Pienso que ya es
mundialmente conocida la historia de esta joven quien decidió quitarse la vida,
de forma “asistida” para evitarse el sufrimiento de un cáncer terminal que
padecía. Esto, palabras más o palabras menos es una forma de Eutanasia que
pienso, no sé por qué, gracias a los medios y la gran publicidad que tuvo, se
convertirá pronto en una moda.
Yo lo he decidido
llamar la Moda Brittany reconociendo que no es el primer caso que ocurre, pero
sin duda, en mi vida, ha sido el más resonado. Y más allá de sus razones,
inválidas para mí, me preocupó ver una tendencia creciente al suicidio por
parte de los jóvenes por el miedo a sufrir.
Lo primero que
quisiera afirmar es que no se puede aceptar el sufrimiento sin Dios. Sin Dios
el sufrimiento no tiene sentido, es injusto, estéril y en cierta forma hasta
cruel. Lo segundo es que la muerte tampoco se puede aceptar sin Dios. Sin Dios
la muerte es un vacío, la nada, un absurdo como lo sería nuestra propia
existencia. Sería, ni más ni menos, vivir para morir.
El tema es
comprender el sufrimiento y la muerte con Dios y entender a Dios desde su real
existencia trina (Padre, Hijo Salvador y Espíritu Santo). Y a Dios hay que
buscarlo, entenderlo y aceptarlo desde su fe, su única fe salvadora, fundada
por él, para él y por la salvación de todos: la fe cristiana católica.
Jesús, verdadero Dios
y verdadero hombre sufrió. Y en su sufrimiento vivió etapas. En Getsemaní, para
mí la peor de todas sus agonías, experimentó el abandono de Dios. Se cree tuvo
una visión de lo que pronto le vendría. Vio los azotes inhumanos, vio la cruz,
los clavos, la corona de espinas, las burlas y su muerte. Y previo a esto él
había dicho: “no me quitan la vida, yo la entrego”. Ese sufrimiento en
Getsemaní pudo desencadenar en él dos salidas: escapar o suicidarse. Pero optó
por una tercera salida…seguir, enfrentar su destino incierto porque confiaba en
aquel que le había enviado, confiaba en su misión y en su amor. Y ese amor no
le evitó pasar por ninguno de aquellos terribles dolores, y ¡vaya que fueron
terribles! Y murió. Y en ese momento nada tenía sentido, nada. Parecía otra
estafa a la esperanza. Y pasaron tres largos y penosos días. Hasta que la
gloria le alcanzó. Y ya no habría más dolor, más sufrimiento. Porque la muerte
había sido vencida y el pecado que nos separaba de Dios ya no tendría mancha en
la humanidad, porque por este acto de amor y el bautismo habíamos sido
redimidos.
Hoy Brittany ha
conocido el fruto de su decisión. ¿Se condenó?, no lo sé, ojalá no. Y pienso
que no, no por el pobre amor de sus seres cercanos, sino por tantos CRISTIANOS
que oraron por ella antes de su infeliz decisión. El suicidio es un pecado
grave, un pecado contra el Espíritu Santo que como decimos en el Credo es “Señor
y dador de VIDA”. Pero la misericordia de Dios es inmensa e infinita. El
problema acá es que los que no somos fuertes en la vida veamos en esta decisión
de Brittany una alternativa ante las adversidades de la vida. Y el sufrimiento,
nos guste o no, lo entendamos o no, purifica y salva. Por eso, enfocar la vida
y vivirla sin Dios es ya estar muertos y creo que fue lo que a Brittany le
pasó. Pero quienes seguimos en la Iglesia Militante debemos soportar, soportar
para ver la gloria sin atajos. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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