La frase de Jesús que nos dice: "no se puede servir a Dios y al
dinero" suena muchas veces como retórica bonita, una utopía de vida, que era fácil de predicar en economías relativamente controladas o estables; hasta que la situación económica de mi país, durísima por demás, nos la puso a prueba.
Y es que trabaje uno dignamente en lo que trabaje, cuando
vives en hiperinflación solo piensas en
dinero para poder adquirir lo necesario, lo básico, para vivir. Para que lo
entiendan en cifras, legalmente lo mínimo que puede ganar un venezolano por
trabajar formalmente son 3 millones de bolívares al mes, hoy equivalente a 0,80 céntimos
de dólar, máximo un dólar mensual. En la misma línea de oferta y demanda un
champú cuesta más de 6 millones de bolívares, un paquete de 9 pañales más de 10
millones, un kilo de queso alrededor de 4 millones, todo esto al momento de
este escrito, ya que como sabrán los entendidos en hiperinflación los precios
varían en horas o días.
El aspecto educativo y la salud son los dos pilares sociales
más afectados en realidades así y esto, lamentablemente, este gobierno no lo ha querido entender o
atender. Así la migración de profesionales de la docencia y la salud es muy
alta y así mismo la rotación del personal en colegios es más alarmante aún. ¿El factor común que los mueve a todos?: El ingreso mensual. Es responder a
la pregunta: ¿dónde pagan más que me permita cubrir mi mes de vida? Súmenle el hecho de que hay políticas desleales, públicas, que pagan en educación nacional, del Estado, hasta
3 y 4 veces más (en sueldo básico) que otras instituciones privadas (no olvidemos que este gobierno puede imprimir, y lo hace, dinero inorgánico a su antojo, principal alimento de esta hiperinflación). A veces
pienso que el fin y propósito de esto es fomentar la migración de lo
privado a lo público y hacerse del valioso recurso que todavía hoy brilla en la
educación privada, sobre todo la confesional católica.
Por otra parte Dios nos dicta: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y él les dará lo demás por añadidura”
Este salto de fe no es nada fácil, es esa invitación de Jesús a Pedro de
caminar sobre las olas no pensando más que en Dios, en la fe. Pero, y lo digo
por testimonio propio, personal, es muy difícil. Uno se hunde en
preocupaciones. Se entristece de ver cómo la calidad de vida en servicios
básicos desmejora día a día. En la capital de mi país, Caracas, el servicio de
agua potable es súper irregular. Podemos pasar 8 o más días seguidos sin agua,
fallas constantes de internet, anulación casi que total, por costos, de actividades
recreativas (cine, comidas en la calle, helados). Es un constante reinventarse, pero siempre con la muletilla: ¡por lo
menos tenemos salud!
No es normal lo que se vive en mi país y esto se lo digo a
las nuevas generaciones que cada vez se le anulan los espacios históricos
comparativos. ESTO NO ES NORMAL. Pero sin lugar a dudas, esta situación es
tierra fértil para profetas, para probar y testimoniar la fe, para agudizar la
mirada a cada bendición que nos rodea, cada plato de comida sobre la mesa, cada
abrazo de mi esposa y sonrisa de mi pequeño hijo. Pero además, condicionar la
labor evangelizadora al dinero es ponerle precio cerebral a la obra de
salvación y eso es manjar para el demonio por la condición infinita de la
ambición humana. ¡No es fácil!, es una lucha diaria. Cada paso sobre las olas del mar
mirando a Jesús es la clave. Dios nos ampare, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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