viernes, 30 de diciembre de 2022

EL PORTERO QUE PELÉ NUNCA LE HIZO UN GOL

 



Nos hemos enterado de la muerte de un grande del fútbol, Edson Arantes do Nascimento, mejor conocido como Pelé, el rey. Único jugador en la historia del fútbol capaz de levantar tres copas del mundo y, aunque el propósito de este artículo no es exponer estadísticas del fútbol en torno a este jugador (ya que experto no soy), sí quería proyectar mi idea hacia lo que derivan los muchos acontecimientos de la vida humana, el final.

 

Todos los ídolos del mundo, algunos grandes ejemplos, otros no, han tenido que pasar por la realidad de que sus vidas finitas terminan. La humanidad ha despedido políticos,  artistas, deportistas, famosos en general y la dinámica es la misma: homenajes, documentales, bellos recuerdos y luego ¡a seguir adelante!


Y es que ni el más grande futbolista de la historia, con más de 1.000 goles de por vida, pudo hacerle un gol a ese portero que lo detiene todo, al portero que se planta frente a ti y te dice: “hasta aquí”.

 

Por ello, la esencia de la vida no está en lo que logramos para el mundo, sino, como diría nuestro amado Jesús, lo que logramos para esa vida eterna, en donde Pelé, conociendo la verdad, la justicia y la misericordia de Dios, estará el resto de su existencia. Y sí, me atrevería a decir, que el mejor recuerdo para un ser admirado como él, es orar por su alma. Porque el cielo no es un embudo donde todos pasan y entran, es una recompensa a muchas cosas que solo Dios podrá juzgar.

 

¡Qué buen recuerdo deportivo deja Pelé al mundo del deporte!, ahora a ponerse la camiseta de la única selección que jamás perderá ningún juego, la camiseta de la santidad.

 

Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

 

Luis Tarrazzi


miércoles, 28 de diciembre de 2022

JESUS NO FUE AL FUNERAL DE SU PADRE




“Hay personas que se quedaron con el Dios del Antiguo Testamento”. Esta expresión no pocas veces la he escuchado, inclusive de personas vinculadas a la vida, pastoral o educación católica, en una suerte de impulsar solo la visión relativista de los nuevos tiempos, en donde, hagas lo que hagas, seas como seas o impulses lo que impulses, siempre y cuando esté dentro de los cánones de los tiempos presentes, siempre habrá un cielo para ti, un “perdón” para ti y una salvación para ti.

 

Coloco la palabra perdón entre comillas porque uno de los requisitos indispensables para que actúe la misericordia de Dios en nuestras vidas es el arrepentimiento. Sin él, lo que en realidad estamos apostando es a la imagen del Dios ingenuo, tonto o al cinismo espiritual.

 

Para que “el Dios del Antiguo Testamento” haya perdido vigencia en nuestros tiempos, tendría, necesariamente, que haber muerto y el culpable de su muerte sería  el mismo Jesús, siendo la fuente del sustento argumentativo para defender que con él descubrimos el verdadero rostro de Dios. Lo cierto es que, hasta donde yo sé, a ese funeral no asistió Jesús.

 

Esta visión cismática entre el Antiguo y el Nuevo Testamento no es nueva. Ya el marcionismo, siglos atrás, expuso esto que al final derivó la conclusión de idea herética. Cristo vino a darle esplendor y mayor luz a lo que toda la historia de la salvación recogió por años. Vino a darle plenitud a la ley, a la verdad. Cristo, en su naturaleza humana, rindió culto, obediencia al Padre, y expuso las consecuencias de una vida marcada por la arrogancia, soberbia, en resumen, el pecado.

 

Hacer una labor de evangelización centrada solo en el Nuevo Testamento, en lo particular, no lo recomiendo. La Biblia, en pleno, es imagen del rostro de Dios, que me gusta resumirlo en: amor, verdad y justicia. En ello se condensa buena parte del camino que conduce a la Salvación.

 

En Cristo obtuvimos los méritos para salvarnos, es decir, recuperar como raza, como especia, un referente de gracia que en Adán y Eva perdimos. Pero Cristo no es un comodín abierto por donde pasan los que hemos sido o somos desordenados en la moral, en el pensar, en la indiferencia y en la equidad.

 

Eliminar verdades de fe como: la condenación, el infierno, el purgatorio, los demonios, la tentación, el pecado, no solo es un error, es una complicidad en lo que ha derivado en generaciones perdidas, irreverentes o indiferentes a estos temas.

 

Hoy pareciera que la nueva Babel no se construye con bloques sino con tecnología, entretenimiento y placer. Así como el sepulcro está vacío, aquel que albergó el cuerpo de Cristo, la urna del Padre también está vacía, esa que ha querida borrar su imagen del cristianismo. Esto sería como parafrasear esa frase de Jesús en donde decía que el que lo había visto a él, veía al Padre que lo envió. Con esta frase yo diría: el que no vea a Cristo en el Padre, jamás verá al Dios verdadero.

 

Que Dios les bendiga, nos vemos en la oración

 

Luis Tarrazzi