Lo primero que debo señalar para este artículo, estimado
lector, es que sería bueno, antes de leerlo, que vieran la película primero, ya
que puedo pecar en algún spoiler.
No obstante el sentido de este artículo no es contar la
película sino destacar algunos aspectos importantes desde el punto de vista de
la diversidad y la complementariedad en el amor, que si bien sabemos no es
motivo de refuerzo en las películas de hoy, en este sentido merece un aplauso
de mi parte a los guionistas de esta producción de Pixar.
Hoy, las corrientes ideológicas del amor (ideología de género) pretenden ser muy
variadas, inclusive hasta el punto de hiper-sexualizar y diluir el tema del
sexo (hombre y mujer) a un tema de preferencias, de gustos, de placer por
placer. Toy Story 4, sin la necesidad de hacer explícito un beso, sin un
lenguaje de erotismo y respetando las diferencias que complementan el amor (Forky
el tenedor y cuchillo femenino, Woody el muñeco y Betty la muñeca) destaca el
amor en un sentido de trascendencia, de estar con la parte que nos complementa,
que le da utilidad y sentido al amor en clave de servicio. Además destaca la
solidaridad en la amistad, el trabajo en equipo, los niveles de importancia
cognitiva según las edades y la magia sana de la creatividad que nos permite
volar desde la mente y construir mundos sin límites.
Por eso agradezco a Toy Story 4 la frescura educativa, en
clave de conservación de los valores básicos que han sostenido a la humanidad
por siglos y a su vez hacer una película para niños donde entran niños y salen
niños, sin conflictos, sin ideas subversivas. Es tan atinado el mensaje que el
mismo Jesús podría cantarnos a todos, en especial a los niños: “Yo soy tu amigo fiel…” Dios los bendiga,
nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
Twitter: @luistarrazzi
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