Este artículo sé que sonará ofensivo para muchos, en especial por la comparación que resultará viralmente rechazada. Pero la experiencia en aula no nos puede seguir enmudeciendo ante una realidad que nos está explotando en la cara.
Nicolás Maduro, el actual
presidente venezolano (año 2017), si en algo ha destacado es por sus constantes
y para algunos intencionales comentarios cargados de errores de pronunciación,
gramaticales y hasta de la lengua. Pero ¿qué tan intencionales son estos
escandalosos desparpajos?
Cada mes que doy clases noto en
las aulas muchos, no pocos, alumnos con una grave deficiencia en la comprensión
y seguimiento de instrucciones, alumnos con severos errores ortográficos que no
les causa ningún estupor cometer y sobre todo, considero lo más grave, alumnos
que opinan de todo guiados solo por
titulares de medios, por opiniones de pasillos o familiares. Alumnos que no
temen responder mal, pero no con duda sino con la arrogancia de la certeza.
Y esto pasa mucho, no es accidental. Es el deseo de participar así me
equivoque, pero que me vean, que me luzca.
Es un drama la pobreza
intelectual que se le avecina a Venezuela en una o dos décadas. Esa pobreza ya
se vive, ya se escucha y ve en las calles. La pereza (pecado capital) y la
soberbia (pecado capital), sumado al coctel de atajos y viveza criolla, han
hecho del venezolano una presa fácil y esclavizada de la ignorancia.
Es un vacío filosófico total
rellenado por el consumo autista de tecnología que aplaca los cerebros y
obstruye el pensamiento. Y todavía hay representantes que se molestan y
reclaman al docente del por qué su hijo no saca una “A”.
Ahora quizás mi afirmación más
dura. Nicolás Maduro sí nos representa como sociedad. Nos representa porque en
él hay pereza, soberbia e ignorancia y de esto todos tenemos un poquito. Los
que se creen superiores, los que no mueven un dedo por cambiar su realidad y
los que opinan sobre cualquier cosa sin profundizar en el por qué de esas
cosas, en especial sobre temas religiosos.
Sí, cada país tiene el presidente
que se merece y Venezuela es un vivo ejemplo de ello. Algo que no se soluciona
con migración, porque ese Pilato aéreo que busca alejarse del problema para no
ser vinculado a él no quita el hecho de que muchos de los que hoy heredamos un
país destruido, lo hicimos de la mano de una generación, en teoría, mejor
preparada que nosotros, pero tecnológicamente más limitada. Y eso me preocupa.
Somos dominables, nos enseñaros a no pensar, no era necesario. Solo necesitábamos
aprender a manejar Android, redes sociales, buenas dosis de drogas legales,
culto al cuerpo, buying sin feedback (molesto pero no me molesten) y un alto
dosis de ateísmo disfrazado de una fe en un dios falso, creado a nuestra
medida.
Una generación que nació y creció
en revolución y nos guste o no son un reflejo elevado de la misma. Algunos
padres han buscado el éxodo para sus hijos tratando de alejarlos de estos
conceptos y creencias, pero migrar a un adulto ya educado podría ser tardío,
sobre todo cuando muchas teorías psicológicas, como las del psicoanálisis,
concluyen que el carácter se forma desde el nacimiento hasta los 5 o 7 años.
Somos nosotros, los padres y formadores, los que tenemos la lucha titánica contra el tiempo y la historia.
Pero esta batalla no es por la libertad ni por los derechos nada más, es por la salvación de una sociedad que se
hace cada vez menos racional y más instintiva. Dios los bendiga, nos vemos en
la oración.
Luis Tarrazzi
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