Esta Semana
Santa, atípica, que quedará en la historia de la humanidad como aquella que los
cristianos católicos tuvimos que vivir desde nuestras casas (año 2020) por la
cuarentena mundial ante la pandemia del Coronavirus o Covid19, ha sido bien
particular para mí. En familia, cada día hemos hecho reflexiones de la palabra,
con las lecturas sugeridas por nuestra conferencia episcopal. Nos hemos
estrenado de una forma más formal en eso que tenía tiempo escuchando pero que
por ocupación y tiempo (excusas) no había desarrollado en mi hogar: ser iglesia
doméstica.
Dios nos hizo
volver a los orígenes, a la sencillez, al detalle. Parafraseando una de sus
frases que dice no quiero sacrificios sino
conversión, yo diría que este año Dios no quiso multitudes sino
concentración, que entrásemos en nosotros mismos. Imagino que por años desde el
cielo chocaba esa imagen de “cristianos” en playa, de rumba, bebiendo y
disfrutando mientras vivíamos el recuerdo de la pasión, muerte y resurrección de nuestro
salvador. Yo mismo, no pocas veces, vacacioné en tiempos así (otra de las
vergüenzas que arrastraré en el libro de mi vida).
Pero tampoco
es menos cierto que otros de los aburrimientos del cielo sería ver a los
cristianos de semana santa autómatas, esos que siempre aparecían en la semana
mayor para actuar, cantar, dirigir, protocolizar; al final nuestros templos
pasaban a ser mercados por fuera y teatros por dentro. ¿Exagero?, para mí
siempre el termómetro fue la hora santa del jueves santo, ¿cuántos adoradores
tenía el Señor ante su presencia REAL, ¿EUCARÍSTICA, vs las multitudes que
acompañaban procesiones, palmas y bendición del agua? Si la respuesta es pocos,
entonces no exagero. Pero, además, Semana Santa es el tiempo ideal para
promover conversiones, vocaciones y traer a los distantes al Señor. Sobre esto
cada parroquia tendrá sus números, yo, no obstante, quiero expandir la alegría
del resucitado a los más distantes de Cristo, a los que por doctrina y fe no
pueden admitir que Cristo es Dios, es decir, mis hermanos judíos y musulmanes.
Uno de los
mandatos de Cristo antes de ascender a los cielos fue: “Vayan por todo el mundo y
anuncien la Buena Nueva toda la creación” (Mateo 16,15). Ustedes, hermanos
judíos y musulmanes son parte del mundo, son creación de Dios, por lo tanto,
les anuncio la Buena Nueva, el Evangelio de Cristo: EL SEÑOR HA RESUCITADO.
¿Cuánto tiempo
seguiremos compartiendo el sofisma de que creemos en el mismo Dios cuando al no
creer en la divinidad de Cristo niegan la divinidad en la que los cristianos
creemos?, ¿cuánto tiempo más tomará los judíos, el pueblo elegido por el Padre, entender que el Mesías anunciado por los profetas, por sus profetas, es
Jesús. Sí, mis queridos hermanos, hasta Moisés en la transfiguración del Señor
Jesús se apareció en uno de los lados, con el profeta Elías para conversar con
Dios. El Coronavirus nos colocó a todos en una misma realidad, por temor y
salud. Pues ya es hora de que nos pongamos en una misma realidad espiritual. Es necesario que entren en esta verdad que no negará la suya, al contrario, hará
la fusión perfecta. Cuando el pueblo elegido por Dios diga: Bendito
el que viene en el nombre del Señor,
Israel retomará su Gloria y majestad, porque por fin habrán colocado en el
trono de David al verdadero sucesor.
Mis hermanos
musulmanes, los temidos por la opinión pública porque no se les puede hablar de
Mahoma, siempre he pensado ¿qué sentido tendría esta fe que aparece siete
siglos después de Cristo? Mahoma en una gruta, solo, se le aparece el ángel (“Gabriel”)
y le dice: Corán (recita) y esto,
años después, daría vida a la Ley del Corán. Ante esto Pablo, el apóstol
converso, el fariseo que, como muchos de sus predecesores, perseguía a
cristianos, ya había hecho una advertencia en su epístola a los Gálatas: “Me sorprende que ustedes abandones tan
pronto Aquel que según la gracia de Cristo los llamó y se pasen a otro evangelio. Pues no hay otro;
solamente hay personas que tratan de dar vuelta al Evangelio de Cristo y
siembran confusión entre Ustedes. Pero, aunque nosotros mismos o un ángel del cielo viniese a
evangelizarlos en forma diversa a como lo hemos hecho nosotros, yo les digo:
Fuera con él…Anatema” (Gálatas 1,6-9).
Si lo que
buscamos es poder y dominio, ni hablar, seguiremos en esta lucha tonta y sin fin
hasta el fin de los tiempos. Pero, si queremos vivir la dicha de ser naciones
fecundas, seguras y prósperas creo que debemos deponer nuestra arrogancia,
intereses particulares y empezar a seguir la línea lógica de la verdad, esa que
mientras lees estas líneas te hablan en tu conciencia.
Los
cristianos no somos en su gran mayoría el fiel testimonio de lo que predicamos.
Muchos otros ni predican, por eso hoy Dios nos llama al encuentro, al origen de
nuestros valores, desde el hogar y la familia para reencontrarnos con él. Debemos
dar el paso al frente, debemos decir juntos: CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA.
Dios los
bendiga, nos vemos en la oración
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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