domingo, 28 de diciembre de 2014

EL HERODES DE MI MENTE





Cada 28 de diciembre la iglesia nos invita a recordar un acontecimiento dantesco que sin duda debió ser de gran impacto social y prácticamente insanable para sus dolientes. Fue el día en el cual Herodes mandó asesinar a todos los niños menores de dos años de edad persiguiendo un temor, una profecía. En esas épocas donde los reyes siniestros veían traiciones hasta en sus sombras y el temor de perder el poder era agudo.

Pensando sobre esta fecha pensé en nuestra actitud ante el pecado y nuestros actos de Herodes para asesinar nuestra conciencia. Todo pecado, así sea fugazmente, inicia en el pensamiento. Comparto la idea que Dios nos habla a través de la conciencia cuando, previo alguna conducta, sentimos un freno, un NO que muchas veces mandamos asesinar.

Jesús habita y nace en todos nosotros. Vive en nuestro pensamiento y a medida que lo vamos conociendo (con la catequesis familiar y pastoral)  se debe ir asentando y reflejando en nuestras conductas. Cuando, por el libre albedrío, comenzamos a sentir tentaciones e invitaciones a pecar, nos visitan los reyes magos del pensamiento llevándonos o recordándonos el anuncio de que Jesús está en nosotros, que debemos adorarle y alejarnos del mal camino. Es aquí cuando puede abordarnos una actitud herodiana y tras escuchar el llamado mandamos asesinar todo pensamiento restrictivo. Lo barremos todo y luego de intentar borrar a Dios de nuestra mente, estamos prestos a entregarnos al pecado.

Pero Dios no muere. Nuestra maldad no le alcanza ni le mancha. Él migra al Egipto de nuestro corazón y espera, pacientemente a que nuestro Herodes se consuma. Y una vez muere ese Herodes que nos gobierna, él regresa triunfante para habitar nuevamente el Belén de nuestro pensamiento.

No obstante no siempre se logra ese final feliz. Porque muchas veces el amor a Herodes es tan grande que cuando él muere morimos con él. Porque Jesús siempre triunfará sobre el pecado, sobre el mal, pero su triunfo sobre nosotros no está garantizados porque somos LIBRES de amarle o rechazarle. Jesús no es vencido, somos nosotros los  derrotados.

El día de los santos inocentes, fuera de las bochornosas bromas que hoy inspira, es un día para recordarnos que nosotros hoy también podemos intentar asesinar a Jesús, porque tememos que nuestras vidas de placeres y excesos sucumban, porque tememos entregar el trono a su único y verdadero dueño. Que Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

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