jueves, 24 de mayo de 2018

AHORA SÍ COMPRENDO EL PENSAMIENTO NAZI


Una página muy dura para la historia de la humanidad fue el nazismo. Como explicaba el Padre Gabriel Amorth era imposible desvincular la influencia explícita del demonio en estos actos. Un nivel de maldad absurdo, cruel, inhumano. Pero como solo Dios es juez y Señor del mundo quisiera vincular las situaciones de opresión y maldad con el pensamiento Nazi.

No sé si sea muy simplista solo resumir el hecho de que los nazis odiaban a los judíos. Bien sea por envidia, por sentir que eran una amenaza o por la razón que fuera, ese odio ante un enemigo creado por ellos en su intelecto y emociones los hizo buscar su extinción masiva. Sea por la influencia del mal o por nuestra propia debilidad instintiva hay que pasar por situaciones de abuso y dolor, de cinismo político y de aguda impotencia, para evitar no sentir ese deseo de extinción ante aquellos que nos hacen daño. Bien sea gobiernos, grupos de personas o un individuo la sed de venganza, de hacer sufrir y de justicia con nuestra mirada de testigo es grande y ante esto el nazismo cedió rápido, y encontró placer en ello. Unir poder con sadismo es un cóctel muy peligroso.

Pueblos oprimidos, desesperanzados, dolidos, heridos, hambrientos y fracturados familiarmente, con el corazón en la mano, no pocos desearían la extinción dolorosa de quienes les han llevado a esa realidad. Es aquí donde Cristo se coloca frente nuestros dolores y cual Vengador nos dice: “Déjamelo a mí” porque la transformación que Jesús puede lograr, con el Padre y el Espíritu no cabe dentro de nuestras expectativas de justicia. Cristo transforma al pecador, lo sana de su odio. Si no me creen, bastaría conocer la transformación emocional, mental y misionera que tuvo aquel hombre que perseguía cristianos y terminó siendo uno de ellos: Pablo.

Hitler pudo ser un Pablo pero para ello tenía que renunciar a sí mismo, a sus conceptos, a sus demonios, a su soberbia. Un alto costo que nos reduce a la nada para renacer con Cristo a la vida. Un proceso de conversión que Hitler no deseó vivir. Así, nosotros podemos seguir el ejemplo del nazismo y perseguir a nuestros enemigos hasta gozarnos en sus dolores y sufrimientos o dejarnos vengar por el amor de Cristo y sacar de nuestros corazones el veneno de aquellos que entrando de nuestro jardín emocional sembraron cizaña. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi



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