A tan solo horas comenzará para
los cristianos un nuevo tiempo de CUARESMA. Con las frases “polvo eres y en
polvo te convertirás” o “conviértete y cree en el evangelio” el llamado pareciera
siempre ser el mismo: Direccionar la brújula de nuestra fe.
Contrario a lo que muchos creen,
el tiempo de cuaresma no es un tiempo para promesas y mucho menos para
fingirnos una falsa contrición ante el pecado. Cuaresma no es la época del
pescado para los viernes ni del viacrucis sistemático, narrativo y vacío. El
tiempo de cuaresma es un tiempo de apartarse y de buscar a Dios en el silencio
de nuestras conciencias y determinar hacia dónde vamos y si esa dirección nos
está llevando a la eternidad.
Pienso que dos reflexiones derivan
de este tiempo a la luz de esas frases que tradicionalmente acompañan este
tiempo. La primera “Polvo eres y en polvo te convertirás”; me recuerda la
finitud de mi existencia. Esta vida, la única que conocemos, con sus placeres y
dolores, tiene un necesario y preciso inicio y fin. Y durante esos dos límites
pueden pasar o dejar de pasar muchas cosas. Una vida sin Dios es una eternidad
sin él. El desprendimiento de esta vida, de sus placeres y sus metas, sin dejar
de vivirla claro está, es la gran batalla que se nos plantea para la Cuaresma.
Descubrir el sentido eterno de nuestra existencia y subirnos a ese barco, carro
o avión que nos lleve por la vía segura a la salvación, camino que lo traza
Cristo desde su única Iglesia, poseedora, no dueña, de la riqueza de la verdad.
La segunda frase “conviértete y
cree en el evangelio” no puede desvincularse de la primera. No es una u otra,
sino la una con la otra. Evangelio demanda EXCLUSIVA fidelidad, alejada de
idolatrías baratas, supersticiones, ocultismo, santería. Es decir como la frase
de Santa Teresa: “Solo Dios basta”. Es comprometernos con la verdad depositada
en la doctrina y dogmas cristianos, amor a la Iglesia, mejorar y sincerar nuestros
procesos pastorales, alejándolos de la esterilidad y la monotonía sistemática
educativa. Haciendo nuestra fe una vivencia y no solo un conocimiento. Viendo
el Cristo que hay en mí en el reflejo de mi hermano, pareja, familia e
inclusive del extraño. Cuaresma es reconocer todo eso que hasta hoy me ha
mantenido alejado de Dios y llorar… y que esas lágrimas motiven el fuego de mi
espíritu por alcanzar la perfección de mi alma y por ende su amor infinito,
misericordioso y eterno.
Cuaresma no son solo 40 días.
Cuaresma es mi desierto personal, con el calor de mi conciencia y donde la
única sed permitida sea la sed de Dios. Así como la mujer samaritana podremos
descubrir y vivir aquel que ofrece el
agua que quita la sed para siempre, aquel que transforma los corazones y nos
hace hijos adoptivos de la verdad y del amor. Que Dios los bendiga, nos vemos
en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi
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