Cuando veo una
cucaracha en mi casa siempre me cuestiono el por qué si soy enemigo de la
mugre, la suciedad. Siempre había asociado la presencia de cucarachas a casas
sucias o habitantes poco aseados. Pero, si bien eso contribuye, la respuesta de
su aparición en un hogar no siempre se explica con la mugre, sino con las
entradas.
El pecado es así. Un
alma en gracia no es inmune al pecado. El pecado le rodea, le asecha, y cuando
consigue una brecha entra.
Las cucarachas, como
el pecado, entran de afuera. Puede ser que una vez dentro se reproduzcan y
hagan morada. Pero no pertenecen ni al
hogar ni a nuestro cuerpo.
El pecado, como las
cucarachas, se oculta y hacen mayor vida en la aparente oscuridad. Pero la luz
de la verdad le sorprende y cuando le sorprende desagrada, asusta.
Las cucarachas, en
condiciones normales, no agradan a nadie, pero sí es cierto que nos podemos
acostumbrar a vivir con ellas. Con el pecado ocurre lo mismo. A veces por no
saber cómo deshacernos de él o por impotencia, le dejamos ahí ocupando y
ensuciando nuestro hogar, nuestro entorno.
Finalmente, las
cucarachas, contrario a lo que se piensa, son animales limpios. Si bien siempre
están en torno a los alimentos y la mugre, ellas se dice constantemente se
están aseando. El pecado, es en este aspecto antagónico, porque puede aparentar
limpieza, libertad, pero está lleno de mugre y nos hace incompatibles con la
purísima gracia de la santidad.
No lograremos acabar
con las cucarachas, pero sí podemos acabar con el pecado en Cristo, en quien
todo lo podemos. Dios los bendiga, nos vemos en la oración
Lic. Luis Tarrazzi
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