No me quisiera detener en lo que haya podido ocurrir en la vida de Mckey, sus errores o abusos confesos y los contextos de cada caso. Al final, como hombre que soy, considero en efecto que cualquier método de engaño para obtener un fin, siempre será una forma de abuso de poder.
Tampoco es
menos cierto que en la actualidad manejamos una doble moral
formativa que no justifica pero sí explica muchos hechos centrados en la
lujuria, porque al final todo acto recreado en la mente tiene potenciales
riesgos de consumarse en hechos. Así, podemos potenciar que los jóvenes se
masturben viendo bastante pornografía porque es normal y luego cuando
están bien podridos de sexo en sus mentes empiezan en algún momento a desear
llevar la virtualidad a sus propias vidas. Hacemos “educación” sexual solo a
razón de usar métodos anticonceptivos y a eso lo llamamos sexo responsable pero
no contextualizamos los riesgos emocionales que puede implicar para jóvenes a
muy temprana edad iniciar una vida sexual y ser presas de predadores como las
que este caso, y otros que han surgido, sugieren.
Pero, lejos de
evaluar y juzgar los hechos, sí que quiero centrarme en una noticia que me impacto
mucho, el suicidio de Mckey, un escritor que por bastante tiempo tuve el gusto
de escuchar en la radio, en los avances que daba de su portal prodavinci.
Hay una
escena recreada en el evangelio de San Juan, capítulo 8, y es el pasaje de la
mujer adúltera. Esta mujer llevada a los pies de Jesús le esperaban piedras
porque cometió adulterio. Jesús necesitaba quedarse a solas con ella, pero
primero requería cerrar el chat o esperar que ella dejara de ser tendencia. Así
que a todos los que con sus piedras viralizaron el hecho y hondeaban la bandera
del pudor los sacudió con una pregunta directa: “el que de ustedes esté libre de pecado, lance la primera piedra”. Así la tendencia se fue desvaneciendo hasta el
punto que otros temas sustituyeron el pecado de esta mujer, pecado grave, pero
que Jesús no atendía con público. Al quedarse solo con la adúltera, Jesús le
pregunta: “¿dónde están los que te hicieron tendencia?” y ella respondió: “ya
no están Señor”. Así Jesús pudo construir la fórmula sanadora y liberadora a un
pecador: “yo tampoco te condeno, en adelante no peques más”
Jesús no
cambia vidas por otras. No se hace eco de las masas. Acompaña a víctimas y
victimarios. Abre espacio a la conversión y con ello no anula la justicia. Hoy
pienso que de toda esta historia del evangelio, parafraseada al señor Mckey, solo le faltó la
presencia de Jesús. Fue develado su pecado, se hizo público. Fue llevado a la
tarima donde hay muchas piedras esperando. Se opina sin contexto y se condena
sin sentencias. Y esto, si bien no es causa directa de su suicidio ni hace
culpable a las víctimas (confirmadas o no), influye cuando hablamos de figuras
públicas. El mundo de la fama es tan superfluo que se desecha con facilidad.
Y vuelve mi
reflexión a la médula del sentido de pertenecer a Cristo (cristianos): “El que
de nosotros esté libre de pecado, que lance su primer tweet”. 140 caracteres
pueden ser más dolorosos que las heridas de unas piedras bien dirigidas.
Dios se
apiade de su alma señor Mckey, consuele a las víctimas del flagelo del abuso,
permita construir caminos coherentes de formación y educación sexual, pero por
sobre todo, permita un desarrollo de madurez humano en el poderoso mundo de las
palabras.
Dios los
bendiga, nos vemos en la oración
Luis Tarrazzi
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