Una página muy dura para la historia de la humanidad fue el
nazismo. Como explicaba el Padre Gabriel Amorth era imposible desvincular la
influencia explícita del demonio en estos actos. Un nivel de maldad absurdo,
cruel, inhumano. Pero como solo Dios es juez y Señor del mundo quisiera
vincular las situaciones de opresión y maldad con el pensamiento Nazi.
No sé si sea muy simplista solo resumir el hecho de que los
nazis odiaban a los judíos. Bien sea por envidia, por sentir que eran una
amenaza o por la razón que fuera, ese odio ante un enemigo creado por ellos en
su intelecto y emociones los hizo buscar su extinción masiva. Sea por la
influencia del mal o por nuestra propia debilidad instintiva hay que pasar por
situaciones de abuso y dolor, de cinismo político y de aguda impotencia, para
evitar no sentir ese deseo de extinción ante aquellos que nos hacen daño. Bien
sea gobiernos, grupos de personas o un individuo la sed de venganza, de hacer
sufrir y de justicia con nuestra mirada de testigo es grande y ante esto el
nazismo cedió rápido, y encontró placer en ello. Unir poder con sadismo es un cóctel muy peligroso.
Pueblos oprimidos, desesperanzados, dolidos, heridos,
hambrientos y fracturados familiarmente, con el corazón en la mano, no pocos
desearían la extinción dolorosa de quienes les han llevado a esa realidad. Es
aquí donde Cristo se coloca frente nuestros dolores y cual Vengador nos dice: “Déjamelo
a mí” porque la transformación que Jesús puede lograr, con el Padre y el
Espíritu no cabe dentro de nuestras expectativas de justicia. Cristo transforma
al pecador, lo sana de su odio. Si no me creen, bastaría conocer la
transformación emocional, mental y misionera que tuvo aquel hombre que
perseguía cristianos y terminó siendo uno de ellos: Pablo.
Hitler pudo ser un Pablo pero para ello tenía que renunciar a
sí mismo, a sus conceptos, a sus demonios, a su soberbia. Un alto costo que nos
reduce a la nada para renacer con Cristo a la vida. Un proceso de conversión
que Hitler no deseó vivir. Así, nosotros podemos seguir el ejemplo del nazismo
y perseguir a nuestros enemigos hasta gozarnos en sus dolores y sufrimientos o dejarnos
vengar por el amor de Cristo y sacar de nuestros corazones el veneno de
aquellos que entrando de nuestro jardín emocional sembraron cizaña. Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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