Mucho se ha predicado desde la fe católica sobre la
virginidad. Poniendo como modelo a María Santísima y al mismo Jesús, es un
proyecto de vida individual que
trata de estimular el autocontrol y enmarcar la sexualidad humana, creación de
Dios, dentro de una estructura y proyecto matrimonial familiar.
El discurso sobre la virginidad se ha vuelto una utopía en
las nuevas generaciones. Tanto así que a la hora de hablar de sexualidad
cristiana muchos evitan mencionarla e inclusive, atentando contra la enseñanza de la Iglesia, del catecismo y la encíclica
Humane Vitae, promueven una sexualidad cargada de anticonceptivos, condones
bajo el slogan: “sexualidad responsable”.
Bajo esa estructura y realidad la castidad se ha vinculado
erróneamente como un sinónimo de la virginidad y por eso resulta poco atractiva
para el discurso cristiano, correcto,
de la sexualidad responsable. La castidad puede partir de una persona no
virgen, porque a diferencia de la virginidad que parte de una absolutismo (se tiene – ya no se
tiene), la castidad inicia desde una decisión consciente de abstinencia a
partir de un determinado momento de conversión. Por eso una prostituta, un
promiscuo, un infiel, un lujurioso, etc; puede tener un punto de quiebre e
iniciar un camino de castidad.
En el año 2015 un reconocido actor y productor mexicano,
llamado Eduardo Verástegui, confesó en una entrevista que tenía, para
ese momento, 13 años de castidad. Nótese que este actor, quien recuerdo en esta
entrevista, también había vivido una vida desordenada, muy propia de la vida
cercana al dinero y la fama, no parte de un concepto de virginidad, sino de
continencia. Una continencia que decía evolucionaría en un matrimonio
sacramental, donde los esposos se hacen castos en fidelidad dentro de un
ejercicio de sexualidad que santifica.
Esa trampa es importante que cualquier persona la tenga presente,
y más en este tiempo de cuaresma que vivimos en este año 2019, porque siempre
se puede recomenzar, sanar, liberar con un perdón de Dios que olvida, levanta
y no encapsula tu vida en tu pasado. Si no ¿qué sentido tendría la palabra
conversión en personajes Bíblico como María Magdalena?
La vida sacerdotal, consagrada y matrimonial están llamadas a
la castidad una vez iniciada. En los consagrados la exigencia no es la
virginidad, es la castidad; que si viene de una perfecta condición de virginidad
seguramente será más brillante. En los esposos igual. Esa donación sin defecto,
sin uso, es lo ideal, pero si dado el caso no es factible, la castidad será
inmediatamente el recurso santificante. Recordemos que volvemos a nacer con el
bautismo y también con la conversión. Sin autocontrol no habrá castidad como
virtud. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
Twitter: @luistarrazzi
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