viernes, 23 de agosto de 2019

¿SABE DIOS QUE SE QUEMA LA AMAZONÍA?



La respuesta es sí, lo sabe, lo ve en su eterno presente, conoce las causas de ese incendio, sus responsables directos e indirectos, cuánto durará y los costos ambientales que nos dejará. Dios no solo sabe eso, lo permite y lo permite por una sola razón: “porque nos hizo libres”

Varios artículos en internet destacan que el principal responsable de esta catástrofe ambiental es la deforestación ambiental. Esto, en palabras concretas, es que los incendios forestales tienen responsabilidad directa en el hombre, en especial cuando la explotación minera, la avaricia, la corrupción y el apropiarse de zonas naturales que no deberían pertenecer a ningún privado sino al mundo, son la línea conductual.

Yo sé que Dios ve esto. Y por redes sociales están los que claman la lluvia, piden a Dios un milagro de apagar el fuego, piden minutos de silencio por los animales muertos, la flora destruida, y posiblemente todo eso está bien. Es la publicidad para quienes ven nuestras publicaciones y nos perciben en actitud solidaria. A veces, y lo digo con respeto, los que menos rezan son los que más publican cadenas de oración. Pero la verdad es que todos somos responsables. Son los gobiernos que elegimos, el ser espectadores del mundo y no protagonistas, es el ser mediáticos ante problemas que tienen años y a nuestros políticos y sociedades no les ha importado o muy pocos nos hemos activado para acabar con estos flagelos (mea culpa).

Cuando algunos se molestan tras la afirmación de que Dios castiga vean este ejemplo de la Amazonía. No es Dios culpable de este incendio, ni es su deseo. Pero el castigo de Dios es precisamente esa mirada que acompaña pero que no obra por encima de nuestras libertades porque sencillamente no lo involucramos en las leyes que aprobamos, en los políticos que elegimos, en las conductas morales que asumimos y en la forma de vivir nuestra llamada fe. ¡No seamos hipócritas! Dios no es una suerte de apaga fuegos, Dios es el fuego que no debería dejar de arder en nuestros corazones: “He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!" (Lucas 12,49).

En esta línea seguirán las desgracias, no por voluntad de Dios, sino porque Jesús ya hizo su enorme parte y nuestros poderosos todavía ven mejor matar la gallina de los huevos de oro que dejar que ella ponga naturalmente sus huevos. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.



Luis Tarrazzi
@luistarrazzi


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