con el ojo es el ojo el que debe ser sacrificado (talión).
Cuando Jesús es arrestado Mateo recoge un incidente peculiar, llegado los soldados del templo y consumada la traición de Judas, uno de sus discípulos (Juan luego explicará fue Pedro) en un acto de defensa y amor a su maestro tomó una espada, la desenvainó y le cortó la oreja a Malco, uno de los soldados presentes. Aquí Jesús, que no se le escapaba ningún detalle, exclamó: “Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada perecerá por la espada. ¿No sabes que podría invocar a mi Padre y él, al momento, me mandaría más de doce ejércitos de ángeles? (Mateo 26,52-53) (Otra expresión del talión)
Basta finalmente considerar los acontecimientos posteriores a
la muerte de Jesús. El rasgado del manto del templo, el temblor, y años después
la destrucción definitiva del templo de Jerusalén, profetizada por Jesús cuando
afirmó: “no quedará piedra sobre piedra”
(Marcos 13,2).
Así en el sermón de la montaña Jesús nos recuerda de quién es
la justicia y el derecho de aplicarla con rectitud: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados” (Mateo
5,6). ¿Quién saciará esa hambre y sed de justicia?, el Dios en quien recae todo
poder y autoridad por los siglos de los siglos. Así entenderemos por qué Jesús
dijo que no había venido a abolir la ley sino a darle plenitud, y dentro de la
ley no abolida está la ley del talión. Los anawin o pobres de Yavhé, hoy en el
cristianismo, no invocamos el mal para quienes nos hacen mal, no nos alegramos
con el sufrimiento de quienes nos hacen sufrir, solo confiamos de forma
absoluta en las promesas de nuestro único salvador. Dios los bendiga, nos vemos
en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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