viernes, 27 de marzo de 2020

¿QUIÉN VENGARÁ LA TIERRA SI VENCE EL CORONAVIRUS?


THE REAL AVENGERS

Para los seguidores de las películas Marvel, en especial “Los Vengadores”, el concepto central era crear un grupo de resistencia que ante males superiores a nuestras fuerzas ellos pudieran dar las batallas que nosotros no podíamos dar. Así, Marvel vendía casi siempre dos etapas, el mal que al principio vencía, pero luego los Avengers o Vengadores restituían el orden. A eso se le atribuía el nombre de vengadores.

Ahora bien, fuera de la ficción y adentrándonos en la realidad (que no pocas veces es más dura que la ficción) hoy quisiera darle mi agradecimiento sincero a los que veo son los verdaderos vengadores del mundo, o por lo menos parte del equipo de héroes que no podemos dejar de agradecer: “los trabajadores de la salud”

Científicos, médicos y enfermeros, de ambos sexos, de distintas creencias, culturas y valores, están unidos bajo un mismo fin, salvar vidas. Hoy vemos como la salud nos muestra enemigos que no son de carne y hueso (citando a San Pablo) pero que tampoco son de naturaleza espiritual. Son virus, bacterias, agentes contaminadores de la salud. Y por eso en mis últimas reflexiones no vi gran utilidad en los armados ni en las enormes inversiones que países hicieron para obtener recursos de defensa militar, decían, para protegernos(se) de guerras e invasiones. Ya vemos qué poco sirve esto cuando nuestros pueblos están a merced de enfermarse física o espiritualmente.

Me costaría creer que todavía existan doctores pro aborto y pro eutanasia. Si el sueño de estos pensamientos criminales era controlar la densidad poblacional ya vemos como la naturaleza, SÍ, LO NATURAL, tiene sus propios métodos, permitidos por Dios. Hay equilibrio en lo natural y los seres humanos, con esta pandemia, creamos en lo que creamos, tengamos la fuerza económica que tengamos, debemos terminar de entender que somos huéspedes del mundo y no anfitriones ni dominadores. Creamos fronteras para mitigar los estragos del enemigo político, cultural e ideológico, pero se nos coló uno que con simplemente hospedar a un ciudadano del mundo se convirtió en un arma de destrucción.

El gran Iroman en diálogo que Capitán América, en vengadores 2, le pregunta: ¿Cómo los vamos a derrotar?, y el utópico Capitán responde: “juntos”. Replica Iroman, “¿Y si nos vencen”?, respondiendo Cap: “Nos vencerán juntos”.

Gracias, amigos de la salud, por dar la batalla que nosotros no podemos dar. Dios los bendiga, nos vemos en la oración

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi

miércoles, 25 de marzo de 2020

CORONAVIRUS: UN ENEMIGO INMUNE A LAS BALAS




¡Qué lamentable y qué cifras tan preocupantes las que día a día nos arrojan los noticieros! Imágenes de féretros apilados en Italia, casas de cuidado de personas de la tercera edad fulminadas en España, hospitales improvisados en carpa en la Argentina, esto solo por citar tres ejemplos de cientos, porque cada vez son menos los países ajenos a esta amenaza.

Pero, como he venido reflexionando en estos días, todo tiene que dejar una enseñanza, por encima de una crítica, es direccionar nuestras vidas al término muy cristiano de la conversión. Mirar ¿qué nos llevó a esto? y, sobre todo, lo más importante, ¿ver nuestra pobre capacidad de respuesta?

Gobiernos, muchos gobiernos como el que guía los destinos de mi nación desde el año 1999, apostaron a lo bélico por encima de la salud. Esta suerte de video juego real de muchos políticos de montarse en tanques y tener muchas balas en su almacén lo veo como una patología de la inmadurez. Mientras un militar cuenta con enormes beneficios e impunidad para delinquir (en no pocos casos), nuestros médicos cobran salarios de miseria y trabajaban en entes hospitales públicos destruidos, de mal aspecto y sin recursos. Ahora, con el coronavirus o covid19 nace la pregunta desde el cielo: ¿para qué les sirven sus balas y sus misiles?, ¿cómo defenderán a sus pueblos, a las personas que los llevaron al poder porque creyeron en ustedes?

Como administrador que soy cuando me toca analizar escenarios económicos o de la planificación parto de lo más duro, es decir, del peor de los escenarios posibles, como hoy responsablemente especialistas de la salud lo sugieren. ¿Por qué?, porque partiendo de una base real dura podemos tener respuestas oportunas. Sin perder la esperanza se trabaja con la realidad de las cifras. Y en este caso un escenario que no busca atentar contra las medidas de aislamiento, pero sí buscarle un sentido a largo plazo es, como sociedad, ¿cuánto tiempo podremos aguantar así? Nótese lo que significa cerrar la producción de un país, de los comercios, los recursos económicos no percibidos; eso implicará que necesariamente, en algún momento, habrá que abrir las puertas y salir. Y puede ser que existan países que con las medidas logren disipar la transmisión del virus, pero si sus vecinos cercanos y lejanos no lo logran, por cielo, mar o tierra se volverán a exponer. Entonces la teoría de la supervivencia del más fuerte volverá a la luz. Mientras avanza la realidad de la vacuna, de las medicinas (la esperanza científica), ofrecida en tiempos reales entre 12 a 18 meses, las balas y los misiles seguirán mostrando su enorme inutilidad.
Hoy, incluyendo la ciudad de las ciudades como Nueva York, se ven ciudades del primer mundo clamando que no cuentan con los recursos de salud para atender una crisis de contagio masivo. Hoy vemos como la realidad es que todos los municipios del mundo requieren hospitales capacitados para atender todo, que nuestros jóvenes no pueden seguir enfrentándose a filtros educativos para estudiar estas carreras de la salud quedando exclusiva para hijos de médicos o unos pocos virtuosos académicos, que si un suero es más económico que una bomba lacrimógena es denunciable que los gobiernos como el mío no hayan tenido crisis de bombas para lanzársela a las marchas pero el gremio de la salud sí haya tenido crisis de sueros, crisis de medicamentos.

El coronavirus deja muchas enseñanzas, nos invita a cambiar las formas de gobernar, de priorizar medidas, de vivir la vida. Hoy el mundo se alineó, en cuestión de días para atender una misma medida: aislamiento social, todos en casa. Y se ha acatado no de forma perfecta pero sí masiva. Sí pudimos hacer eso por miedo, ¿lo lograremos hacer después por prevención?

En estos días reflexionaba sobre la parusía de Cristo y cómo sería posible que todo el mundo, en un mismo momento, viera los cielos abrirse y al Hijo del Hombre bajar con sus ángeles y santos: la respuesta me la dio el coronavirus, por los medios de comunicación. Así, conoceremos la Gloria del único Dios verdadero. Hoy lo podemos hacer por prevención, pero ese día muchos lo harán desde la esperanza consumada y otros, tristemente, desde el miedo y el dolor de sus culpas.

Menos balas y más salud resumen el sentido de esta reflexión. Dios los bendiga, nos vemos en la oración

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi

lunes, 23 de marzo de 2020

¿DÓNDE ESTÁN LOS PROFETAS DEL CORONAVIRUS?



En los tiempos de profetas (tiempo que no ha caducado, pero sí se transformó después de Juan el Bautista con la venida de Cristo) ocurrían signos naturales o sobrenaturales que requerían anterior o posteriormente una explicación. El signo sin explicación queda a merced del deseo y la ignorancia colectiva. Es como el libro del Apocalipsis, a veces tan abandonado en la explicación formal eclesial que queda a la libre interpretación de personas sin escrúpulos. Estas interpretaciones o explicaciones en el Antiguo Testamento desde Moisés hasta Juan el Bautista tuvieron profetas de peso. Un Jeremías, llamado el profeta de los lamentos, quien vaticinó el destierro de Israel, un Isaías quien cargó sobre sí la responsabilidad de hablar al detalle sobre los aspectos de antesala y cierre de la venida del Mesías, y así cada uno, en sus formas, advertía sobre las consecuencias de vivir alejados de Dios, de sus leyes, pero, sobre todo, de su amor y confianza.

Con el pasar del tiempo y dando un salto gigante a nuestra actualidad se han vuelto tímidas las advertencias y hoy, empiristas y hombres de fe, se distribuyen los hechos, a veces dando a entender que hay cosas que vienen de Dios y otras tienen explicación desde lo natural, científico o humano (como si esto último no estuviera bajo su control). El demonio desaparece como artífice de las tentaciones y Dios como dueño del mundo. 

"¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre."
(Mateo 10,29)
 
El Coronavirus no escapa de esta realidad. Una pandemia que inició a finales del año 2019 en China y que en tan solo tres o cuatro meses ha cerrado el mundo, ha transformado la frenética vida humana, sin noches y sin pausas, en una pasividad del hogar. Triste decirlo, pero no estábamos preparados para vivir tanto tiempo en familia, algo que otros tiempos posiblemente era más la norma que la excepción.

Aunque el mundo avanzó y los tiempos cambiaron esa realidad no pareciera ser parte del proyecto de vida de salvación que Dios tiene para nosotros. Estar tan ocupados, tan sumergidos en la tecnología, en el entretenimiento, nos aparta de la mirada a lo trascendental, nos aparta de ser humanos de pensamientos elevados, filósofos de nuestras propias vidas. Somos muy especializados, muy profesionales, muy técnicos, pero cada vez menos humanos. Centrando nuestras leyes en complacer el capricho de nuestros deseos, no instintivos porque lo instintivo defiende lo natural, sino del deseo de ser diferentes, de ir contra la corriente hasta de la misma vida, eso nos llevó a esta realidad. Hoy todos somos reos del mundo, y la cárcel para reformarnos, el lugar donde debemos pagar nuestro delito es el hogar, la familia: “¡qué bendición que sea así!”

Nos decía Sor Lucía, la mayor de las videntes de Fátima, que la última batalla del demonio contra Dios estaría dirigida contra el matrimonio y la familia. Y esa batalla estaba ganándola en todo el mundo. Muchos políticos por evitar etiquetas sociales avanzaron contra las leyes naturales divinas, pero hoy el Coronavirus (permitido por Dios) nos devuelve al génesis de nuestras vidas, y nos hace no solo reconocernos en rostros sino en roles.

Dios interviene en la historia del mundo cuando su camino desenfrenado hacia la destrucción va llegando a un no retorno. Y por eso, desde la esperanza sabemos que este mundo Dios jamás lo perderá. No salvará a nadie a la fuerza, como dicta la enseñanza de San Agustín (“El Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti”) pero sí salvará a un mundo y sus criaturas de las malas decisiones de la humanidad. Porque nos dice el Génesis que todo lo que creó fue bueno, y el hombre fue muy bueno, pero además de bueno muy libre. Fue el mayor y más riesgoso regalo que nos dio, perfección en el chasis, pero libertad en su uso.

Así que invito a los predicadores, pastores, catequistas, consagrados, a no tener miedo de hablar de la mano de Dios que con amor nos corrige y actúa para salvarnos. No tengan miedo de hablar del peso de nuestras culpas y la gran necesidad de conversión que clama el cielo. No se trata solo de llamar a la oración, algo que muchos políticos han hecho con la realidad de este coronavirus o covid19, sino de llamar a la conversión. Jonás predicó la destrucción de Nínive, una ciudad que para recorrerla a pie se llevaba tres días. Y este pueblo, desde su Rey para abajo, clamó perdón y reconoció sus faltas. Se vistieron de saco (signo de arrepentimiento) y Dios les perdonó la vida. No es solo oración porque orar sin dirección es reforzar criterios de idolatría. Aquí se trata con un enorme sentido de pertenencia de decirle al mundo: VUELVAN A CRISTO PORQUE SOLO EN EL ESTÁ LA SALVACIÓN DEL MUNDO. Muchos llaman a orar al dios que tengan, algo así como pretender un encuentro amistoso de los dioses para que juntos actúen a favor de la humanidad. Quizás sea prudente cerrar con un recordatorio que nuestros hermanos mayores, los judíos, tienen por ley de vida:

Escucha Israel, el Señor tu Dios es uno, y amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”
(Deuteronomio 6,4 en adelante)

Dios los bendiga, nos vemos en la oración

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi

domingo, 22 de marzo de 2020

¿CONOCEMOS EL DÍA QUE CULMINARÁ EL CORONAVIRUS?



En estos días de cuarentena he tenido la oportunidad de escuchar dos visiones teológicas, no solo científicas, de dos sacerdotes que siempre menciono en mis artículos, una del Padre Antonio Fortea, reconocido exorcista español, y el Padre Nelson Medina, sacerdote de la Orden de los Predicadores quien tiene una amplia trayectoria evangelizadora especialmente en las redes sociales y por su canal de youtube. Ambos los considero parte de mi primera línea de formación católica, actual y muy confiable.

Sin embargo, sobre este tema en particular logré percibir dos enfoques distintos o por lo menos no tan casados, sobre el papel de Dios en este tema del coronavirus. El padre Fortea habló del castigo, pero de una forma muy hermosa, de un Dios que siendo Señor de todo y dueño de todo puede permitir (palabra clave) calamidades personales o sociales por castigo o prueba, y ambos casos son fruto de su voluntad porque si bien no siempre será el responsable de generarlas, sí sería corresponsable por permitirlas pudiendo evitarlas. Fray Nelson si bien no niega que Dios castiga, cambia el término por corrección, pero sí niega categóricamente que Dios sea responsable de esta calamidad y lo analiza en clave de conversión. Si una corrección no da frutos de conversión no es de Dios. Y aunque él reflexiona sobre los países de mayor contagio (al momento de su video) y los menciona (China, Corea del Sur, Irán e Italia), tres de los cuatro países no son de tradición cristiana y el cuarto, el más cristiano en historia y anfitrión del Vaticano, tuvo análisis de algunos de ser un castigo por el tema de la pachamama (derivado del sínodo de la Amazonía). Esto Fray Nelson lo critica duramente y pregunta ¿qué clase de Dios sería si actuara así?

Con esa pregunta inicio mi reflexión. Es de mucha manía actual querer dar una definición conductual de Dios. Recuerdo una charla de un sacerdote que de forma presencial le escuché decir que si Dios actuara de X forma sobre el tema de la homosexualidad él mismo se saldría de la Iglesia. Y sí, desde la fe corremos un enorme riesgo de creer en el Dios de mis conceptos y aprobaciones y no el Dios que es. Por eso, aunque la exposición de Fray Nelson, en dos videos de más de una hora cada uno, es sencillamente magistral, sobre el tema del castigo me quedaré con la visión teológica del Padre Fortea.

Dios es Dios, y si le diera la gana de matar a toda la humanidad al mejor estilo Marvel con un Tanos chasqueando los dedos, igual lo amaría. Dios no se equivoca, su justicia y misericordia (presentada así en la Sagradas Escrituras) es perfecta y este coronavirus o covid19 es una calamidad que tiene frutos divinos importantes. Yo reflexiono cómo el mundo se está paralizando lentamente. Vemos fronteras cerradas, cadenas de producción no prioritarias cerradas, pero también vemos como con este virus temas como la trata de personas, el narcotráfico, las relaciones extra matrimoniales, los excesos propios de la vida recreativa nocturna, los prostíbulos, lugares nudistas, etc, todo se afecta y diría hasta se paraliza. También vemos como la contaminación galopante baja considerablemente y en mi ciudad (Caracas) el clima es hasta más frío, el cielo tiene días despejado, de noche se ven las estrellas.

A Dios hay que dejarlo ser Dios y este virus no durará ni más ni menos que lo que su voluntad desee. Eso me genera tranquilidad, saber y entregar esta situación en sus manos, con el trabajo admirable de científicos y gente de la salud en general, con gobiernos alineados en su mayoría a pesar de las enormes diferencias ideológicas, eso me permite conocer una visión de mundo que parecía utópica a dependencia de la voluntad humana.

Castigo o no, sin duda Dios, el autor de la vida, nos puso a pensar y volver a citar esa frase del salmo 8: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?”.

No queramos pensar por Dios. Sabemos que Dios es amor, lo sabemos por la Biblia, sabemos que Dios es misericordia, lo sabemos por la Biblia, sabemos que es lento para la cólera, lo sabemos por la Biblia, pero es más lo que no sabemos de él que lo que sabemos. Dios es más que las cinco emociones de la película intensamente. Dios es sabiduría, es visión de futuro, es providencia, es poder (con todo lo que esa palabra implica). Para él nada es imposible y mucho menos inalcanzable.
Puedo terminar esta reflexión invitando como lo he hecho en otras ocasiones a reflexionar la historia del justo Job, en quien la escritura deja clara la permisibilidad de Dios para dejar que a este hombre bueno y santo le cayeran enormes calamidades, inmerecidas para pensar en un castigo, pero sí alineadas en el mismo criterio para colocarla en el concepto de prueba. Y Job no discute ni se conflictúa ante la voluntad de su Dios. La acepta y con dos frases da la respuesta para vivir momentos de dificultad: “El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea Dios” y “Si aceptamos de Dios lo bueno por qué no hemos de aceptar lo malo”. Es decir, hay cosas malas que nos pueden venir de Dios, pero jamás esas cosas malas a nuestro entender tendrán una esencia de maldad como lo conocemos nosotros, porque al final Dios corrige a los que ama y siempre hará lo extremo por salvarnos, hasta dar la vida por nosotros. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi