La respuesta es sí, lo sabe, lo ve en su eterno presente,
conoce las causas de ese incendio, sus responsables directos e indirectos,
cuánto durará y los costos ambientales que nos dejará. Dios no solo sabe eso,
lo permite y lo permite por una sola razón: “porque nos hizo libres”
Varios artículos en internet destacan que el principal
responsable de esta catástrofe ambiental es la deforestación ambiental. Esto, en palabras concretas, es que los incendios forestales tienen responsabilidad directa
en el hombre, en especial cuando la explotación minera, la avaricia, la
corrupción y el apropiarse de zonas naturales que no deberían pertenecer a
ningún privado sino al mundo, son la línea conductual.
Yo sé que Dios ve esto. Y por redes sociales están los que
claman la lluvia, piden a Dios un milagro de apagar el fuego, piden minutos de
silencio por los animales muertos, la flora destruida, y posiblemente todo eso
está bien. Es la publicidad para quienes ven nuestras publicaciones
y nos perciben en actitud solidaria. A veces, y lo digo con respeto, los que menos
rezan son los que más publican cadenas de oración. Pero la verdad es que todos
somos responsables. Son los gobiernos que elegimos, el ser espectadores del
mundo y no protagonistas, es el ser mediáticos ante problemas que tienen años y
a nuestros políticos y sociedades no les ha importado o muy pocos nos hemos
activado para acabar con estos flagelos (mea culpa).
Cuando algunos se molestan tras la afirmación de que Dios sí castiga vean este ejemplo de la
Amazonía. No es Dios culpable de este incendio, ni es su deseo. Pero el castigo
de Dios es precisamente esa mirada que acompaña pero que no obra por encima de
nuestras libertades porque sencillamente no lo involucramos en las leyes que
aprobamos, en los políticos que elegimos, en las conductas morales que asumimos
y en la forma de vivir nuestra llamada fe. ¡No seamos hipócritas! Dios no es una
suerte de apaga fuegos, Dios es el fuego que no debería dejar de arder en
nuestros corazones: “He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que
ya estuviera ardiendo!" (Lucas 12,49).
En esta línea seguirán las desgracias, no por voluntad de Dios, sino porque
Jesús ya hizo su enorme parte y nuestros poderosos todavía ven mejor matar la
gallina de los huevos de oro que dejar que ella ponga naturalmente sus huevos.
Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi
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