Venezuela, mi país, hoy se ha
convertido en un asiento de eyección, un país donde por temor o por obligación,
pareciera lo más correcto huir de ella. Y es que efectivamente cualquier razón
es justificable para dejarle al galope. Violencia, escases, anarquía, pobreza
educativa, carencia de oportunidades, desestimación de la esfuerzo académico a
la hora de aspirar buenos ingresos, etc, etc, etc.
Así que el dilema existente para
mí es: migrar sin Dios o quedarnos en la incertidumbre con él. Las aspiraciones
de los padres para con sus hijos siempre están basadas en los éxitos
profesionales, la seguridad y la constitución familiar. Todos los padres quieren que sus hijos sean
felices a toda costa y sin duda, esa felicidad, la que he descrito, en
Venezuela, a distancia, se podrá alcanzar. Jesús siempre nos enseñó que no
somos seres de este mundo, pero el mundo nos convenció de otra cosa y eso es
difícil rebatirlo.
A los padres modernos no les
interesa (sin generalizar al 100%) que sus hijos sean creyentes en Dios y menos
relevante que sean buenos cristianos católicos. Les interesa que sus hijos
vivan, lo más que se puedan, y sean prósperos en economía y bienes materiales.
El mundo desarrollado de las ciudades modernas enamora, emborracha la
conciencia y calla los gritos del alma de estar con su creador. Y eso lo
demuestran las conductas. Si no van a misa todos los domingos poco les
importará si ha donde van hay iglesias católicas. Si no se confiesan
sacramentalmente o adoran a Jesús eucarísticamente poco relevante será si a
donde migran la vocación sacerdotal está en picada. Uno ve el brillo en los
ojos de los padres que tienen hijos fuera de Venezuela cuando algunos te dicen:
“Allá tiene su casa, su carro y su buen trabajo” La santísima trinidad moderna.
Pero, ¿Qué propongo, quedarnos en
Venezuela expuestos al mal y sufrir, sin oportunidades?, francamente no tengo
respuesta a eso. Capaz en el futuro yo mismo migraré. Pero me angustia que mi
búsqueda de un futuro mejor me haga olvidarme de Dios, engavetarlo en los
recuerdos anecdóticos de una fe que muchos piensan está en extinción. Pero, es
que me alberga la esperanza en un Dios que siempre triunfa, en un Dios que no
nos abandona, un Dios que ama a sus hijos VENEZOLANOS como a la “niña de sus
ojos”.
Quizás mi mensaje es que
Venezuela necesita, más que nunca, de sus cristianos practicantes. No de los que
se dicen cristianos alejados de la misa, de la adoración. Le hablo a los que
oran, adoran y se sacrifican. Un cristiano sin esperanza es un cristiano
muerto. Y quizás migrar es el traslado de cadáveres espirituales que buscan en
la distancia, vivir mejor en lo finito y no en la eternidad.
Sé que muchas de mis afirmaciones
pueden ser injustas, pido perdón por ello. Solo les pido que al migrar
verifiquen que el mismo Dios que dejan será el mismo que los recibirá. Y no lo
digo metafóricamente. Si la Eucaristía que abandonan acá no la encontrarán
donde van, habrán migrado sin Dios. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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