martes, 18 de diciembre de 2018

PECADOS DE HECHO Vs PECADOS DE DESEO




Jesús, una vez culminado el sermón de la montaña o las bienaventuranzas, dirigió sus palabras hacia la perfección. Así cabría la importante diferenciación entre los pecados de hecho vs aquellos que generamos pero no salen de nuestros pensamientos o conciencia, del corazón. Surgen como un deseo pero no se traducen en una conducta perceptible.

Podríamos decir de si bien los pecados conductuales son los que nos condenan, los pecados de deseo o pensamiento son los que nos impiden ver a Dios y por ende requieren una dolorosa purificación. Eso explicaría aquella expresión de Jesús que pareciera exagerada pero que al contrario goza de enorme sentido: “.Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio. Pero yo les digo: Quien mira a una mujer con malos deseos, ya cometió adulterio con ella en su corazón." (Mateo 5, 27-28).

Los pecados de deseos son complejos de corregir porque no son tan evidentes. Son esos deseos de muerte, de lujuria, de castigos, de revanchas, de envidias, etc; muy afines a los pecados capitales, compuestos por Evagrio que los había catalogado en 8 y luego fueran reducidos a 7 por Juan Casiano en el siglo V. En la perfección del conocimiento de Dios, que a su vez es la perfección pura, estos pecados de conceptos, de ideas, de formas de entender la justicia, el amor, el perdón, la caridad, deben ser adaptados a la verdad, porque ante Dios solo hay una verdad para cada concepto de la vida. Y estos son los grandes dilemas que quizás hoy, predicadores, formadores y familias en general no abordamos o no sabemos abordar. Nos quedamos en la superficialidad de la Ley, muy propia de la misma compresión de la fe hebrea, pero no buscamos sanar el corazón. No es lo mismo el que no roba porque la seguridad le impide hacerlo al que no roba porque no le nace hacerlo, no está en su naturaleza ni en sus deseos. No es lo mismo el que no es infiel a su compromiso matrimonial porque le da miedo que le descubran al que sencillamente expulsa esa posibilidad de sus pensamientos.

Es ahí donde el don del Temor de Dios cobra vigor en el fortalecimiento de los pensamientos o deseos que agradan a nuestro Señor, porque ante La Verdad nuestros deseos serán públicos como nuestras conductas y ahí, ante el Juez, seremos vistos tal cual somos.

Esto no es fácil, es más, yo diría que es supremamente complicado. Pero  el solo hecho de tener conciencia de ello nos ayuda. Es el mejor alimento para la humildad y el mejor remedio contra la soberbia. Nos aleja de cualquier falsa creencia de que somos buenos, que nos merecemos el cielo. Nos une más a la necesidad de Cristo y a entender su mensaje. Es por sus méritos que nosotros podemos aspirar una salvación eficaz. Y es por su misericordia que aún partiendo con estos deseos errados a su encuentro (muriendo) nos alberga un lugar o estado de purificación para no condenarnos sino salvarnos. Recuerden, Nadie llega tarde a su muerte y la mejor forma de saber llegar es pidiendo día a día perdón por nuestros pecados. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi

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