Una pregunta injusta quizás para justificar mi propia
incapacidad para vivir la santidad como el Señor la pide, pero en realidad no
busco hacer comparaciones de tiempos o momentos, porque eso sería de por sí
injusto; más bien, lo que quiero es destacar cómo con el pasar de los tiempos
la santidad ha dejado de ser atractiva, entendiendo esta como el fruto de una
vida cercana a Dios y a la Iglesia.
Perversiones, inmoralidad, abuso de poder, materialismo; siempre han existido, a la escala de cada tiempo. El hombre persiguiendo
sus instintos más que controlándolos no es novedad. Lo substancialmente
diferente es la masificación de estos antivalores cristianos. En los primeros
19 siglos y medio de la era cristiana no
existían los medio de comunicación masiva que en los últimos 50 años tenemos.
La aparición del cine y el recurso
erótico para su comercialización, armas sofisticadas y de destrucción masiva, redes sociales y la
vulgarización del mensaje, la corrupción política ejercida con mayor facilidad
y descaro en sistemas políticos que tienen la protección del voto popular, la
perversión de la justicia; en fin, un sin número de recursos para alimentar el
pecado sumado al divorcio casi masivo de las nuevas generaciones con todo lo
relacionado a las normas y reglas eclesiales, que inclusive han llevado a “vender”
la fe como una suerte de yoga espiritual donde todos, seamos como seamos, estaremos
bien mientras nos conectemos a la “fuente energética del amor”, llevándonos a la pregunta: ¿Serían ustedes
(San Agustín, Santa Catalina de Siena, Santo Tomás de Aquino, San Domingo
Guzmán, San Alfonso, San Ignacio, Santa Teresa, San Juan Bosco, etc) santos en
mi tiempo?
La respuesta quizás sería esta: Dios hizo cada santo para su
tiempo. Por eso, de admirar serán los hombres y mujeres que en el siglo XXII
sean reconocidos con olores de santidad en nuestro presente siglo XXI. Una
característica de estos santos modernos, contemporáneos, será la lucha contra
corriente con el “bien” que se entiende para su tiempo. Lucharán contra las
ideologías de género, contra el “legal aborto y eutanasia”, lucharán contra la
sexualidad libre y el libre derecho a ejercerla, lucharán contra el facilismo y
ese vergonzoso empuje a ser parásitos sociales dependientes de becas sociales y
que buscaran mesías políticos, como fuera Chávez para la hoy acabada y
destruida Venezuela, que sin duda marcó su muerte lenta en el año 1998.
Venezuela no entró al siglo XXI por una barrera ideológica que ofrecía odio y
división y hoy, 19 años después, cobra frutos de hambre y separación.
El santo de nuestro tiempo brillará con la luz de Dios, por
eso será odiado por el mundo, pero sus incómodos comentarios, valientes para su
tiempo, serán lo históricamente rescatable en siglos venideros cuando se mire
esta historia con el mismo horror con el que se mira hoy el holocausto nazi o
el comunismo soviético.
El gran consuelo de los heroicos santos del siglo XXI es que
Dios nunca le ha dado la espalda a la historia humana, y con su infinita
capacidad de perdonar y luchar por nuestra salvación siempre triunfará ante un
mal, ante un demonio, que se sienta en el trono del deleite, odiando a su
Creador y siendo felizmente infeliz. Porque acabado el tiempo “…yo diré a los segadores: Recoged primero la
cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”
(Mateo 13,30). Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi