domingo, 16 de noviembre de 2014

JESUS SÍ TUVO DESCENDENCIA





Recientemente he leído la noticia afirmativa de que Jesús tuvo descendencia, es decir, esposa e hijos. En esta oportunidad, la no innovadora afirmación recae en la publicación del más reciente libro sobre este tema llamado: “El evangelio perdido” Hay una extraña o terca necesidad de dar por cierto esta conjetura. Yo lo siento más por un tema de desacreditación a la Iglesia Católica que por un interés de que de verdad se conozca más sobre nuestro salvador.

Jesús, en su humanidad, pudo tener esposa e hijos. Nada se lo impedía. Siendo el hijo de Dios y Dios mismo si eso hubiese sido parte de su misión lo hubiese cumplido. Porque lo que nos abrió las puertas del cielo y nos renovó la amistad con Dios Padre fue la FIDELIDAD en la misión que Jesús tuvo en vida con respecto al sentido de su encarnación. Jesús vivió su humanidad en GRACIA, sin pecado y, ojo, de haberse casado y haber tenido hijos no hubiese sido un pecado, cumplido en ese orden y bajo un hermoso concepto de familia sagrada. Pero esto no ocurrió así y afirmarlo es sencillamente una blasfemia, una herejía.

Primero, en Jesús se cumplieron todas las profecías que había en torno a él. Su encarnación en una mujer virgen, su nacimiento en belén, su vida profética, rica en milagros y conversos, cuando por boca de él mismo afirmó el cumplimiento de una lectura que acababa de hacer (la lectura fue: “El espíritu de Dios está sobre mi y él me ha ungido para proclamar la buena nueva a los hombres…” del libro de Isaías), afirmación que casi le costó la vida en esa oportunidad. Por este camino profético resultaría bastante extraño que los antiguos profetas se les haya negado este hecho o a ellos se les haya saltado anunciar, nada más y nada menos, que el Mesías sería padre de familia.

Otro elemento es la figura paterna de Dios. Dios Padre, primera persona de la  trinidad santa (en las que confluye armónicamente el hijo (el redentor) y el Espíritu Santo (en el amor)) es precisamente el Padre CREADOR de todo y de  todos. Es Padre del Hijo, es decir, en este misterio divino de la trinidad Jesús es el unigénito del Padre pero a su vez es Dios mismo (“quien me ha visto a mi ha visto a al Padre que me envió”). Jesús de haber tenido un hijo hubiese roto el vínculo de Dios Padre con ese “hijo de Jesús” porque esa criatura tendría a Dios-Hijo como su padre. En esa criatura no encajaría el entendimiento, que nos arropa a todas las criaturas, que tenemos a un único Padre Creador. Un solo hijo de Jesús hubiese tenido una extraña realidad, solo en él. Conocería de un Dios Padre Creador pero su padre no sería este porque su padre (Jesús), que comparte los mismo derechos divinos, siendo también Dios, asumiría por derivación divina el rol del Padre solo en él. Además, los roles de las tres personas que conforman la santísima trinidad, siendo un solo Dios, están bien definidos: El Padre Creador, El hijos Redentor y el Espíritu Santo Santificador. También se ha dicho que la tercera persona de la trinidad santa surge del amor entre el Padre y el Hijo. Si del amor divino entre el Padre y el Hijo tenemos LA PERSONA del Espíritu Santo, ¿No debió también surgir algo o alguien extraordinario con carácter divino entre Jesús y su hijo? Por esta razón es sumamente ilógico que Jesús tuviera biológicamente descendencia. Hubiese dejado, por ese simple hecho, de ser El Hijo para asumir el título de padre.

Finalmente es la virtud de la castidad. Un Dios que crea de la nada, que puso en el vientre sagrada de María un ser que fue engendrado, no creado, sin que esta tuviera relaciones sexuales (dogma de la virginidad perpetua), resultaría muy extraño que María tuviese esta virtud de la virginidad pero que en su hijo (Jesús, el Mesías) no se encontrara. Quizás por la exagerada importancia que le damos al sexo, a ese contacto carnal de 5, 10, 15 o más minutos como si fuera el centro de la existencia. Quizás desde un punto de vista animal sí lo sea, pero nosotros como seres espirituales vivimos un placer más sublime que el vago y superfluo placer carnal. Quien experimenta el amor de Dios en vida (los éxtasis) viven algo insustituible, un placer indescriptible narrado por místicos como Santa Teresa de Jesús. Jesús no necesitó un hijo porque su mensaje no podría centrarse en una descendencia biológica, eso no era ni es necesario. Eso de hecho nos daría una especie de semi dios muy a la par de las historias de la mitología griega.

Pero si de descendencia de Cristo debemos hablar, esa descendencia la encontramos en su Iglesia, en su fe, en su mensaje de salvación para todos los tiempos. En cada cristiano bautizado o converso, en cada vida heroica transformada en santidad, ahí está la descendencia de Jesús. María Magdalena, la eterna “esposa” de Jesús, etiqueta puesta por los blasfemos que afirman sobre su unión matrimonial con el mesías, ella sí fue esposa de Jesús, esposa como lo son las religiosas que se consagran de por vida al salvador. Mujeres que lejos de lo carnal elevan su espíritu, por el amor y por la fe, a un nivel de placer espiritual y de regocijo que aunque pasen el peor de los martirios en esta vida saben que tienen un lugar reservado en la eternidad. No gastemos dinero ni invirtamos tiempo en leer leyendas que ofenden en esencia a nuestra fe. Fidelidad y amor a la Iglesia es el camino a la salvación. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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