En 18 años, o más, que tengo en la evangelización, compartiendo
con niños, jóvenes y adultos, constantemente les he hablando de la importancia
de hacer el bien, de seguir las enseñanzas de Dios, sus mandamientos y de la
fidelidad hacia él. Pero sobre todo, constantemente hablo del triunfo de Jesús
sobre el pecado. Esto es como decir que el mal no tiene la última palabra.
Pero con el pasar de los años las cosas no mejoran, el mal
cobra fuerza e inclusive lo que parecía pecado hoy no lo es para muchos, en
especial los jóvenes. ¡Cuántas carcajadas he visto desprenderse de los labios
de jóvenes cuando les dicen que la masturbación o el sexo pre-matrimonial son pecados!
Y como esta, muchas otras anécdotas. Al final pareciera que estuviéramos
predicando sobre la venida de un lobo que nunca llega (como el cuento infantil)
o sobre la llegada de un Avengers que pareciera extravió el camino.
Podemos llegar a sentirnos ridículos, sembrando en arena.
Pero ¿cuál es la realidad? La realidad es que el mundo, tal
como lo conocemos está extraviado por la ceguera de sus propios placeres, el mundo
es corona del demonio y de este mundo no podemos esperar conversión global sino
salvarnos a pinzas. La verdad es que vamos camino a una gran apostasía y esto
más que explicarlo con infierno, castigo, doctrinas y mandamientos, hay que
lucharlo desde la oración.
Hoy tenemos una Iglesia que desde Europa construye un nuevo
cisma (Alemania como cuna), esta vez dolorosamente muy interno. Hoy la exigencia a los laicos es orar
por sus sacerdotes y discernir aquellos
que enseñan sana doctrina y acercan a Jesús vs aquellos que se predican a sí
mismo. Hoy debemos luchar contra el catequista light que enseña “a pura
inspiración” sin un esfuerzo formativo, ese que deforma y acomoda en el pecado. Hoy
no se trata de mirarnos y vendernos como “los correctos” vs “los pecadores”,
hoy todos somos cómplices de esta realidad y se siente agudo el daño en
estructuras familiares y en las generaciones de relevo.
Dios no está muerto, está observando. No somos la primera
sociedad ni el primer siglo que, sumergido en hondos errores, camina con la convicción de
un Dios obsoleto, vencido o muerto. Hoy de esas sociedades no queda más que el
polvo y el recuerdo arqueológico.
No, Dios no está muerto. Quizás fue expulsado de nuestras
vidas. Leyes anti natura, leyes contra la vida, gobiernos supremamente
corruptos, viles, oficiales descompuestos moralmente, sociedades que viven como
animalitos respondiendo a instintos, una droga tecnológica que pudre la
intelectualidad juvenil, ¿qué más podemos esperar? Creo que ha llegado el
tiempo de probar sobre cuál base sólida está nuestra imperfecta fe, ¿arena o
roca?, porque la tormenta es dura y no tiene proximidad de bajar su intensidad.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
No hay comentarios:
Publicar un comentario