sábado, 26 de mayo de 2018

SATANÁS MERECE UN ESPACIO EN LA MISA: ¡LUCHEMOS POR DÁRSELO!


 

Estamos en tiempos de derechos. Derechos de igualdad, de oportunidades, de no discriminación. Y por esta razón hoy quería hablar de un derecho que percibo se ha perdido, el derecho de que Satanás aparezca dentro del encuentro más sagrado que tenemos los cristianos católicos con Dios, el rito Eucarístico o la Santa Misa.

Muchos al leer el título pensarán que esto es una locura porque posiblemente asocien esta aparición que planteo como una suerte altar para él, de una oportunidad de exponer sus razones del por qué deberíamos reconocerlo como Dios o sencillamente limar nuestras diferencias. Pero no, la presencia que sugiero no es de culto, es de conocimiento.

El abandono sistemático o su aparición tímida en las homilías, catequesis y clases de religión han ido alimentando falsas ideas en torno al demonio. Mito, símbolo del mal, instrumento de miedo, son algunos calificativos que se le ha dado a este ángel caído, rebelde, maligno, que ha enfocado su sentido de ser al hecho de alejarnos de Dios, pero no bajo la premisa de dejar de creer, sino de cambiar nuestra forma de hacerlo hasta hacernos creer en un Dios que no existe o que nuestra percepción de existencia no es cercana a la verdad.

Cristo predicó sobre Satanás y también luchó contra él. Cada conversión, cada exorcismo, cada enseñanza contra el mal camino, le dio presencia a Satanás en su vida, pero haciéndolo como lo que es, el enemigo de la humanidad. Si no conoces a tu enemigo ¿cómo podrías derrotarlo? En la misa hablamos del triunfo de Jesús sobre el pecado y la muerte, y en efecto, la muerte (consecuencia del pecado) y el pecado (producto de la desobediencia) fueron derrotados por Jesús, pero ellos no son personas, ellos fueron el fruto de una idea, de un plan, de un autor. Y ¿quién es el fundador del pecado? Satanás. Entonces, así como en los comics los enemigos están bien definidos y cada héroe tiene un enemigo asociado, no podemos ni debemos separar del éxito de Cristo la derrota de Satanás. Sino el pecado se vuelve abstracto, una suerte de lucha contra la ignorancia, contra antivalores, y no una comprensión de que tenemos un enemigo común que vencer. Cristo derrotó su demonio, su enemigo, ¿Tu y yo venceremos al nuestro?

Es aquí donde la fe cobra valor. Solo podemos derrotar al demonio con ayuda de aquel que ya lo supo vencer y para siempre porque este enemigo es más poderoso, más inteligente que nosotros y con un nivel de maldad desconocido por el hombre.

Sí, Satanás merece un espacio en la misa, constante, claro, sin ambigüedades. ¿Conoces a tu enemigo? Dios te bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi


jueves, 24 de mayo de 2018

AHORA SÍ COMPRENDO EL PENSAMIENTO NAZI


Una página muy dura para la historia de la humanidad fue el nazismo. Como explicaba el Padre Gabriel Amorth era imposible desvincular la influencia explícita del demonio en estos actos. Un nivel de maldad absurdo, cruel, inhumano. Pero como solo Dios es juez y Señor del mundo quisiera vincular las situaciones de opresión y maldad con el pensamiento Nazi.

No sé si sea muy simplista solo resumir el hecho de que los nazis odiaban a los judíos. Bien sea por envidia, por sentir que eran una amenaza o por la razón que fuera, ese odio ante un enemigo creado por ellos en su intelecto y emociones los hizo buscar su extinción masiva. Sea por la influencia del mal o por nuestra propia debilidad instintiva hay que pasar por situaciones de abuso y dolor, de cinismo político y de aguda impotencia, para evitar no sentir ese deseo de extinción ante aquellos que nos hacen daño. Bien sea gobiernos, grupos de personas o un individuo la sed de venganza, de hacer sufrir y de justicia con nuestra mirada de testigo es grande y ante esto el nazismo cedió rápido, y encontró placer en ello. Unir poder con sadismo es un cóctel muy peligroso.

Pueblos oprimidos, desesperanzados, dolidos, heridos, hambrientos y fracturados familiarmente, con el corazón en la mano, no pocos desearían la extinción dolorosa de quienes les han llevado a esa realidad. Es aquí donde Cristo se coloca frente nuestros dolores y cual Vengador nos dice: “Déjamelo a mí” porque la transformación que Jesús puede lograr, con el Padre y el Espíritu no cabe dentro de nuestras expectativas de justicia. Cristo transforma al pecador, lo sana de su odio. Si no me creen, bastaría conocer la transformación emocional, mental y misionera que tuvo aquel hombre que perseguía cristianos y terminó siendo uno de ellos: Pablo.

Hitler pudo ser un Pablo pero para ello tenía que renunciar a sí mismo, a sus conceptos, a sus demonios, a su soberbia. Un alto costo que nos reduce a la nada para renacer con Cristo a la vida. Un proceso de conversión que Hitler no deseó vivir. Así, nosotros podemos seguir el ejemplo del nazismo y perseguir a nuestros enemigos hasta gozarnos en sus dolores y sufrimientos o dejarnos vengar por el amor de Cristo y sacar de nuestros corazones el veneno de aquellos que entrando de nuestro jardín emocional sembraron cizaña. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi



jueves, 17 de mayo de 2018

¿TIENEN SENTIDO LOS PADRINOS SACRAMENTALES?



Esta respuesta va más allá de la intención que se tenga sobre los padrinos desde la fe,  siendo un análisis desde su realidad actual y funcional que realizan estos para quienes reciben los sacramentos apadrinados. Y si a esa realidad nos remitimos, mi respuesta sería que no.

Según el catecismo de la Iglesia Católica los padrinos de bautismo: “deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana. Su tarea es una verdadera función eclesial.” (1255).  En el caso del la confirmación la Iglesia a través del catecismo nos enseña lo siguiente: “conviene que los candidatos busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo que para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos”.  (1311)

Estos aspectos de acompañamiento cargados, no lo dudo, de buenas intenciones, a veces siento que desgasta muchas horas explicando quien puede o no puede ser padrino (lo cual tiende a acentuar esa falsa imagen de juez y discriminador de la Iglesia) y también burocratiza en variados aspectos el sacramento.

El sujeto importante en el sacramento es quien lo recibe, no quien lo acompaña y así como en la primera comunión, la confirmación es una gracia vivencial experimentada por la fe en Dios y en su Iglesia. Diferente es en el caso del matrimonio donde los “padrinos” cumplen una suerte de testigos del hecho.

No deja de preocupar como los sacramentos, con el pasar de los años, con la tecnología, la estética y las canciones, le roban a los niños y jóvenes aspectos vivenciales notables, el silencio, el encuentro y la gracia. Y estas reflexiones no las hago como una crítica a la Iglesia, la hago como una reflexión desde la experiencia de catequesis y sobre todo los frutos que estamos recogiendo de esos sacramentados. Los derivados de una formación sacramental no siempre deben ser futuros consagrados (aunque sí deberíamos tener algunos casos) pero sí una fe que se refleje en las familias, fortaleza en el acercamiento a Dios y servicio. Los padrinos de hoy (no sé antes) no suman a esto. Se han convertido en el adorno superior de una rica torta que luego pasan al olvido pero sí son, no pocas veces, agentes perturbadores durante la preparación; motivos de discusión y de esterilidad. Creo sería bueno suplir los padrinos por santos, que cada bautizado o confirmando se le dé la opción de escoger un padrino o madrina que goce de reconocida santidad por parte de la Iglesia (canonizados) y esto quizás a la larga rinda mejores frutos que la realidad actual. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi

martes, 8 de mayo de 2018

SIGAMOS PECANDO, DIOS ESTÁ MUERTO


En 18 años, o más, que tengo en la evangelización, compartiendo con niños, jóvenes y adultos, constantemente les he hablando de la importancia de hacer el bien, de seguir las enseñanzas de Dios, sus mandamientos y de la fidelidad hacia él. Pero sobre todo, constantemente hablo del triunfo de Jesús sobre el pecado. Esto es como decir que el mal no tiene la última palabra.

Pero con el pasar de los años las cosas no mejoran, el mal cobra fuerza e inclusive lo que parecía pecado hoy no lo es para muchos, en especial los jóvenes. ¡Cuántas carcajadas he visto desprenderse de los labios de jóvenes cuando les dicen que la masturbación o el sexo pre-matrimonial son pecados! Y como esta, muchas otras anécdotas. Al final pareciera que estuviéramos predicando sobre la venida de un lobo que nunca llega (como el cuento infantil) o sobre la llegada de un Avengers que pareciera extravió el camino. Podemos llegar a sentirnos ridículos, sembrando en arena.

Pero ¿cuál es la realidad? La realidad es que el mundo, tal como lo conocemos está extraviado por la ceguera de sus propios placeres, el mundo es corona del demonio y de este mundo no podemos esperar conversión global sino salvarnos a pinzas. La verdad es que vamos camino a una gran apostasía y esto más que explicarlo con infierno, castigo, doctrinas y mandamientos, hay que lucharlo desde la oración.

Hoy tenemos una Iglesia que desde Europa construye un nuevo cisma (Alemania como cuna), esta vez dolorosamente muy interno. Hoy la exigencia a los laicos es orar por sus sacerdotes y discernir aquellos que enseñan sana doctrina y acercan a Jesús vs aquellos que se predican a sí mismo. Hoy debemos luchar contra el catequista light que enseña “a pura inspiración” sin un esfuerzo formativo, ese que deforma y acomoda en el pecado. Hoy no se trata de mirarnos y vendernos como “los correctos” vs “los pecadores”, hoy todos somos cómplices de esta realidad y se siente agudo el daño en estructuras familiares y en las generaciones de relevo.

Dios no está muerto, está observando. No somos la primera sociedad ni el primer siglo que, sumergido en hondos errores, camina con la convicción de un Dios obsoleto, vencido o muerto. Hoy de esas sociedades no queda más que el polvo y el recuerdo arqueológico.

No, Dios no está muerto. Quizás fue expulsado de nuestras vidas. Leyes anti natura, leyes contra la vida, gobiernos supremamente corruptos, viles, oficiales descompuestos moralmente, sociedades que viven como animalitos respondiendo a instintos, una droga tecnológica que pudre la intelectualidad juvenil, ¿qué más podemos esperar? Creo que ha llegado el tiempo de probar sobre cuál base sólida está nuestra imperfecta fe, ¿arena o roca?, porque la tormenta es dura y no tiene proximidad de bajar su intensidad. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi