Estamos en un tiempo, ya bastante prolongado, donde se ha
vuelto mejor estar del lado de la protesta que del lado de la sensatez. Donde
nuestros calendarios se van llenando de días a favor de o en contra de y entre
marchas y pancartas surgen y surgen movimientos, movimientos que contrarios a
la esencia de la palabra, no pocas veces paralizan la riqueza existencial de
ser hombre o ser mujer.
Si bien reconozco que mi título es ofensivo para muchas
mujeres y que también no pocas se quedarán en el título para emitir comentarios
duros, primero quisiera definir lo que quiero decir con estupidez: “es una tontería o algo que no tiene lógica”.
Porque si bien una cosa es luchar por los derechos humanos, civiles, morales y
hasta espirituales de tu esencia como mujer (lo cual yo llamaría feminidad) y
otra es crear un movimiento que vaya en contra del hombre o de la propia
riqueza del sexo femenino. Por eso yo hablaré de la feminidad, no del
feminismo.
No somos iguales. Hombres y mujeres si algo debemos tener
claro es que ni biológica, ni psicológica, ni emocionalmente somos iguales.
Solo hablar de esto se llevaría muchas hojas, por eso invito a escucharlo,
luego de leído este artículo, en este breve video del Padre Angel Espinoza, que
hasta de forma jocosa lo describe muy bien: https://www.youtube.com/watch?v=WNg-5xUnh5c
Otro aspecto es que no pocos movimientos feministas elevan
como bandera falsos derechos como el aborto o cuestionar cualidades biológicas
únicas como la vivencia de una sexualidad matrimonial monógama y reproductiva,
la maternidad, la administración del hogar y la dignidad. Es decir, pareciera
que lo que en esencia dio origen al plan existencial del ser mujer, que es complemento del hombre, nunca
inferioridad, hoy son vergüenza para muchas que prefieren profanar iglesias...
.
..y masculinizar sus rasgos. Es un poco el concepto de los que
se dedicaron por años a las guerrillas y luego en el mundo de la política no
saben abordar problemas sociales sino desde la conflictividad y desde el tener
enemigos (reales o imaginarios).
No hubo un ser que destacara más los rasgos de la mujer que
el mismo Jesús. Quien, siendo Dios, decidió venir al mundo del vientre puro y
santo de una mujer. Quien cuando pronunciaba la palabra mujer lo hacía como un
título, no como un adjetivo despectivo. Con la palabra “mujer” rescató a la adúltera
(Juan 8,1) de una muerte segura y del pecado. Con la palabra “mujer” se dirigía
a su madre, modelo ejemplar de feminidad. “Mujer” fue la primera palabra que
pronunció luego de resucitado. Tuvo mujeres discípulas, fieles, que aunque
algunos retorcidos quieran vincular alguna de ellas con él desde un punto de
vista sexual, Jesús las recibe por lo que son, no por lo que le pueden dar en
rasgos de placeres carnales finitos. Jesús dignificó y dignifica a la mujer sin
ponerla en conflicto con el hombre.
Pero con todo esto ¿quiero negar los abusos, humillaciones y
frustraciones que a lo largo de la historia han sufrido muchas mujeres? Al
contrario. El haberle negado a la mujer, en algunas sociedades, derechos a la
educación, el voto, la profesionalización, la imposición de matrimonios, su
instrumentación sexual y lo más reciente: la trata de personas, nos habla con
claridad los grandes desafíos que como sociedad tenemos. Un problema que
arraiga muchas causas, entre las que debo señalar:
1) El machismo de crianza: del cual NO
TODAS, pero sí un gran número de madres son corresponsables. En sociedades como
la latina, donde el matriarcado es lo primario, donde un gran número de mujeres
les ha tocado como guerreras levantar solas a sus hijos (varones para seguir la
idea), por múltiples causas son reforzadoras sociales del machismo social. Serían
esas madres sirvientas de varones, donde el varón no lava, no cocina, no
recoge, no hace ni colabora en los oficios del hogar. Donde al varón se le
aplauden conquistas, sexualidad promiscua, alzamientos de voz y groserías, esa
es un reforzamiento de un machismo social.
2) Las religiones centradas en el hombre
y no en Dios. Una cosa es la distribución de roles dentro de la fe y otra, muy
distinta, es la opresión del hombre a la mujer desde una falsa concepción de la
fe. El fundamentalismo como expresión de fe es terrible y casi siempre ha
pisoteado y creado erróneos conceptos de la mujer. La mujer no es una fábrica
de bebés y mucho menos una suerte de prostituta privada que está ahí solo para
el placer masculino. Pero esto no se contrapone a la riqueza de la maternidad,
de compartir deberes y derechos en la crianza de los hijos, de proteger la
vida, de anhelar ser parte de familias santas. La mujer, a imagen de María, es
sierva y esclava de Dios, palabra chocante porque la asociamos a la esclavitud histórica.
Pero esta esclavitud, que Jesús también vivió, es el sometimiento voluntario al
amor y providencia de Dios, que siempre
velará por tu integridad porque como dice la Biblia te tratará como “la niña de sus ojos” (Salmo 17,8;
Proverbios 7,2 y Zacarías 2,8).
3) El aspecto profesional, empresarial,
político y social ciertamente ha sido absorbido por años por la figura
masculina. Pero esto evolutivamente va cambiando. Yo mismo acabo de cambiar de
trabajo y vengo de una jefatura mayoritarimente masculina y ahora tengo jefas.
Es cierto que en la conducta y desarrollo cognitivo hay diferencias marcadas en
cada caso hay riquezas y desafíos. Es como dicen de la docencia: “que no es lo
mismo educar desde el ser madre que cuando no se cuenta con esta experiencia”.
Esta máxima, que no es un dogma, muchas veces condiciona nuestros éxitos o
fracasos profesionales. No por ser mujer o por ser hombre serás buen jefe,
gerente o trabajador. Es tu empatía, tu participación en el clima
organizacional, tus valores, tu objetividad, tu honestidad, tu respeto a la
dignidad propia y de tus compañeros, eso y más lo que dará éxito y vigor a tu
ser mujer.
4) Por último, la Ideología de Género.
Yo lo definiría lo más diabólico de nuestro tiempo que busca afectar la noción
divina del matrimonio y la familia. Un movimiento que lucha contra conceptos
antinaturales, criminales (aborto y eutanasia), la sana formación de los hijos
en armonía con su biología y su constitución cromosómica (XX o XY), que busca
establecer las preferencias sexuales como derechos y que a su vez explícitamente
quiere educar o imponer una suerte de naturalidad de estos conceptos en los niños, sencillamente
es aberrante. No se trata de juzgar o discriminar tendencias, se trata de no
naturalizar hechos puntuales para masificarlos y así hacer una sociedad donde solo yo me sienta mejor. Permitir que esta ideología tome la bandera de los
derechos de la mujer es denigrar la esencia misma del ser mujer. El sagrario de
la vida, la mujer, echado al basurero donde millones de cadáveres fetales
yacen. Donde da lo mismo creerse un gato, casarme con un perro o tener trinomios “matrimoniales”.
No, la vida de la mujer está por encima de esas jaulas tiránicas, la tiranía
del relativismo definida por Benedicto XVI, la tiranía del pensamiento.
Este largo artículo se lo dedico a las mujeres que han
formado parte de mi vida, como mi madre, amigas, esposa, compañeras
profesionales, religiosas, madres solteras, viudas. Como decía San Enrique de
Ossó: “Educa a una mujer y educarás a una
familia”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
@luistarrazzi