domingo, 1 de marzo de 2015

LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA ¿CATÓLICA?











Antes de que me linchen aclaro rápidamente la que renovación carismática es 100% católica. Fue reconocida inicialmente por el papa Pablo VI y reafirmada por Juan Pablo II. Por lo tanto este artículo puede interpretarse más como una exhortación que una crítica, una opinión de motivación para algo que considero debe seguir y no como un semáforo rojo que busca detenerla y reducir su valioso accionar pastoral.

Como todo lo de Dios que da buenos frutos, esto debe ser protegido desde la HUMILDAD y la ORACIÓN. Estar tan acostumbrados a dar nos puede hacer vernos en la realidad de que al buscar en el saco de nuestras reservas espirituales, el mismo se encuentre vacío porque no nos preocupamos de llenar, solo de sacar. La tentación de creernos los “administradores” de la gracia es una de las grandes tentaciones a vencer a la hora de trabajar con el Espíritu Santo, en invocación de dones, sanación o liberación.

Me centraré en dos temas para no extenderme mucho, la sanación y la liberación. La sanación prometida por Cristo, claramente no está referida al disfrute de salud para este mundo, esta vida. Basta ver el final de los días humanos de nuestro Señor marcados por el dolor y el sufrimiento, o la vida de muchos santos(as) como santa Teresa de Jesús, Padre Pio, Don Bosco, Alberto Hurtado, etc; para ver que la salud y la distancia del sufrimiento no fue precisamente de lo que más gozaron. Cristo prometió dicha, bienaventuranzas para la eternidad y nos invitó a ser fuertes, firmes, a la hora de la persecución y el desprecio. Muchas personas buscan en la renovación lo que los protestantes, santeros o espiritistas ofrecen a sus feligresías, bienes materiales más que espirituales, bienes físicos por encima de la santidad. Es común escuchar la palabra “YO DECRETO” y luego una promesa de sanación inconsulta, no revelada y muchas veces con resultados no deseados, lo cual hace sentir al necesitado de salud una profunda decepción para con la fe o se siente miserable por no ser “merecedor” de la sanación de Jesús. Y no, nuestra fe, y más en el maravilloso carisma de la renovación, la ACEPTACIÓN DE LA VOLUNTAD DE DIOS es la clave, la obediencia y la fidelidad aún en la prueba más dura, en la hora de gran dificultad. Nosotros no podemos tener días de sanación y menos usar términos de “misas de sanación” porque como me decía un sacerdote: “Todas las misas son de sanación” No hay misas sanadoras porque anunciarlo así es invitar al pensamiento complementario de que las misas restantes serán de no sanación. Inclusive es una invitación a ir a la misa de un martes, miércoles o jueves (según sea el caso) como una misa más importante que la del propio domingo que es por excelencia la misa de precepto.

El otro aspecto que mencionaré es la liberación. Peligroso ejercicio de conjuro ante el demonio donde muchos pasan la raya de sus atribuciones y empiezan a ejercer sin AUTORIZACIÓN el sacramental del exorcismo. Un exorcismo no debe ser ejercido por ningún laico (jamás) o por ningún sacerdote sin la autorización expresa de un obispo. Ese es el camino regular. La invitación que se le hace a la renovación y que resulta de muchísima ayuda, explicado por exorcistas como el Padre Antonio Fortea, es el acompañamiento en la oración donde se le pide a Dios o se pide la intercesión a los santos para que, por medio de la oración y no bajo una acción de increpar o conjurar uno (el laico) directamente al demonio, la persona sea liberada. También hay que tener mucho cuidado de en todo ver a un demonio, porque no en toda depresión, enfermedad o aflicción hay detrás una posesión, influencia o infestación. Ciertamente el demonio martiriza desde su principal actividad, la tentación, pero no todo se resuelve, a la ligera, con unas “fuertes” palabras de liberación.

La principal acción pastoral de todo laico y sacerdote, se tenga el carisma que se tenga, es el acercamiento a los hombres al evangelio, la aceptación de Jesús como único salvador y mediador entre El Padre y los hombres, la transmisión de amor, respeto, fidelidad y obediencia a la Iglesia Católica y la invitación a la conversión, alejarnos del pecado, inspirado en el Santo Temor de Dios, por cierto también un don del Espíritu Santo. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic.  Luis Tarrazzi