viernes, 22 de junio de 2018

¿SE ESTÁ PERDIENDO LA MASCULINIDAD EN LOS JÓVENES?


Comienzo aclarando que no pretendo con este artículo ofender a nadie, más bien busco en mis propias líneas descifrar, para entender, una nueva realidad social en un siglo que avanza con cambios tan drásticos y tan radicales que prometen transformar muchos paradigmas sociales, morales y espirituales que traemos los del siglo pasado.

Las modas, desde siempre, han marcado las conductas de los seres humanos. Quizás lo entenderíamos mejor desde la avalancha cultural que se vivió en el siglo XX, a partir de los años 60. Todo se enmarcó dentro del hedonismo y el relativismo. Esto a su vez puede ser herencia social de los tiempos de la ilustración. Lo cierto es que nuestros patrones sociales están cambiando.

Pero hoy, más que nunca, se nota una transformación conductual en los dos únicos sexos naturales que la biología nos da, definidos con los cromosomas XX (mujer) y XY (hombre). El culto al cuerpo, que no satanizo siempre y cuando no se convierta en un obsesión, con jornadas de gimnasios y uso de ropas ajustadas siento va derivando, en hombres, en excesivos cuidados propios del género femenino (por lo menos desde un óptica tradicional) y mujeres que les gusta inspirar deseo en propios o extraños. Pero las tendencias no se quedan hoy solo en jornadas de gimnasios. Hoy hasta en fotos escolares, fiestas, reuniones sociales, etc; se percibe con claridad la necesidad de exhibir los músculos trabajados o las partes del cuerpo humano que activan la libido. Todo esto con un órgano vital que cada vez sub utilizamos más, que se vuelvo básico y con peligro de involución: el cerebro.  Y la riqueza más grande que tiene la juventud, que es la fertilidad del pensamiento, se vuelve básico hacia el culto de un cuerpo condenado a desaparecer.

Hoy vemos muchos conductores de programas, series juveniles, artistas, con accesorios, gestos, peinados que nos cuesta a los del siglo XX asociar con la masculinidad. Y ojo, quizás se trata de que los patrones están cambiando y nosotros debemos adaptarnos a esta nueva realidad o también pueda tratarse de un esnobismo que quiere colocar las excepciones como norma y a la norma como excepción.

Ante esto, los cristianos ¿qué debemos hacer? La fe para esto muchos la perciben obsoleta y poco atractiva para las nuevas generaciones. Pero si desde el principio hombre y mujer nos creó y es más que sabido que la psicología masculina no es igual a la femenina, debemos estar atentos de que el mundo no se convierta en una gran tarima de actores que vivan constantemente disfrazados en personajes irreales, ajenos a su realidad biológica y social, lo cual pondría en peligro no solo a la familia y a la vida, sino que nos haría esclavos de una Matrix que Jesús ya derrotó, una Matrix que nos terminaría haciendo zombis de nuestras propias vidas y adictos a una moda que se pondrá muy creativa con nuestra sumisa venia. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi

viernes, 8 de junio de 2018

MEJOR NO NACER CATÓLICO


Una vez señalé que los mejores testimonios de fe católica que yo he escuchado, leído o conocido, han sido de personas conversas, esas que no practicaban esta fe o inclusive la despreciaban. Y es que en efecto, la fe conocida, vivida, de convicción, deja huellas más profundas en las personas, en vez de aquellos que  somos católicos por tradición familiar, porque abuelos o padres eran católicos y nosotros nacimos y nos hicieron católicos.

Dos testimonios elocuentes son los de  San Pablo y San Agustín, de quienes no solo podemos hablar de una conversión conceptual, de la mente, del saber, sino también debemos incluir, y primero que todo, la conversión del corazón, de sus emociones, esa que sanó sus heridas, los confrontó con su error, los hizo llorar, sentirse amados y luego enamorados locamente de esa verdad hallada.

El pueblo judío pasó por este error. Tras saberse el pueblo escogido por Dios  el esfuerzo de amar se redujo a leyes y apariencias. Eran “Tumbas vacías”. Por eso ellos no mostraban esfuerzo por evangelizar sino por proteger su independencia, estructuras y sus apariencias.

Pablo, apóstol de los gentiles, nota este errado enfoque y nos habla por primera vez en sus cartas que no solo es la ley la que nos salvará sino la fe en Cristo. Una fe que a su vez nos ayudará, por amor y con dosis de humildad, a aproximarnos a la ley.

Nuestra fe católica, sobre todo desde una óptica sacramental (bautismo, comunión, confirmación y matrimonio) está cargada de hondas apariencias. Se cumple el rito pero el corazón dista de Dios. Se sigue la tradición pero no hay un sentido de pertenencia, de pasión por Jesús. Y esto lo vivimos docentes, padres de familia, sacerdotes, profesionales, etc. Y esto se traduce en un desafío: ¿Necesita el católico convertirse al catolicismo? Ó ¿necesita el cristiano convertirse a Cristo? La respuesta es sí, considero que todos necesitamos esa conversión.

No es lo que hacemos en la fe, no se trata del cargo, título o labor. No es porque soy catequista, cantante, profesor, sacerdote, laico comprometido, ministro eucarístico, jefe del despacho parroquial, monaguillo, sierva, etc; es cómo Cristo impacta en mis decisiones, humildad, servicio, obediencia, fidelidad, armonía, convivencia. ¿Me están lavando los pies en mi parroquia, con elogios y reconocimiento o yo estoy lavando los pies de aquellos que necesitan conocer a Jesús? La nuevas generaciones necesitan ver una Iglesia en salida, al servicio de Jesús, creíble y no cargada de apariencias. No somos jueces ni dueños de la viña, somos siervos de aquel que nos amó y dio su vida por nosotros, somos seguidos de aquel que “nos amó hasta el extremo”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

@luistarrazzi