Existen muchos tipos de amor. El
más lento en desarrollarse es el amor a Dios y el más rápido de experimentar es
el amor de pareja. Sin embargo hay amores tan incondicionales como el amor a
los hijos que se marcan en el corazón como una cicatriz permanente.
Dentro de esos niveles de amor
una vez me pregunté ¿qué es lo que enamora tan entregadamente a una mujer?,
porque sin duda alguna el físico no es la respuesta. Es cierto que los
caballeros tratamos de vernos bien y algunos tienen, por gracia natural, un
atractivo físico de ese que voltea las miradas de las féminas. Pero las mujeres
saben separar muy bien la diferencia entre “gustar” y “amar”.
Así cabe repasar la pregunta que
me hice: ¿qué enamora realmente a una mujer? Podrían buscarse explicaciones
químicas, sociales y hasta de carencias afectivas, pero lo real es que es
algo que el corazón ve pero no ven los ojos, es el cómo la hacemos
sentir, el trato. Un trato que va acompañado de un sentido que supera a todos
los demás sentidos: el escuchar.
Una vez me contaba un sacerdote
que su cuñada tenía una crisis matrimonial. Su esposo (el hermano del
sacerdote) era un tanto monótono, alejado de la relación. Ella llegaba a donde
su cuñado sacerdote y le contaba todo y este le dedicaba tiempo, la escuchaba. Al paso del corto tiempo
resultó ser que la mujer se estaba enamorando del sacerdote y se lo hizo saber.
El sacerdote inmediatamente cortó las entrevistas y estimo no pudo seguirla
ayudando (alejó una tentación prohibida y altamente inapropiada de su vida). ¿Era
el sacerdote atractivo?, pues no era esa la clave, fue el trato, la atención y
claro está una alta dosis de desubicación de la afectada. Gracias a Dios este
sacerdote era más fiel a su vocación que a sus pasiones. Pero el tema no es
este, es el amor.
Uno en la vida se ha paseado por
conocer parejas y por tener sus propias experiencias de amor. Y cuando una
mujer ama, ama de verdad, es capar de entregar todo su ser y mirarte de una
manera que jamás nadie te ha mirado. Es muy similar al amor que Dios nos tiene,
solo que el de Dios es más perfecto y más sublime.
Una mujer bien representada, que tenga su espacio bien definido,
claro y sin ambigüedades, que se sienta atendida, acompañada, llena de detalles, sostendrá y luchará por su relación.
Por eso, estimados caballeros, si bien el aseo personal es muy importante, los
buenos olores y el buen vestir; no es la cantidad de músculos ni de dinero lo
que hará que una mujer te ame, es tu yo, tu manera de ser. Esa mujer que está
segura que en la salud y en la enfermedad, que en la alegría y en la tristeza, estarás
con ella, que el compromiso adquirido se sostendrá.
Por eso amigas jóvenes, un noviazgo que no plantee
futuro, matrimonio, resulta estéril para el corazón. Puede ser que durante el
noviazgo se den cuenta que no son el uno para el otro (para eso es el noviazgo)
pero no puede haber noviazgo sin visión de futuro, eso sería como iniciar una
carrera universitaria sin deseo de graduarse. Tampoco un noviazgo debe vivir en
la celeridad de las pasiones porque desvía la atención a la principal base y
soporte de una relación: conocerse,
sobre todo las diferencias. Una amiga en la universidad me decía: “Uno sabe cuando ama a alguien porque
conociendo sus defectos, aún así, le sigues amando”. Sostener una relación
sobre la base del físico hace que la relación lo desgaste el tiempo y el mayor
riesgo: se deja de cultivar el intelecto, la mente, el cerebro. Jóvenes
hermosos pero paralizados mentalmente no te darán felicidad. Si la belleza
física, que siempre es relativa a gusto de cada consumidor, va acompañada de nutrición para el alma y el corazón,
tendrás una relación robusta y para el largo tiempo.
La Iglesia cuando habla de
noviazgo siempre incluye la necesidad de la castidad y es lógico sea así. Además
de ser un pecado grave no vivirla, es por los riesgos que la sexualidad
temprana o a destiempo trasmite a una relación. Es como una venda pasional para
el amor. Las relaciones sexuales son hermosas y son de Dios, solo que Dios las desea dentro de un compromiso
duradero, familiar, que en nuestra
fe se inicia en el sacramento del matrimonio.
Pero así, no me cabe la menor
duda, con nuestras debilidades y caídas, que la mujer es el mejor libro para entender el amor. Sí, hay
excepciones, hay mujeres que no valoran este tipo de amor o por malas
experiencias se han negado a vivirlo, pero el amor de una mujer, que se
desarrolla en etapas como hija, novia, esposa, madre, abuela, es el amor que el
hombre debe conocer y valorar.
Si de los labios de una mujer,
novia o esposa, escuchas las palabras: <te amo> y al decirlas le brillan
los ojos como un universo exclusivo para ti, una galaxia llena de estrellas
cuyo único Sol eres tú, entonces haz descubierto el amor. ¡Cuídala! Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi