lunes, 23 de marzo de 2020

¿DÓNDE ESTÁN LOS PROFETAS DEL CORONAVIRUS?



En los tiempos de profetas (tiempo que no ha caducado, pero sí se transformó después de Juan el Bautista con la venida de Cristo) ocurrían signos naturales o sobrenaturales que requerían anterior o posteriormente una explicación. El signo sin explicación queda a merced del deseo y la ignorancia colectiva. Es como el libro del Apocalipsis, a veces tan abandonado en la explicación formal eclesial que queda a la libre interpretación de personas sin escrúpulos. Estas interpretaciones o explicaciones en el Antiguo Testamento desde Moisés hasta Juan el Bautista tuvieron profetas de peso. Un Jeremías, llamado el profeta de los lamentos, quien vaticinó el destierro de Israel, un Isaías quien cargó sobre sí la responsabilidad de hablar al detalle sobre los aspectos de antesala y cierre de la venida del Mesías, y así cada uno, en sus formas, advertía sobre las consecuencias de vivir alejados de Dios, de sus leyes, pero, sobre todo, de su amor y confianza.

Con el pasar del tiempo y dando un salto gigante a nuestra actualidad se han vuelto tímidas las advertencias y hoy, empiristas y hombres de fe, se distribuyen los hechos, a veces dando a entender que hay cosas que vienen de Dios y otras tienen explicación desde lo natural, científico o humano (como si esto último no estuviera bajo su control). El demonio desaparece como artífice de las tentaciones y Dios como dueño del mundo. 

"¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre."
(Mateo 10,29)
 
El Coronavirus no escapa de esta realidad. Una pandemia que inició a finales del año 2019 en China y que en tan solo tres o cuatro meses ha cerrado el mundo, ha transformado la frenética vida humana, sin noches y sin pausas, en una pasividad del hogar. Triste decirlo, pero no estábamos preparados para vivir tanto tiempo en familia, algo que otros tiempos posiblemente era más la norma que la excepción.

Aunque el mundo avanzó y los tiempos cambiaron esa realidad no pareciera ser parte del proyecto de vida de salvación que Dios tiene para nosotros. Estar tan ocupados, tan sumergidos en la tecnología, en el entretenimiento, nos aparta de la mirada a lo trascendental, nos aparta de ser humanos de pensamientos elevados, filósofos de nuestras propias vidas. Somos muy especializados, muy profesionales, muy técnicos, pero cada vez menos humanos. Centrando nuestras leyes en complacer el capricho de nuestros deseos, no instintivos porque lo instintivo defiende lo natural, sino del deseo de ser diferentes, de ir contra la corriente hasta de la misma vida, eso nos llevó a esta realidad. Hoy todos somos reos del mundo, y la cárcel para reformarnos, el lugar donde debemos pagar nuestro delito es el hogar, la familia: “¡qué bendición que sea así!”

Nos decía Sor Lucía, la mayor de las videntes de Fátima, que la última batalla del demonio contra Dios estaría dirigida contra el matrimonio y la familia. Y esa batalla estaba ganándola en todo el mundo. Muchos políticos por evitar etiquetas sociales avanzaron contra las leyes naturales divinas, pero hoy el Coronavirus (permitido por Dios) nos devuelve al génesis de nuestras vidas, y nos hace no solo reconocernos en rostros sino en roles.

Dios interviene en la historia del mundo cuando su camino desenfrenado hacia la destrucción va llegando a un no retorno. Y por eso, desde la esperanza sabemos que este mundo Dios jamás lo perderá. No salvará a nadie a la fuerza, como dicta la enseñanza de San Agustín (“El Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti”) pero sí salvará a un mundo y sus criaturas de las malas decisiones de la humanidad. Porque nos dice el Génesis que todo lo que creó fue bueno, y el hombre fue muy bueno, pero además de bueno muy libre. Fue el mayor y más riesgoso regalo que nos dio, perfección en el chasis, pero libertad en su uso.

Así que invito a los predicadores, pastores, catequistas, consagrados, a no tener miedo de hablar de la mano de Dios que con amor nos corrige y actúa para salvarnos. No tengan miedo de hablar del peso de nuestras culpas y la gran necesidad de conversión que clama el cielo. No se trata solo de llamar a la oración, algo que muchos políticos han hecho con la realidad de este coronavirus o covid19, sino de llamar a la conversión. Jonás predicó la destrucción de Nínive, una ciudad que para recorrerla a pie se llevaba tres días. Y este pueblo, desde su Rey para abajo, clamó perdón y reconoció sus faltas. Se vistieron de saco (signo de arrepentimiento) y Dios les perdonó la vida. No es solo oración porque orar sin dirección es reforzar criterios de idolatría. Aquí se trata con un enorme sentido de pertenencia de decirle al mundo: VUELVAN A CRISTO PORQUE SOLO EN EL ESTÁ LA SALVACIÓN DEL MUNDO. Muchos llaman a orar al dios que tengan, algo así como pretender un encuentro amistoso de los dioses para que juntos actúen a favor de la humanidad. Quizás sea prudente cerrar con un recordatorio que nuestros hermanos mayores, los judíos, tienen por ley de vida:

Escucha Israel, el Señor tu Dios es uno, y amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”
(Deuteronomio 6,4 en adelante)

Dios los bendiga, nos vemos en la oración

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi

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