¡Qué
lamentable y qué cifras tan preocupantes las que día a día nos arrojan los
noticieros! Imágenes de féretros apilados en Italia, casas de cuidado de
personas de la tercera edad fulminadas en España, hospitales improvisados en
carpa en la Argentina, esto solo por citar tres ejemplos de cientos, porque
cada vez son menos los países ajenos a esta amenaza.
Pero,
como he venido reflexionando en estos días, todo tiene que dejar una enseñanza,
por encima de una crítica, es direccionar nuestras vidas al término muy
cristiano de la conversión. Mirar ¿qué nos llevó a esto? y, sobre todo, lo más
importante, ¿ver nuestra pobre capacidad de respuesta?
Gobiernos,
muchos gobiernos como el que guía los destinos de mi nación desde el año 1999,
apostaron a lo bélico por encima de la salud. Esta suerte de video juego real
de muchos políticos de montarse en tanques y tener muchas balas en su almacén
lo veo como una patología de la inmadurez. Mientras un militar cuenta con
enormes beneficios e impunidad para delinquir (en no pocos casos), nuestros
médicos cobran salarios de miseria y trabajaban en entes hospitales públicos destruidos,
de mal aspecto y sin recursos. Ahora, con el coronavirus o covid19 nace la
pregunta desde el cielo: ¿para qué les sirven sus balas y sus misiles?, ¿cómo
defenderán a sus pueblos, a las personas que los llevaron al poder porque
creyeron en ustedes?
Como
administrador que soy cuando me toca analizar escenarios económicos o de la
planificación parto de lo más duro, es decir, del peor de los escenarios
posibles, como hoy responsablemente especialistas de la salud lo sugieren. ¿Por
qué?, porque partiendo de una base real dura podemos tener respuestas
oportunas. Sin perder la esperanza se trabaja con la realidad de las cifras. Y
en este caso un escenario que no busca atentar contra las medidas de aislamiento,
pero sí buscarle un sentido a largo plazo es, como sociedad, ¿cuánto tiempo
podremos aguantar así? Nótese lo que significa cerrar la producción de un país,
de los comercios, los recursos económicos no percibidos; eso implicará que
necesariamente, en algún momento, habrá que abrir las puertas y salir. Y puede
ser que existan países que con las medidas logren disipar la transmisión del
virus, pero si sus vecinos cercanos y lejanos no lo logran, por cielo, mar o
tierra se volverán a exponer. Entonces la teoría de la supervivencia del más
fuerte volverá a la luz. Mientras avanza la realidad de la vacuna, de las
medicinas (la esperanza científica), ofrecida en tiempos reales entre 12 a 18
meses, las balas y los misiles seguirán mostrando su enorme inutilidad.
Hoy,
incluyendo la ciudad de las ciudades como Nueva York, se ven ciudades del
primer mundo clamando que no cuentan con los recursos de salud para atender una
crisis de contagio masivo. Hoy vemos como la realidad es que todos los
municipios del mundo requieren hospitales capacitados para atender todo, que
nuestros jóvenes no pueden seguir enfrentándose a filtros educativos para
estudiar estas carreras de la salud quedando exclusiva para hijos de médicos o
unos pocos virtuosos académicos, que si un suero es más económico que una bomba
lacrimógena es denunciable que los gobiernos como el mío no hayan tenido crisis
de bombas para lanzársela a las marchas pero el gremio de la salud sí haya
tenido crisis de sueros, crisis de medicamentos.
El
coronavirus deja muchas enseñanzas, nos invita a cambiar las formas de
gobernar, de priorizar medidas, de vivir la vida. Hoy el mundo se alineó, en
cuestión de días para atender una misma medida: aislamiento social, todos en
casa. Y se ha acatado no de forma perfecta pero sí masiva. Sí pudimos hacer eso
por miedo, ¿lo lograremos hacer después por prevención?
En
estos días reflexionaba sobre la parusía de Cristo y cómo sería posible que
todo el mundo, en un mismo momento, viera los cielos abrirse y al Hijo del
Hombre bajar con sus ángeles y santos: la respuesta me la dio el coronavirus,
por los medios de comunicación. Así, conoceremos la Gloria del único Dios
verdadero. Hoy lo podemos hacer por prevención, pero ese día muchos lo harán
desde la esperanza consumada y otros, tristemente, desde el miedo y el dolor de
sus culpas.
Menos
balas y más salud resumen el sentido de esta reflexión. Dios los bendiga, nos
vemos en la oración
Luis
Tarrazzi
@luistarrazzi
No hay comentarios:
Publicar un comentario