Todos los días batallamos contra la muerte, la cual, paciente nos espera a todos por igual. Somos un cliente seguro que comprará una vez y para siempre sus servicios. Caminamos hacia ella porque, como dice el refrán, "todos los caminos conducen a Roma", pues todos nuestros caminos conducirán a la muerte.
Pero la mirada de la vida no debe centrarse en este final. La vida hay que vivirla y con pasión, atendiendo a cada detalle que nuestros sentidos nos permiten percibir. Pareciera que en ese reloj de arena que consume nuestro tiempo, debemos fijar la mirada en lo integral y no en lo que en teoría nos quede por vivir, ya que como dijo Jesús en una oportunidad refiriéndose a su venida: "nadie sabe el día ni la hora". La muerte es lo más anti protocolo y anti esquemas que conoceremos de la vida. ¿Quién podría pensar que con una tasa de muerte de 2% y por ende una probabilidad de supervivencia del 98%, tantas personas hoy tengan duelos, porque el COVID decidió que dentro de su 2% estarían sus seres queridos?, nadie.
Sin el consuelo de un más allá, de un cielo administrado por la misericordia de Dios, no solo estas pérdidas, sino todas las vividas por enfermedades, accidentes, malas decisiones, nos serían insuperables. Es verdad que el tiempo lo sana todo, pero no cura las heridas del vacío.
El libro de Eclesiastés, capítulo 3, 1 - 8, encontraremos una enseñanza fundamental para la vida:
Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un tiempo para morir, un tiempo para plantar, un tiempo para cosechar; un tiempo para matar, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; un tiempo para llorar, y un tiempo para reír, un tiempo para estar de luto y un tiempo para saltar de gusto; un tiempo para esparcir piedras, y un tiempo para recogerlas; un tiempo para abrazarse, y un tiempo para despedirse; un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir; un tiempo para guardar, y un tiempo para desechar; un tiempo para rasgar, y un tiempo para coser; un tiempo para callar, y un tiempo para hablar; un tiempo para amar, y un tiempo para odiar, un tiempo para la guerra, y un tiempo para la paz.
Por eso, esto no se trata de malas rachas, de mala suerte, de que Dios no nos ama, de que nos cayó la pava (mala suerte). Esto es vivir, y en los esquemas de la vida, sus excitantes momentos y amargas experiencias, cada día nos recuerda el por qué debemos ser agradecidos con lo que tenemos en salud, techo, comida, trabajo, familia.
No olvidemos que los que se fueron por COVID 19 no han dejado de existir, solamente llegó "su tiempo de morir" y esto les abre una nueva experiencia de vida que todos conoceremos y que al llegar seremos como los recién nacidos, aprenderemos a vivir fuera del líquido amniótico de esta vida para respirar aires de vida eterna.
Dios les bendiga, feliz año 2022 y nos vemos en la oración
Luis Tarrazzi
Instagram: @luistarrazzi
Twitter: luistarrazzi
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