martes, 29 de octubre de 2019

DEL CARISMA A LA SECTA



Sin ponernos muy catedráticos  y si tuviésemos que definir la palabra carisma, a la luz de la fe cristiana católica,  podríamos decir que es el modo de vida que Dios inspira en hombres y mujeres santos para seguirle según su voluntad. Lo hermoso de los carismas es que no son homogéneos pero sí buscan un mismo fin, el encuentro con Jesús para la salvación de las almas.

Los carismas son necesarios porque la mayoría de los cristianos católicos requerimos de liderazgos contemporáneos o históricos para orientar nuestro modo de seguir y servir a Dios. Así un carisma es un recurso de fe mas no es el fin en sí mismo. Es carisma puede cumplir un tiempo, dar respuesta a un momento histórico o de hecho puede cambiar, pero siempre dentro del mismo marco donde transitan todos los carismas, la Iglesia Católica. Si comparáramos el carisma con una aplicación de play store la Iglesia sería el internet.

Luego de esta larga introducción que elogia los carismas debemos advertir sobre los riesgos del mismo: el sectarismoEs muy común que defendamos desde los carismas los procesos de inculturación, pero a veces puede ocurrir que entre carismas, al ser comparados, surjan rivalidades o celos. La frase: “¡ese no es nuestro carisma!”ó “debes conocer mejor nuestro carisma” rescata que no pocas veces se despierta más celo por la membresía que por la Iglesia.

Es peligroso profundizar caminos de evangelización solo desde un carisma sin la previa base común, doctrinal, católica. Así, podemos correr el riesgo del sínodo de la Amazonía, que en sus nobles intensiones rayó y pasó la línea en enfoques panteístas, hiperecologistas, hipo evangelizadores y, como en el caso del celibato sacerdotal, hasta rebeldes.

Una secta filtra la realidad desde su pequeña concepción, insta a sus miembros a adaptarse a las exigencias propias y ve rivalidad en quienes piensan diferente. Un carisma se vuelve opción, como lo sería una persona que le guste la renovación carismática vs los que prefieran la contemplación y el silencio. Un carisma te permite caminar entre los jesuitas y el opus dei, ambos con santos fundadores y ambos a razón de un mismo propósito.

Luego de que Jesús expulsara a los vendedores del templo, dice el evangelio (Juan 2, 17) que “sus discípulos se acordaron de lo que dice la Escritura: “Me devora el celo por tu casa”. Este es el punto que debe unir los carismas, la casa común y nuestra Iglesia Católica, de siempre, ha necesitado esta consolidación y comprensión de la misión. El carisma podría secarse, transformarse o multiplicarse, pero la casa común seguirá hasta el fin de los tiempos.

Dios les bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi

jueves, 3 de octubre de 2019

FRANCISCO, EL PAPA DE LOS BROTES



En medicina, cuando se desea saber a qué somos alérgicos, el alergólogo realiza un examen que el consiste en “colocar extractos líquidos de alergenos (es decir, sustancias -como el polen o determinados alimentos- que suelen provocar reacciones alérgicas en las personas con alergia), en el antebrazo o la espalda del paciente y luego realizar pinchacitos (punción) o cortecitos (escarificación) en la piel. El alergólogo esperará aproximadamente 15 minutos para comprobar si se forman unos puntitos rojizos y abultados (denominados pápulas), indicadores de alergia”. Así lo explica el portal kidshealth.org (https://kidshealth.org/es/teens/allergy-tests-esp.html).

En la fe podríamos suponer que de vez en cuando este examen es necesario, por eso, y con el respeto que se merece el Papa Francisco, en este artículo lo he llamado el Papa de los brotes. Francisco ha sido un Papa para todos, como de hecho debe serlo, un Papa que ha tenido desde sus inicios una intención de acercamiento a los más apartados o marginados; y un Papa que podría definirse como el Papa de la misericordia. Así como a inicios del siglo XX por medio de Sor Faustina Dios nos recordó su lado misericordioso, quizás ante la mirada de una Iglesia con un discurso más condenatorio, hoy vemos que pasamos al otro extremo donde nada es pecado y casi que negamos la existencia del infierno.

De los años de papado de Francisco la encíclica que abrió el brote de muchas posturas en torno al catecismo y la tradición de la Iglesia fue 'Amoris laetitia' (La alegría del amor). A través de ella algunos consagrados y laicos comprometidos empezaron a expresar su abierta posición a cosas que doctrinalmente están muy claramente definidas, en el catecismo de San Juan Pablo II. Los temas morales se relativizaron y hoy podemos llegar a confesarnos con sacerdotes que nos digan que lo que creíamos pecado “ya no lo es” o lo que defendíamos como contrario a la moral cristiana debe reconsiderarse para no caer en juicios injustos. Al final, como me lo dijo en una reciente confesión un sacerdote, hablando sobre el tema de los divorciados vueltos a casar: “Es verdad que Jesús dijo que quien se casa con una mujer divorciada comete adulterio pero no olvidemos que Dios es amor y misericordia”. Esto es un ejemplo de brote alérgico al catecismo, una reacción opuesta a una verdad explícita, que no niega la misericordia de Dios pero sí relativiza un pecado.

Francisco era un Papa necesario. En los criterios que como laicos y consagrados debemos tener ante la sana vivencia de la fe es menester tener muy claro quiénes son las personas que llevando la bandera de la evangelización enseñan sus propias doctrinas o tienen posiciones ambiguas (por no decir contrarias) a lo revelado, interpretado y transmitido por la Iglesia Católica en más de 20 siglos de historia.

Cierro con un sabio consejo del apóstol San Pablo: “Estad alerta; manteneos firmes en la fe; portaos con valentía, sed modelo de fortaleza”. 1 Corintios 16,13

Dios los bendiga, nos vemos en la oración

Luis Tarrazzi
Twitter: @luistarrazzi