Estamos en tiempos de derechos. Derechos de
igualdad, de oportunidades, de no discriminación. Y por esta razón hoy quería
hablar de un derecho que percibo se ha perdido, el derecho de que Satanás
aparezca dentro del encuentro más sagrado que tenemos los cristianos católicos con Dios, el
rito Eucarístico o la Santa Misa.
Muchos al leer el título pensarán que esto es una locura
porque posiblemente asocien esta aparición que planteo como una suerte altar
para él, de una oportunidad de exponer sus razones del por qué deberíamos reconocerlo como Dios o sencillamente limar nuestras diferencias. Pero no, la
presencia que sugiero no es de culto, es de conocimiento.
El abandono sistemático o su aparición tímida en las
homilías, catequesis y clases de religión han ido alimentando falsas ideas en
torno al demonio. Mito, símbolo del mal, instrumento de miedo, son algunos
calificativos que se le ha dado a este ángel caído, rebelde, maligno, que ha
enfocado su sentido de ser al hecho de alejarnos de Dios, pero no bajo la
premisa de dejar de creer, sino de cambiar nuestra forma de hacerlo hasta
hacernos creer en un Dios que no existe o que nuestra percepción de existencia
no es cercana a la verdad.
Cristo predicó sobre Satanás y también luchó contra él. Cada
conversión, cada exorcismo, cada enseñanza contra el mal camino, le dio presencia a Satanás en su vida, pero haciéndolo como lo que es, el enemigo de
la humanidad. Si no conoces a tu enemigo ¿cómo podrías derrotarlo? En la misa
hablamos del triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte, y en efecto, la
muerte (consecuencia del pecado) y el pecado (producto de la desobediencia)
fueron derrotados por Jesús, pero ellos no son personas, ellos fueron el fruto
de una idea, de un plan, de un autor. Y ¿quién es el fundador del pecado?
Satanás. Entonces, así como en los comics los enemigos están bien definidos y
cada héroe tiene un enemigo asociado, no podemos ni debemos separar del éxito
de Cristo la derrota de Satanás. Sino el pecado se vuelve abstracto, una suerte
de lucha contra la ignorancia, contra antivalores, y no una comprensión de que
tenemos un enemigo común que vencer. Cristo derrotó su demonio, su enemigo,
¿Tu y yo venceremos al nuestro?
Es aquí donde la fe cobra valor. Solo podemos derrotar al
demonio con ayuda de aquel que ya lo supo vencer y para siempre porque este
enemigo es más poderoso, más inteligente que nosotros y con un nivel de maldad
desconocido por el hombre.
Sí, Satanás merece un espacio en la misa, constante, claro,
sin ambigüedades. ¿Conoces a tu enemigo? Dios te bendiga, nos vemos en la
oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi