domingo, 19 de abril de 2020

Jesús no suprimió la Ley del Talión




La historia del talión inicia en los tiempos de Moisés, específicamente la propone el libro del Levítico en el Capítulo 24, versículo 17 – 23. El resumen de esta ley supone esto: “fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se hará la misma lesión que él ha causado al otro” (versículo 20).

La tradición judía, en términos de justicia y todavía en nuestros tiempos se entiende así. Es como decir que todo el mal causado amerita una venganza, devolver el daño recibido no en menor proporción. De hecho la misma ley exhortaba a las tribus de Israel, ya distribuidas por Josué en el territorio de Canaán, a tener ciudades refugio (Josué 20,1-9), y el sentido de estas ciudades era “darle asilo a todo el que mate a un hombre involuntariamente; ahí podrían refugiarse para escapar a la venganza del pariente del difunto” (versículo 3).

Ya en los tiempos de Jesús la comprensión de esta ley cambia en uno de los dos sentidos posibles. El primer sentido es que toda acción tiene sus consecuencias y esas consecuencias son cónsonas a la ley del talión, es decir, ningún crimen, ningún mal quedará impune ante la mirada de Dios. Todo mal clama justicia. Pero lo que cambia Jesús es el quién ejecuta esa justicia. Jesús le retira al hombre el derecho de ejecutar esta justicia y solo da el derecho de ejecutarla a al tribunal divino, dirigido por el único Dios verdadero.

Es así como en Lucas 6, 27-38 aparece la ley del amor que supera a la del talión y es una ley que el hombre debe ejercitar para alcanzar la vida eterna. Recogiendo algunos fragmentos del texto nos encontramos con frases como estas: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian…al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra…traten a los demás como quieren ellos les traten a ustedes” Esto para los que ejercitan una lectura rápida es una derogación directa de la Ley del Talión, pero en mi pobre entender es un retiro de su ejecución desde la mano del hombre, no su eliminación.

En Marcos 9,42-50 Jesús nos da un duro consejo: “Si tu ojo es ocasión de pecado, sácatelo, pues es mejor entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno” (versículos 46 y 47). Por eso vemos que en sentido figurativo, el costo de pecar con la mirada puede condicionar nuestra salvación y si pequé con el ojo es el ojo el que debe ser sacrificado (talión).

Cuando Jesús es arrestado Mateo recoge un incidente peculiar, llegado los soldados del templo y consumada la traición de Judas, uno de sus discípulos (Juan luego explicará fue Pedro) en un acto de defensa y amor a su maestro tomó una espada, la desenvainó y le cortó la oreja a Malco, uno de los soldados presentes. Aquí Jesús, que no se le escapaba ningún detalle, exclamó: “Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada perecerá por la espada. ¿No sabes que podría invocar a mi Padre y él, al momento, me mandaría más de doce ejércitos de ángeles? (Mateo 26,52-53) (Otra expresión del talión)

Basta finalmente considerar los acontecimientos posteriores a la muerte de Jesús. El rasgado del manto del templo, el temblor, y años después la destrucción definitiva del templo de Jerusalén, profetizada por Jesús cuando afirmó: “no quedará piedra sobre piedra” (Marcos 13,2).

Así en el sermón de la montaña Jesús nos recuerda de quién es la justicia y el derecho de aplicarla con rectitud: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados” (Mateo 5,6). ¿Quién saciará esa hambre y sed de justicia?, el Dios en quien recae todo poder y autoridad por los siglos de los siglos. Así entenderemos por qué Jesús dijo que no había venido a abolir la ley sino a darle plenitud, y dentro de la ley no abolida está la ley del talión. Los anawin o pobres de Yavhé, hoy en el cristianismo, no invocamos el mal para quienes nos hacen mal, no nos alegramos con el sufrimiento de quienes nos hacen sufrir, solo confiamos de forma absoluta en las promesas de nuestro único salvador. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi

sábado, 11 de abril de 2020

ALÉGRENSE JUDÍOS Y MUSULMANES, CRISTO HA RESUCITADO




Esta Semana Santa, atípica, que quedará en la historia de la humanidad como aquella que los cristianos católicos tuvimos que vivir desde nuestras casas (año 2020) por la cuarentena mundial ante la pandemia del Coronavirus o Covid19, ha sido bien particular para mí. En familia, cada día hemos hecho reflexiones de la palabra, con las lecturas sugeridas por nuestra conferencia episcopal. Nos hemos estrenado de una forma más formal en eso que tenía tiempo escuchando pero que por ocupación y tiempo (excusas) no había desarrollado en mi hogar: ser iglesia doméstica.

Dios nos hizo volver a los orígenes, a la sencillez, al detalle. Parafraseando una de sus frases que dice no quiero sacrificios sino conversión, yo diría que este año Dios no quiso multitudes sino concentración, que entrásemos en nosotros mismos. Imagino que por años desde el cielo chocaba esa imagen de “cristianos” en playa, de rumba, bebiendo y disfrutando mientras vivíamos el recuerdo de la pasión, muerte y resurrección de nuestro salvador. Yo mismo, no pocas veces, vacacioné en tiempos así (otra de las vergüenzas que arrastraré en el libro de mi vida).

Pero tampoco es menos cierto que otros de los aburrimientos del cielo sería ver a los cristianos de semana santa autómatas, esos que siempre aparecían en la semana mayor para actuar, cantar, dirigir, protocolizar; al final nuestros templos pasaban a ser mercados por fuera y teatros por dentro. ¿Exagero?, para mí siempre el termómetro fue la hora santa del jueves santo, ¿cuántos adoradores tenía el Señor ante su presencia REAL, ¿EUCARÍSTICA, vs las multitudes que acompañaban procesiones, palmas y bendición del agua? Si la respuesta es pocos, entonces no exagero. Pero, además, Semana Santa es el tiempo ideal para promover conversiones, vocaciones y traer a los distantes al Señor. Sobre esto cada parroquia tendrá sus números, yo, no obstante, quiero expandir la alegría del resucitado a los más distantes de Cristo, a los que por doctrina y fe no pueden admitir que Cristo es Dios, es decir, mis hermanos judíos y musulmanes.

Uno de los mandatos de Cristo antes de ascender a los cielos fue: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva toda la creación” (Mateo 16,15). Ustedes, hermanos judíos y musulmanes son parte del mundo, son creación de Dios, por lo tanto, les anuncio la Buena Nueva, el Evangelio de Cristo: EL SEÑOR HA RESUCITADO.

¿Cuánto tiempo seguiremos compartiendo el sofisma de que creemos en el mismo Dios cuando al no creer en la divinidad de Cristo niegan la divinidad en la que los cristianos creemos?, ¿cuánto tiempo más tomará los judíos, el pueblo elegido por el Padre, entender que el Mesías anunciado por los profetas, por sus profetas, es Jesús. Sí, mis queridos hermanos, hasta Moisés en la transfiguración del Señor Jesús se apareció en uno de los lados, con el profeta Elías para conversar con Dios. El Coronavirus nos colocó a todos en una misma realidad, por temor y salud. Pues ya es hora de que nos pongamos en una misma realidad espiritual. Es necesario que entren en esta verdad que no negará la suya, al contrario, hará la fusión perfecta. Cuando el pueblo elegido por Dios diga: Bendito el que viene en el nombre del Señor, Israel retomará su Gloria y majestad, porque por fin habrán colocado en el trono de David al verdadero sucesor.
                                                
Mis hermanos musulmanes, los temidos por la opinión pública porque no se les puede hablar de Mahoma, siempre he pensado ¿qué sentido tendría esta fe que aparece siete siglos después de Cristo? Mahoma en una gruta, solo, se le aparece el ángel (“Gabriel”) y le dice: Corán (recita) y esto, años después, daría vida a la Ley del Corán. Ante esto Pablo, el apóstol converso, el fariseo que, como muchos de sus predecesores, perseguía a cristianos, ya había hecho una advertencia en su epístola a los Gálatas: “Me sorprende que ustedes abandones tan pronto Aquel que según la gracia de Cristo los llamó y se pasen a otro evangelio. Pues no hay otro; solamente hay personas que tratan de dar vuelta al Evangelio de Cristo y siembran confusión entre Ustedes. Pero, aunque nosotros mismos o un ángel del cielo viniese a evangelizarlos en forma diversa a como lo hemos hecho nosotros, yo les digo: Fuera con él…Anatema” (Gálatas 1,6-9).

Si lo que buscamos es poder y dominio, ni hablar, seguiremos en esta lucha tonta y sin fin hasta el fin de los tiempos. Pero, si queremos vivir la dicha de ser naciones fecundas, seguras y prósperas creo que debemos deponer nuestra arrogancia, intereses particulares y empezar a seguir la línea lógica de la verdad, esa que mientras lees estas líneas te hablan en tu conciencia.

Los cristianos no somos en su gran mayoría el fiel testimonio de lo que predicamos. Muchos otros ni predican, por eso hoy Dios nos llama al encuentro, al origen de nuestros valores, desde el hogar y la familia para reencontrarnos con él. Debemos dar el paso al frente, debemos decir juntos: CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA.

Dios los bendiga, nos vemos en la oración

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi