Recientemente he leído la noticia
afirmativa de que Jesús tuvo descendencia, es decir, esposa e hijos. En esta
oportunidad, la no innovadora afirmación recae en la publicación del más
reciente libro sobre este tema llamado: “El evangelio perdido” Hay una extraña
o terca necesidad de dar por cierto esta conjetura. Yo lo siento más por un
tema de desacreditación a la Iglesia Católica que por un interés de que de
verdad se conozca más sobre nuestro salvador.
Jesús, en su humanidad, pudo
tener esposa e hijos. Nada se lo impedía. Siendo el hijo de Dios y Dios mismo
si eso hubiese sido parte de su misión lo hubiese cumplido. Porque lo que nos
abrió las puertas del cielo y nos renovó la amistad con Dios Padre fue la
FIDELIDAD en la misión que Jesús tuvo en vida con respecto al sentido de su
encarnación. Jesús vivió su humanidad en GRACIA, sin pecado y, ojo, de haberse
casado y haber tenido hijos no hubiese sido un pecado, cumplido en ese orden y
bajo un hermoso concepto de familia sagrada. Pero esto no ocurrió así y
afirmarlo es sencillamente una blasfemia, una herejía.
Primero, en Jesús se cumplieron
todas las profecías que había en torno a él. Su encarnación en una mujer
virgen, su nacimiento en belén, su vida profética, rica en milagros y
conversos, cuando por boca de él mismo afirmó el cumplimiento de una lectura
que acababa de hacer (la lectura fue: “El espíritu de Dios está sobre mi y él
me ha ungido para proclamar la buena nueva a los hombres…” del libro de
Isaías), afirmación que casi le costó la vida en esa oportunidad. Por este
camino profético resultaría bastante extraño que los antiguos profetas se les
haya negado este hecho o a ellos se les haya saltado anunciar, nada más y nada
menos, que el Mesías sería padre de familia.
Otro elemento es la figura
paterna de Dios. Dios Padre, primera persona de la trinidad santa (en las que confluye
armónicamente el hijo (el redentor) y el Espíritu Santo (en el amor)) es
precisamente el Padre CREADOR de todo y de todos. Es Padre del Hijo, es decir, en este
misterio divino de la trinidad Jesús es el unigénito del Padre pero a su vez es
Dios mismo (“quien me ha visto a mi ha visto a al Padre que me envió”). Jesús
de haber tenido un hijo hubiese roto el vínculo de Dios Padre con ese “hijo de
Jesús” porque esa criatura tendría a Dios-Hijo como su padre. En esa criatura no
encajaría el entendimiento, que nos arropa a todas las criaturas, que tenemos a
un único Padre Creador. Un solo hijo de Jesús hubiese tenido una extraña
realidad, solo en él. Conocería de un Dios Padre Creador pero su padre no sería
este porque su padre (Jesús), que comparte los mismo derechos divinos, siendo
también Dios, asumiría por derivación divina el rol del Padre solo en él. Además,
los roles de las tres personas que conforman la santísima trinidad, siendo un
solo Dios, están bien definidos: El Padre Creador, El hijos Redentor y el
Espíritu Santo Santificador. También se ha dicho que la tercera persona de la
trinidad santa surge del amor entre el Padre y el Hijo. Si del amor divino
entre el Padre y el Hijo tenemos LA PERSONA del Espíritu Santo, ¿No debió
también surgir algo o alguien extraordinario con carácter divino entre Jesús y
su hijo? Por esta razón es sumamente ilógico que Jesús tuviera biológicamente
descendencia. Hubiese dejado, por ese simple hecho, de ser El Hijo para asumir
el título de padre.
Finalmente es la virtud de la
castidad. Un Dios que crea de la nada, que puso en el vientre sagrada de María
un ser que fue engendrado, no creado, sin que esta tuviera relaciones sexuales
(dogma de la virginidad perpetua), resultaría muy extraño que María tuviese
esta virtud de la virginidad pero que en su hijo (Jesús, el Mesías) no se
encontrara. Quizás por la exagerada importancia que le damos al sexo, a ese
contacto carnal de 5, 10, 15 o más minutos como si fuera el centro de la
existencia. Quizás desde un punto de vista animal sí lo sea, pero nosotros como
seres espirituales vivimos un placer más sublime que el vago y superfluo placer
carnal. Quien experimenta el amor de Dios en vida (los éxtasis) viven algo insustituible,
un placer indescriptible narrado por místicos como Santa Teresa de Jesús. Jesús
no necesitó un hijo porque su mensaje no podría centrarse en una descendencia
biológica, eso no era ni es necesario. Eso de hecho nos daría una especie de
semi dios muy a la par de las historias de la mitología griega.
Pero si de descendencia de Cristo
debemos hablar, esa descendencia la encontramos en su Iglesia, en su fe, en su
mensaje de salvación para todos los tiempos. En cada cristiano bautizado o
converso, en cada vida heroica transformada en santidad, ahí está la
descendencia de Jesús. María Magdalena, la eterna “esposa” de Jesús, etiqueta
puesta por los blasfemos que afirman sobre su unión matrimonial con el mesías, ella
sí fue esposa de Jesús, esposa como lo son las religiosas que se consagran de
por vida al salvador. Mujeres que lejos de lo carnal elevan su espíritu, por el
amor y por la fe, a un nivel de placer espiritual y de regocijo que aunque
pasen el peor de los martirios en esta vida saben que tienen un lugar reservado
en la eternidad. No gastemos dinero ni invirtamos tiempo en leer leyendas que
ofenden en esencia a nuestra fe. Fidelidad y amor a la Iglesia es el camino a
la salvación. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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