viernes, 15 de marzo de 2019

CASTIDAD SIN VIRGINIDAD


Mucho se ha predicado desde la fe católica sobre la virginidad. Poniendo como modelo a María Santísima y al mismo Jesús, es un proyecto de vida individual que trata de estimular el autocontrol y enmarcar la sexualidad humana, creación de Dios, dentro de una estructura y proyecto matrimonial familiar.

El discurso sobre la virginidad se ha vuelto una utopía en las nuevas generaciones. Tanto así que a la hora de hablar de sexualidad cristiana muchos evitan mencionarla e inclusive, atentando contra la enseñanza de la Iglesia, del catecismo y la encíclica Humane Vitae, promueven una sexualidad cargada de anticonceptivos, condones bajo el slogan: “sexualidad responsable”.

Bajo esa estructura y realidad la castidad se ha vinculado erróneamente como un sinónimo de la virginidad y por eso resulta poco atractiva para el discurso cristiano, correcto, de la sexualidad responsable. La castidad puede partir de una persona no virgen, porque a diferencia de la virginidad que parte de una absolutismo (se tiene – ya no se tiene), la castidad inicia desde una decisión consciente de abstinencia a partir de un determinado momento de conversión. Por eso una prostituta, un promiscuo, un infiel, un lujurioso, etc; puede tener un punto de quiebre e iniciar un camino de castidad.

En el año 2015 un reconocido actor y productor mexicano, llamado Eduardo Verástegui,  confesó en una entrevista que tenía, para ese momento, 13 años de castidad. Nótese que este actor, quien recuerdo en esta entrevista, también había vivido una vida desordenada, muy propia de la vida cercana al dinero y la fama, no parte de un concepto de virginidad, sino de continencia. Una continencia que decía evolucionaría en un matrimonio sacramental, donde los esposos se hacen castos en fidelidad dentro de un ejercicio de sexualidad que santifica.

Esa trampa es importante que cualquier persona la tenga presente, y más en este tiempo de cuaresma que vivimos en este año 2019, porque siempre se puede recomenzar, sanar, liberar con un perdón de Dios que olvida, levanta y no encapsula tu vida en tu pasado. Si no ¿qué sentido tendría la palabra conversión en personajes Bíblico como María Magdalena?

La vida sacerdotal, consagrada y matrimonial están llamadas a la castidad una vez iniciada. En los consagrados la exigencia no es la virginidad, es la castidad; que si viene de una perfecta condición de virginidad seguramente será más brillante. En los esposos igual. Esa donación sin defecto, sin uso, es lo ideal, pero si dado el caso no es factible,  la castidad será inmediatamente el recurso santificante. Recordemos que volvemos a nacer con el bautismo y también con la conversión. Sin autocontrol no habrá castidad como virtud. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi

Twitter: @luistarrazzi

sábado, 9 de marzo de 2019

LA ESTUPIDEZ DEL FEMINISMO




Estamos en un tiempo, ya bastante prolongado, donde se ha vuelto mejor estar del lado de la protesta que del lado de la sensatez. Donde nuestros calendarios se van llenando de días a favor de o en contra de y entre marchas y pancartas surgen y surgen movimientos, movimientos que contrarios a la esencia de la palabra, no pocas veces paralizan la riqueza existencial de ser hombre o ser mujer.

Si bien reconozco que mi título es ofensivo para muchas mujeres y que también no pocas se quedarán en el título para emitir comentarios duros, primero quisiera definir lo que quiero decir con estupidez: “es una tontería o algo que no tiene lógica”. Porque si bien una cosa es luchar por los derechos humanos, civiles, morales y hasta espirituales de tu esencia como mujer (lo cual yo llamaría feminidad) y otra es crear un movimiento que vaya en contra del hombre o de la propia riqueza del sexo femenino. Por eso yo hablaré de la feminidad, no del feminismo.

No somos iguales. Hombres y mujeres si algo debemos tener claro es que ni biológica, ni psicológica, ni emocionalmente somos iguales. Solo hablar de esto se llevaría muchas hojas, por eso invito a escucharlo, luego de leído este artículo, en este breve video del Padre Angel Espinoza, que hasta de forma jocosa lo describe muy bien: https://www.youtube.com/watch?v=WNg-5xUnh5c

Otro aspecto es que no pocos movimientos feministas elevan como bandera falsos derechos como el aborto o cuestionar cualidades biológicas únicas como la vivencia de una sexualidad matrimonial monógama y reproductiva, la maternidad, la administración del hogar y la dignidad. Es decir, pareciera que lo que en esencia dio origen al plan existencial del ser mujer, que es complemento del hombre, nunca inferioridad, hoy son vergüenza para muchas que prefieren profanar iglesias...

...y masculinizar sus rasgos. Es un poco el concepto de los que se dedicaron por años a las guerrillas y luego en el mundo de la política no saben abordar problemas sociales sino desde la conflictividad y desde el tener enemigos (reales o imaginarios).

No hubo un ser que destacara más los rasgos de la mujer que el mismo Jesús. Quien, siendo Dios, decidió venir al mundo del vientre puro y santo de una mujer. Quien cuando pronunciaba la palabra mujer lo hacía como un título, no como un adjetivo despectivo. Con la palabra “mujer” rescató a la adúltera (Juan 8,1) de una muerte segura y del pecado. Con la palabra “mujer” se dirigía a su madre, modelo ejemplar de feminidad. “Mujer” fue la primera palabra que pronunció luego de resucitado. Tuvo mujeres discípulas, fieles, que aunque algunos retorcidos quieran vincular alguna de ellas con él desde un punto de vista sexual, Jesús las recibe por lo que son, no por lo que le pueden dar en rasgos de placeres carnales finitos. Jesús dignificó y dignifica a la mujer sin ponerla en conflicto con el hombre.

Pero con todo esto ¿quiero negar los abusos, humillaciones y frustraciones que a lo largo de la historia han sufrido muchas mujeres? Al contrario. El haberle negado a la mujer, en algunas sociedades, derechos a la educación, el voto, la profesionalización, la imposición de matrimonios, su instrumentación sexual y lo más reciente: la trata de personas, nos habla con claridad los grandes desafíos que como sociedad tenemos. Un problema que arraiga muchas causas, entre las que debo señalar:

1)  El machismo de crianza: del cual NO TODAS, pero sí un gran número de madres son corresponsables. En sociedades como la latina, donde el matriarcado es lo primario, donde un gran número de mujeres les ha tocado como guerreras levantar solas a sus hijos (varones para seguir la idea), por múltiples causas son reforzadoras sociales del machismo social. Serían esas madres sirvientas de varones, donde el varón no lava, no cocina, no recoge, no hace ni colabora en los oficios del hogar. Donde al varón se le aplauden conquistas, sexualidad promiscua, alzamientos de voz y groserías, esa es un reforzamiento de un machismo social.
2)  Las religiones centradas en el hombre y no en Dios. Una cosa es la distribución de roles dentro de la fe y otra, muy distinta, es la opresión del hombre a la mujer desde una falsa concepción de la fe. El fundamentalismo como expresión de fe es terrible y casi siempre ha pisoteado y creado erróneos conceptos de la mujer. La mujer no es una fábrica de bebés y mucho menos una suerte de prostituta privada que está ahí solo para el placer masculino. Pero esto no se contrapone a la riqueza de la maternidad, de compartir deberes y derechos en la crianza de los hijos, de proteger la vida, de anhelar ser parte de familias santas. La mujer, a imagen de María, es sierva y esclava de Dios, palabra chocante porque la asociamos a la esclavitud histórica. Pero esta esclavitud, que Jesús también vivió, es el sometimiento voluntario al amor y providencia de Dios, que siempre velará por tu integridad porque como dice la Biblia te tratará como “la niña de sus ojos” (Salmo 17,8; Proverbios 7,2 y Zacarías 2,8).
3)  El aspecto profesional, empresarial, político y social ciertamente ha sido absorbido por años por la figura masculina. Pero esto evolutivamente va cambiando. Yo mismo acabo de cambiar de trabajo y vengo de una jefatura mayoritarimente masculina y ahora tengo jefas. Es cierto que en la conducta y desarrollo cognitivo hay diferencias marcadas en cada caso hay riquezas y desafíos. Es como dicen de la docencia: “que no es lo mismo educar desde el ser madre que cuando no se cuenta con esta experiencia”. Esta máxima, que no es un dogma, muchas veces condiciona nuestros éxitos o fracasos profesionales. No por ser mujer o por ser hombre serás buen jefe, gerente o trabajador. Es tu empatía, tu participación en el clima organizacional, tus valores, tu objetividad, tu honestidad, tu respeto a la dignidad propia y de tus compañeros, eso y más lo que dará éxito y vigor a tu ser mujer.
4)  Por último, la Ideología de Género. Yo lo definiría lo más diabólico de nuestro tiempo que busca afectar la noción divina del matrimonio y la familia. Un movimiento que lucha contra conceptos antinaturales, criminales (aborto y eutanasia), la sana formación de los hijos en armonía con su biología y su constitución cromosómica (XX o XY), que busca establecer las preferencias sexuales como derechos y que a su vez explícitamente quiere educar o imponer una suerte de naturalidad de estos conceptos en los niños, sencillamente es aberrante. No se trata de juzgar o discriminar tendencias, se trata de no naturalizar hechos puntuales para masificarlos y así hacer una sociedad donde solo yo  me sienta mejor. Permitir que esta ideología tome la bandera de los derechos de la mujer es denigrar la esencia misma del ser mujer. El sagrario de la vida, la mujer, echado al basurero donde millones de cadáveres fetales yacen. Donde da lo mismo creerse un gato, casarme con un perro o tener trinomios “matrimoniales”. No, la vida de la mujer está por encima de esas jaulas tiránicas, la tiranía del relativismo definida por Benedicto XVI, la tiranía del pensamiento.

Este largo artículo se lo dedico a las mujeres que han formado parte de mi vida, como mi madre, amigas, esposa, compañeras profesionales, religiosas, madres solteras, viudas. Como decía San Enrique de Ossó: “Educa a una mujer y educarás a una familia”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Luis Tarrazzi
@luistarrazzi