viernes, 27 de mayo de 2016

LAS MUJERES SÍ SE SABEN ENAMORAR




Existen muchos tipos de amor. El más lento en desarrollarse es el amor a Dios y el más rápido de experimentar es el amor de pareja. Sin embargo hay amores tan incondicionales como el amor a los hijos que se marcan en el corazón como una cicatriz permanente.

Dentro de esos niveles de amor una vez me pregunté ¿qué es lo que enamora tan entregadamente a una mujer?, porque sin duda alguna el físico no es la respuesta. Es cierto que los caballeros tratamos de vernos bien y algunos tienen, por gracia natural, un atractivo físico de ese que voltea las miradas de las féminas. Pero las mujeres saben separar muy bien la diferencia entre “gustar” y “amar”.

Así cabe repasar la pregunta que me hice: ¿qué enamora realmente a una mujer? Podrían buscarse explicaciones químicas, sociales y hasta de carencias afectivas, pero lo real es que es algo que el corazón ve pero no ven los ojos, es el cómo la hacemos sentir, el trato. Un trato que va acompañado de un sentido que supera a todos los demás sentidos: el escuchar.

Una vez me contaba un sacerdote que su cuñada tenía una crisis matrimonial. Su esposo (el hermano del sacerdote) era un tanto monótono, alejado de la relación. Ella llegaba a donde su cuñado sacerdote y le contaba todo y este le dedicaba tiempo, la escuchaba. Al paso del corto tiempo resultó ser que la mujer se estaba enamorando del sacerdote y se lo hizo saber. El sacerdote inmediatamente cortó las entrevistas y estimo no pudo seguirla ayudando (alejó una tentación prohibida y altamente inapropiada de su vida). ¿Era el sacerdote atractivo?, pues no era esa la clave, fue el trato, la atención y claro está una alta dosis de desubicación de la afectada. Gracias a Dios este sacerdote era más fiel a su vocación que a sus pasiones. Pero el tema no es este, es el amor.

Uno en la vida se ha paseado por conocer parejas y por tener sus propias experiencias de amor. Y cuando una mujer ama, ama de verdad, es capar de entregar todo su ser y mirarte de una manera que jamás nadie te ha mirado. Es muy similar al amor que Dios nos tiene, solo que el de Dios es más perfecto y más sublime.

Una mujer bien representada, que tenga su espacio bien definido, claro y sin ambigüedades, que se sienta atendida, acompañada, llena de detalles, sostendrá y luchará por su relación. Por eso, estimados caballeros, si bien el aseo personal es muy importante, los buenos olores y el buen vestir; no es la cantidad de músculos ni de dinero lo que hará que una mujer te ame, es tu yo, tu manera de ser. Esa mujer que está segura que en la salud y en la enfermedad, que en la alegría y en la tristeza, estarás con ella, que el compromiso adquirido se sostendrá.

Por eso amigas jóvenes, un noviazgo que no plantee futuro, matrimonio, resulta estéril para el corazón. Puede ser que durante el noviazgo se den cuenta que no son el uno para el otro (para eso es el noviazgo) pero no puede haber noviazgo sin visión de futuro, eso sería como iniciar una carrera universitaria sin deseo de graduarse. Tampoco un noviazgo debe vivir en la celeridad de las pasiones porque desvía la atención a la principal base y soporte de una relación: conocerse, sobre todo las diferencias. Una amiga en la universidad me decía: “Uno sabe cuando ama a alguien porque conociendo sus defectos, aún así, le sigues amando”. Sostener una relación sobre la base del físico hace que la relación lo desgaste el tiempo y el mayor riesgo: se deja de cultivar el intelecto, la mente, el cerebro. Jóvenes hermosos pero paralizados mentalmente no te darán felicidad. Si la belleza física, que siempre es relativa a gusto de cada consumidor, va acompañada de nutrición para el alma y el corazón, tendrás una relación robusta y para el largo tiempo.

La Iglesia cuando habla de noviazgo siempre incluye la necesidad de la castidad y es lógico sea así. Además de ser un pecado grave no vivirla, es por los riesgos que la sexualidad temprana o a destiempo trasmite a una relación. Es como una venda pasional para el amor. Las relaciones sexuales son hermosas y son de Dios, solo que Dios las desea dentro de un compromiso duradero, familiar, que en nuestra fe se inicia en el sacramento del matrimonio.

Pero así, no me cabe la menor duda, con nuestras debilidades y caídas, que la mujer es el mejor libro para entender el amor. Sí, hay excepciones, hay mujeres que no valoran este tipo de amor o por malas experiencias se han negado a vivirlo, pero el amor de una mujer, que se desarrolla en etapas como hija, novia, esposa, madre, abuela, es el amor que el hombre debe conocer y valorar.

Si de los labios de una mujer, novia o esposa, escuchas las palabras: <te amo> y al decirlas le brillan los ojos como un universo exclusivo para ti, una galaxia llena de estrellas cuyo único Sol eres tú, entonces haz descubierto el amor. ¡Cuídala! Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

viernes, 13 de mayo de 2016

¿REZAS POR FRANCISCO O LO CRITICAS?




El 13 de marzo de 2013 el argentino Jorge Mario Bergoglio fue electo por el colegio cardenalicio como el nuevo sucesor de Pedro, convirtiéndose así en el sucesor 266 de la era cristiana. En su primer saludo y en sus primeras palabras prácticamente patentó la frase: “recen por mí”, un gancho que nos habló al instante de la humildad de este hombre que el Espíritu Santo se sirvió convocar para llevar las riendas de la Iglesia.

Pero a mí esa frase me advertía un miedo que quizás Francisco comenzaba a experimentar, un miedo que parte del reconocimiento  de su condición humana, una condición que en libertad puede darle la espalda a la voluntad de Dios y caer en graves errores, tanto de testimonio como de coherencia. Sin embargo, en Francisco, unido a su cargo papal, se adhería una condición dogmática que va de la mano con las sucesiones, el dogma de infalibilidad papal.

Muchos comentarios que ha hecho Francisco en torno a la homosexualidad, los divorciados vueltos a casar y el más reciente, la posibilidad de un diaconado femenino, de verdad han causado hondas molestias en las líneas más conservadoras de la fe, una línea a la cual debo confesar yo forma parte. Pero también, por la gracia de Dios, este último año he podido incorporar a mi fe herramientas que siempre han estado ahí pero que yo desconocía, herramientas que incluyen conceptos como: La Misericordia, la Conversión desde el Amor y el Respeto a la Voluntad de Dios. Así, no podemos sobreponer la Ley por encima del amor de Dios, ni el pecado por encima de la gracia.

Una época de durísimos debates fueron los tiempos de la Iglesia primitiva. En el primer Concilio de Jerusalén surge un primer debate, de raíz judía y que fue resuelto por un fariseo de nombre Saulo de Tarso, o también conocido como Pablo. ¿La polémica?, ¿debían circuncidarse los nuevos conversos al cristianismo que no fuesen judíos? Un grupo de los fariseos, conversos al cristianismo, defendían la tesis que sí debían ser circuncidados. Pablo decía que no, y en un debate sin grises fue la voz del papa, Pedro, la que solucionó el asunto, no imponiendo la circuncisión e instando a las nuevas comunidades de abstenerse de lo sacrificado a ídolos, de sangre de ahogado y de fornicación.

Luego, más adelante nuevos debates sobre la divinidad de Jesús o sobre su humanidad marcaron también luchas intelectuales, cismas y persecuciones. Y siempre el lado del papa triunfó. Las intensas oraciones que Jesús hiciera por Pedro y por la Iglesia hablan de la importancia que radica en la fe estar del lado del papa, porque al final, siendo el papa el principal servidor de la Iglesia, en él se sostiene la doctrina y la fe, como garante y defensor de la voluntad de Dios.

Es sano que el Santo Padre le dé la cara a temas tan polémicos que en muchos casos han tenido una suerte de resulta privada a criterio de cada pastor. El papa ha dado paso a todas las posturas y esa apertura ha permitido conocer, como ocurrió en el sínodo de la familia, qué tan alineada, qué tan clara y qué tan unida está nuestra fe. El papa Francisco es espontáneo, público y diría hasta enemigo de las intrigas. Hoy podemos afirmar que tenemos una Iglesia doctrinalmente dividida, y en algunos casos, en algunas realidades episcopales, hasta divorciadas de la voluntad de Dios y de la obediencia al Sumo Pontífice.

El evangelio de hoy, día de Fátima, nos recuerda un diálogo privado entre Jesús y Pedro luego de la resurrección y a pocos días de la ascensión definitiva del Señor. En este diálogo, que parte como una iniciativa purgante que buscaba corregir el error de Pedro tras su negación a Cristo, encontramos lo siguiente:

“Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas".
Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: "Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis ovejas.

Así queda muy claro que el único que puede apacentar a una Iglesia dividida y en algunos casos extraviada de su enfoque evangelizador es el sucesor de Pedro, hoy Francisco. No pensemos que Francisco es un accidente y una amenaza para la doctrina católica. Pensemos que la amenaza ya está en nosotros, en nuestras soberbias y en el colocar la ley por encima de la gracia y el amor de Dios. La Ley no salva, es la gracia de Dios recibida por los méritos de la pasión de Cristo la que nos abre el camino a la salvación. Cumplir la ley es un derivado de vivir la gracia, vivir la ley por sí sola no lleva la gracia, algo que explica muy bien y ampliamente San Pablo en los capítulos 1 y 2 a los Romanos.

Lo que más me brinda seguridad en torno al papa Francisco es el amor que profesa por la Iglesia y sus constantes pedidos de oración por él, para que no caiga en el error humano de la indiferencia o de sobreponer su ser por encima de su servicio. ¿Rezamos por el papa?, ¿lo hacemos de verdad, con honestidad, sin soberbia? No son las leyes ni la tradición las que han sostenido a la Iglesia por siglos, ha sido la voluntad y el amor de Dios por ella la que la sostenido y la seguirá sosteniendo. “Recen por mí”. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi