Es imposible, por más que uno haga enormes esfuerzos de
equidad y de equilibrio, no fijar una posición clara y contundente con
relación a lo que actualmente ocurre en mi país Venezuela. Todos las áreas del
quehacer público han tenido que opinar porque todas, sin excepción, han tenido
una afectación, positiva o negativa (aunque en su mayoría negativa) en torno a
la llamada Revolución Bolivariana liderada por el ya fallecido Teniente Coronel
Hugo Rafael Chávez Frías.
Pensar en este líder me recuerda en demasía al pasaje del
evangelio que donde Jesús nos hablaba de Lázaro y Epulón (Lucas 16, 19-31).
Aunque se presume una parábola, lo cierto es que el evangelista no la presenta
como tal. Ella nos habla de las consecuencias eternas
que puede tener para cualquier alma, incluyendo la de quien les escribe,
nuestras acciones, obras y decisiones, que no solo repercutan en nuestras vidas
sino que también afecten a la de los demás.
Una parte de la cita señala al profeta Abraham diciéndole a
Epulón lo siguiente: “Hijo, acuérdate que
recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es
consolado aquí, y tú atormentado (Lucas 16,25). Recuerdo cuando Chávez
tenía algo de tiempo en el poder un familiar me dijo: “Chávez tuvo todo en sus
manos para hacer las cosas bien, si quería ser rey lo hubiesen proclamado rey”.
Pero al contrario, Chávez trastocó mi país. Lo alteró todo, lo malo empeoró y hoy “los hijos” de
esta revolución, con protagonistas militares y policiales, nos tienen en un
estado de miedo, pobreza, vida sin aspiraciones y profunda represión. Han cambiado la idiosincrasia del
venezolano y así podemos afirmar que: jamás
volveremos a ser lo que fuimos como personas.
¿Dónde está el alma de Chávez?, eso de momento lo sabe la iglesia
purgante y triunfante, pero no puedo evitar ver en él el deseo de transmitir
esta súplica: “Te ruego, pues, padre, que
le envíes (a Lázaro) a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para
que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de
tormento”. Lucas 16, 27-28). Y así, finalmente Abraham le dice a Epulón: “Si no oyen a Moisés y a los profetas,
tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”. (Lucas
16,31).
El problema de los idiotas es que no creen en la historia o
piensan que puedan cambiar sus consecuencias siguiendo caminos de errores ya
transitados. La ignorancia no carga consigo el peso del pecado pero la idiotez,
con dosis de soberbia sí. Hoy Dios no solo le advierte al chavismo y madurismo
lo errado de sus caminos, porque “por sus
frutos los conoceréis”, sino que también les advierte de las consecuencias
de persistir en estos caminos de tiranía y represión, gobernando al país como
si gobernaran un cuartel y pasando por encima a la voluntad de una gran mayoría
del pueblo que exige un cambio de
gobierno, de rumbo.
Tienen ahora el poder y gozan de sus beneficios. Pero no
olvidemos el génesis de la historia de Lázaro y Epulón; donde este último “vestía de púrpura y de lino fino, y hacía
cada día banquete con esplendidez”. Y en su apocalipsis terminó clamando: “ten misericordia de mí, y envía a Lázaro
para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy
atormentado en esta llama”.
El consuelo del oprimido es que su opresor morirá, y su
muerte siempre será bálsamo de justicia y liberación. Pero no sean idiotas,
mientras vivan tienen acceso a la misericordia de Dios. Algo que comienza por
dejar el poder y regalarse algo que estoy seguro hace años que carecen: de momentos de paz.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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