Hace pocos días publiqué este
comentario en mi muro privado de facebook, el cual comparto a continuación:
“Aquí tiene ya que
pasar algo", la frase más clara que señala el nivel de impotencia que
tenemos los venezolanos. La verdad es que ya no sabemos qué hacer y todo lo
transformamos en "algo". Estamos como en los tiempos de Pablo en
Grecia orándole " al Dios desconocido"
La rabia que sentimos
es fruto del miedo. Y así, con miedo, la esperanza se nos nubla.
¿Qué podemos hacer? De
momento he optado por dos opciones: entregar todo mi futuro a la providencia de
Dios y desde mi cotidianidad sembrar en la cosecha del mañana (estudiantes) la
fe en Dios y el Santo Temor de Dios.
La muerte de Chávez
dejó claro que la cabeza de este mal no era él sino el demonio. Y que sin una
conversión como la de Nínive Venezuela avanza hacia una purga divina sin
precedente en su historia.
Somos una sociedad que
asusta, que no nutre, pecadora. Solo queda decir: perdón mi Señor.
Hoy he decidido compartirlo y expandirlo un poco en
aras de que la idea no quede en los momentos de una red social sino como un
testimonio presente para la posteridad.
Cuando Pablo entró en Grecia, con el entusiasmo de
llevar la buena nueva que a él lo había convertido, fracasó. Y fracasó no
porque su mensaje fuese mentira ni por falta de voluntad. Es que Grecia, con su
politeísmo, creía en muchas cosas y a su vez no creía en nada. Era una suerte
de tener “dioses a la carta”, según
sea la necesidad se utilizaba o se
cambiaba de dios.
Constantemente muchos creyentes caemos en el error de
la desesperanza y cuando Dios calla muy prolongadamente le buscamos sustituto; cuando
perdemos la fe pues invocamos EL ALGO
que cambie las cosas, una suerte de ruleta de la historia cuya pelotica
esperamos caiga en el número correcto.
Cuesta creerlo pero Dios no se cruza de brazos ante
los acontecimientos de la vida, de la tuya y de la mía. Es como señalan en la película
Dios
no está muerto 2, al decir en
el guión que: “Durante la prueba el
maestro está en silencio”. Eso es lo que siento, insisto, nos falta como
país; Confiar en el Dios crucificado de Pablo y no poner nuestra esperanza en
la desesperanza, en ese algo que
nadie sabe qué es.
El demonio, líder de todos los males, instrumentaliza
personas y a través de ellas da rostro a su maldad. Pero las utiliza y estas al
consumirse en su maldad son reemplazadas por otras. Por eso el mal nunca
termina ni terminará hasta la parusía de Cristo. Solo una sociedad reduce sus
niveles de maldad y de error cuando, como Nínive, se arrodilla y pide perdón
por sus errores, algo que en Venezuela parece tan distante de ocurrir porque no
tenemos “un rey” que tema a Dios y respete sus advertencias. ¿Será el tiempo de
la purga? Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
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