lunes, 25 de febrero de 2019

PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA



El enemigo de la verdad, el padre de la mentira, el príncipe del mundo siempre ha sabido dónde atacar, dónde debe enfocar su lucha. Hoy la Iglesia Católica, la custodia de la Verdad de Jesucristo, ha sufrido un ataque hacia una de sus bases o pilares, su moral. Nos ha tocado enfrentar y dar la cara ante los abusos sexuales sufridos por niños, por décadas, por parte de algunos sacerdotes, que han dado una herida de muerte a la moral de quienes siempre han debido ser representantes del amor de Cristo. El enemigo planeó esto por décadas y hoy recoge sus frutos. Hoy la Iglesia camina al Calvario luego de ser llevada al pretorio de la opinión pública donde varios Pilatos la juzgan:

-      El periodismo: La periodista Valentina Alazraki, invitada al encuentro sobre «La protección de los menores en la Iglesia» y entendiendo lo hacía en representación de este gremio que tiene por deber llevar a la luz la verdad de los hechos; pronunció estas palabras, duras, amenazantes, con firmeza, pero también con la bandera de una moralidad periodística elevada muy alta: “¿Son ustedes enemigos de los abusadores y de los encubridores tanto como lo somos nosotros, las mamás, las familias, la sociedad civil? Si ustedes están en contra de los abusadores y de los encubridores, estamos exactamente del mismo lado. «Podemos ser aliados, no enemigos» pero «si ustedes no se deciden de manera radical a estar del lado de los niños, de las mamás, de las familias, de la sociedad civil, tienen razón a tenernos miedo, porque los periodistas, que queremos el bien común, seremos sus peores enemigos. Porque los periodistas queremos el bien común». Y este primer Pilatos, que juzga a la Iglesia desde el pretorio, usa una generalidad falsa, porque desde la visión periodística son pobres, escasos, los reconocimientos hacia la Iglesia por el gran número de sacerdotes que no han sido violadores ni abusadores, que han vivido su magisterio con dignidad. Hoy ¿“debemos” generalizar al sacerdocio y a la Iglesia como inmoral pero al periodismo sí se le debe reconocer como infalible? Es triste que en estos encuentros, que también anhelaríamos ver del lado político, periodístico, científico, se deleite la crítica, se vaya con piedras para apedrear a la adúltera y a la vez se trata de enjaular en tema de la pederastia solo a la Iglesia Católica, fuera del hecho, que reconozco, es horrendo, doloroso, criminal y que jamás debió suceder. Es peligroso para la Iglesia bajar la cabeza ante el periodismo, una abajamiento que cobra fuerza con declaraciones como las del Cardenal Blázquez: “«los medios de comunicación nos han ayudado a despertar»”; y no lo comento por soberbia sino porque no fue Cristo quien enseñó a sus apóstoles a ser violadores de niños, y tampoco  es la esencia y sentido de la Iglesia proteger a sacerdotes abusadores. Si este despertar no vino de Jesús, de la oración, el fallo es interno. Hoy el periodismo “nos ayudó a despertar” con relación a este  tema: ¿mañana será sobre  temas como el matrimonio, el aborto y otros temas morales? ¡Cuidado! Los responsables deben pagar, y pagar con reparación (si cabe el término) de sus daños, pero tomar esto como estímulo para seguir alejando a los fieles de la verdad salvífica es obra del demonio y eso debe parar.
-      La propia feligresía: Es doloroso ver como muchos miembros de esta Iglesia, bautizados en la fe,  por temor a ser señalados como miembros de una Iglesia “corrompida” prefieran tomar la línea de Pedro: negarla. No solo tres veces, sino las que sea necesaria. Pero además en el calvario disfrutar de lejos verla morir. Me sorprendía ver en los medios como había “decepción” por las conclusiones del Vaticano a este encuentro. Porque, decía una de las víctimas, la Iglesia no les había pedido perdón. Desde el papado de San Juan Pablo II yo vengo escuchando el perdón que pide la Iglesia. Pero en las más recientes declaraciones del Papa Francisco aparecen frases como estas:
 “«en la justificada rabia de la gente, la Iglesia ve el reflejo de Dios, traicionado y abofeteado»” 

   Un solo sacerdote que hubiese cometido esto en los más de dos mil años de historia de este credo, con uno solo, hubiese bastado para que esta expresión del Papa tuviese asidero. Pero ante una Iglesia que reconoce haber tenido obispos encubridores, sacerdotes que sabiéndose sus denuncias solo fueron trasladados e informes destruidos, "hay necesidad de más". Ante las palabras del Papa de que probadas las culpas se entregarán estos sacerdotes culpables a la justicia ordinaria, "aún queremos más". Porque la sed de justicia en no pocos queda nutrida con aguas de odio y venganza.

El dolor y vergüenza que hoy sin lugar a dudas podemos sentir los que amamos esta Iglesia nos invita no a ponermos del lado de los que buscan apedrearla, sino ponernos del lado de hombres y mujeres, como San Francisco de Asís, que se nos pide rescatarla, reconstruirla, trabajar por ella, ser verdadera imagen del amor de Jesús para quienes hoy sufren no solo por abusadores internos sino por aquellos hijos que también son abusados por sus padres, padrastros, familiares y conocidos, por aquellas mujeres carentes de defensa ante barbaries como la trata de personas. Una Iglesia que suponiendo pueda desaparecer (aunque la promesa de Cristo sobre ella sigue en pie) las atrocidades de la humanidad no morirían con ella, porque al final la gran verdad es que no es por ser de la Iglesia se ven estos males; es por ser hombres y mujeres apartados del amor de Dios por la esclavitud enferma a nuestros más bajos deseos.

Usted y yo somos libres de responder a la pregunta que Cristo hiciera a Pedro luego de la resurrección: “¿Me amas más que estos?” Porque la Iglesia resucitará con Cristo, pero los que se ahorcaron por traicionarla no verán su gloria. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi



miércoles, 20 de febrero de 2019

EL MERCADEO Y LOS CARISMAS



Si leemos bien el título dice: "mercadeo Y los carismas", no dice: el mercadeo de los carismas. Y comienzo aclarando esto porque este artículo no se centrará en el pecunio o dinero sino en los apegos que el corazón puede apostar a la hora de formar parte de una congregación u orden religiosa saltándonos el fin mayor en todo cristiano: “formar parte de la Iglesia Católica”, la que amó Cristo hasta el extremo.

He tenido la oportunidad de compartir con varios carismas dentro de la Iglesia. Por citar algunos, el carisma agustiniano que ha consumido (en buen decir) una buena parte de mi vida. Pero también he compartido con carmelitas, jesuitas, carismáticos e inclusive soy gran admirador de los dominicos. En todo ello la Iglesia demuestra su riqueza, una diversidad de ríos que confluyen en un único mar u océano. Sin embargo, el riesgo de los carismas es desarrollar celos, envidias, críticas o subestimaciones de otras formas de vivir la fe. Así como en la fe pueden existir carismáticos y contemplativos, grupos de alabanza y grupos de silencio, misioneros y personas de claustro (todos necesarios), lo que debemos tener cuidado a la hora de evangelizar es querer arrastrar o imponer nuestros carismas propios a otros que quizás estén llamados a vivir la fe de diferentes forma. Cuando Cristo hizo el milagro de la pesca milagrosa, en la red se dice habían peces, no se dice que todos fuesen iguales o de cuáles había mayoría, lo importante es que todos estaban en la misma red. En este sentido, temo, que por querer mercadear carismas, tengamos personas comprometidas con una orden o congregación pero distanciadas en mente o corazón de la Iglesia Universal (Católica). Esto, por supuesto, no lo digo como una generalidad, solo que administrativamente debemos cuidar el fin último (visión y misión) para que al final no construyamos muros dentro de una misma casa y que todos podamos gozar de la comunión de los santos. No es la medición de cuántos aspirantes tenga cada orden religiosa, ni tampoco quiénes son más productivos en la fe; es dar a conocer y vivir a Jesucristo.

No es difícil visualizar en el cielo a los padres fundadores de los grandes carismas de la Iglesia, todos tan variados en cultura, tiempo, carácter y dones. Aún así, los podemos imaginar compartiendo la visión beatífica de Dios, unidos, en la Iglesia triunfante. Cada uno orgulloso de lo que dejó e intercediendo por la santidad de sus miembros. El producto final es la fe en Jesús, el amor a la Iglesia, y la santidad de los hijos de Dios por el bautismo. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
Twitter: @luistarrazzi



miércoles, 6 de febrero de 2019

LA PASIÓN DE DOS FRANCISCOS POR EL ISLAM



El Papa Francisco acaba de culminar una visita a los Emiratos Árabes Unidos, y tal como lo reseñan no pocos medios informativos, ha sido el primer pontífice en visitar la península arábiga, cuna del islam.

Quizás pocos sepan que si bien Francisco, el Papa, ha sido el primero en dar un salto tan largo hacia una fe tan antagónica a la nuestra como el Islam, hubo otro Francisco, por ahí en el siglo trece (XIII) que también tuvo estos deseos de acercarse al Islam, solo que este Francisco antiguo lo hizo con menos diplomacia y con más ardor de evangelización. Con esto no busco evaluar las intenciones del Papa Francisco en los Emiratos, pero sin duda nuestros tiempos cargados de tanta diplomacia y palabras correctas hacen que las estrategias de evangelización sean muy distintas.

Sin embargo en ambos Francisco destaco ese motivador Paulino de ir a buscar a los gentiles, aquellos que conocen de Cristo pero no lo aceptan como es, como el Hijo de Dios y cuyos caminos de salvación son distintos a los que el mismo Jesús nos dio: “Nadie va al Padre si no es a través de mí”. Por eso la evangelización no es una suerte de mesa de encuentros donde, como Pablo en Atenas, colocamos a nuestro Dios en la gruta vacía, para convivir con otros credos, sino que es el ardor del enamorado que habla de su amado, que le brillan los ojos por dar a conocer lo que es Camino, Verdad y Vida.

Ninguno de los dos Franciscos regresó con los líderes de sus credos conversos, pero sí llevaron la Cruz de Jesús a tierras que no pocas veces han sido hostiles al madero donde Cristo derramó su sangre por todos, inclusive por quienes no le aceptan.

Ese es el punto que rescato de estos viajes. Es salir a buscar a los que no se sienten perdidos, pero que sucumben en las trampas del mundo. Es cumplir ese mandamiento final de Jesús previo a su ascensión: “Ir por todo el mundo y anunciar la Buena Nueva”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
Twitter: @luistarrazzi