“Y llegaste tú y me sorprendió
El poder que había en este amor
Y llegaste tú una bendición
Aún recuerdo el momento en que todo cambió
Y llegaste tú y me sorprendió
El poder que hay en este amor
Y llegaste tú, una bendición
Aún recuerdo, cuando llegaste tú”
Así reza la letra del ya disuelto
pero sumamente exitoso dúo Sin Bandera,
compuesta por Leonel García y Noel Schajris.
Y me tomo el atrevimiento de citarla para hacerle el primer artículo y
mención especial a mi primer hijo: Miguel
Ángel, quien he podido concebir, con la gracia de Dios, con mi esposa Wendy
Katherine.
Para hablar de ti hijo, a 9 días
de tu nacimiento y cuyas líneas no sé si algún día leerás, lo haré desde mi
perspectiva paterna, porque tu madre, tu bella y excelente madre, que te anheló
desde que se enteró que venías en camino, que te soñaba e imaginaba, que desde
que te recibió te acogió con un fiero amor, ese amor que al mirarlo en la
distancia me permitía sentir esa seguridad de que si yo llegara a faltar estarías seguro en la custodia de tu legítima y única madre; esa visión no cabe
en líneas, esa visión te acompañará toda tu vida. Conocer lo que tu madre
siente por ti lo experimentarás cada segundo que Dios permita que ella esté a
tu lado.
Yo pensaba que esta vivencia de
paternidad nunca llegaría a mi vida. Y no por no desearla sino porque no se
había dado, no se había podido. Tu padre, antes de llegar al oasis del corazón
de tu mamá tuvo historia, tuvo vida… bueno, ¡todos tenemos una vida!
Y así recuerdo personajes de la fe
que te inculcaremos y de los cuales ya te hablaré, tales como: Abraham y Sara (que no
podían tener hijos), Zacarías e Isabel (que no podían tener hijos) pero que
confiando en los tiempos de Dios
conocieron la paternidad; y la conocieron porque “nada es imposible para Dios”.
El camino para tu llegada fue tan
inesperado, tan cargado de esperanza, tan de Dios que no dudo causó
perturbación en actores de mi pasado y asombro en espectadores de mi presente. No
había comprendido tan bien la frase bíblica: “si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda él solo; pero si
muere, da abundante cosecha”. (Juan 12,24) y aunque el detalle de esta
particular frase te la daré en persona cuando tus oídos sepan entender mis
palabras y tus pensamientos las guarden en tu pequeño corazón, sí te diré que
nada en las manos de Dios es azaroso, improvisado, ni disperso.
El amor entre tu madre y tu padre
es honesto, sincero. Y te puedo decir que prácticamente tú acompañaste ese
amor. Germinó, creció con nosotros. Tú nos consolidaste, nos aterrizaste, nos
diste una misión común. Dios nos confió tu vida y tu vida le pertenece a él,
solo a él.
No quiero seas como tu mamá ni
como yo, ni que imites a nadie. Hijo quiero que seas tú mismo, seas tu propio
reflejo, tu propia realidad, tu propia vida. Y nosotros, a ejemplo de José y María,
acompañarte, instruirte, protegerte hasta que ya, siendo hombre independiente,
alces tus alas y vueles alto, muy alto. Porque en tí hay una semilla de
santidad que en su momento deberás dejar germinar, nunca la dejes morir.
Naciste el día 24 de marzo, día
que se recuerda a: Santa Catalina de
Suecia, virgen, hija de santa
Brígida, que casada contra su voluntad, con consentimiento de su cónyuge
conservó la virginidad y, al enviudar, se entregó a la vida piadosa. Peregrina
en Roma y en Tierra Santa, trasladó los restos de su madre a Suecia y los
depositó en el monasterio de Vástena, donde ella misma tomó el hábito monástico.
Antes, esta fecha tenía por celebración a San Gabriel Arcángel, el mensajero de
Dios, pero su fecha fue unida a la de San Miguel Arcángel junto con San Rafael
Arcángel (29 de septiembre). En ti hay un mensaje de Dios, un mensaje de amor,
de vida y de fe.
No nos escogimos hijo, nos
encontramos. Parafraseando al profeta Jeremías: “Antes de que te formaras en el vientre de tu madre ya Dios te conocía y
te consagró” y fuimos nosotros delegados, escogidos por Dios, para acompañar
tu vida, crecimiento, formación. Pedimos juntos, como familia, la oración de
quienes anhelen cosas bonitas para nosotros, agradecemos todas las bellas
personas que formaron parte de la vida de tu mamá y la mía porque gracias a
ellos tenemos experiencia de vida, en lo bueno y en lo no tan bueno. Alejamos
de ti, con el Poder del Altísimo, cubierto por la Poderosa Sangre de Cristo,
males espirituales y físicos, pedimos por la salud de tus abuelos que te aman
muchísimo y clamamos a tu ángel del a guarda que siempre te mantenga seguro en
la fe y cargado de enormes alegrías. Bienvenido al mundo hijo, bienvenido a la
vida. Te amo. Dios te bendiga y nos veremos siempre en la oración.
“La mayor protección de un hijo es la
correcta fe de sus padres”
Luis Tarrazzi
Tu papá (Luis Tarrazzi)
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