domingo, 30 de marzo de 2014

IGLESIA PECADORA SIN CONCIENCIA DE PECADO


Todas las cosas sobre las que escribo por lo general surgen como una reacción ante algo que he escuchado o vivido, aunque esta fuente de origen casi nunca la doy a revelar explícitamente. No obstante sobre este artículo lo diré. Surge producto de escuchar una homilía en donde el sacerdote oficiante, hombre de Dios, no profirió palabras muy agraciadas sobre la Iglesia Católica, en especial sobre el código de derecho canónico. Su homilía surgió del evangelio en el que Jesús curó a un ciego de nacimiento un día sábado, lo cual se entendía como una ofensa a la Ley. El padre mencionó que Moisés había dejado 10 mandamientos y que los fariseos lo habían llevado a 613 leyes. Y que nosotros los cristianos habiendo recibido de Jesús solo dos mandamientos (ambos del amor), habíamos creado más de 1700 con el código de derecho canónico. También habló de la importancia de ser cristianos coherentes desde el amor, sin juzgarnos y respetando las diferencias.

Lo primero en señalar es que considero que lo último que necesita nuestra amada Iglesia es sufrir críticas desde sus propios miembros. No porque las críticas sean malas en sí, sino porque cuando estas no se hacen desde la caridad y sin un compromiso de mejorarla entre todos, se contribuye a un éxodo a otras denominaciones religiosas y en sí se relativiza la verdad depositada en ella. Recordemos que Iglesia somos todos los bautizados. Otro peligro en el razonamiento “popular” de la fe, visto solo desde un amor CONSENTIDOR y no EDUCADOR, es que como Dios es PURO amor, ese amor no nos juzgará sino que nos recibirá en su eternidad con nuestros defectos, pecados y dudas. Y como dice el apóstol Santiago, habrá un juicio sin misericordia para los que no practicaron la misericordia, pero la misericordia triunfará sobre el juicio. Y es que el juicio será tan perfecto como la misericordia, porque ambos al final buscan cumplir el deseo de Cristo de que seamos perfectos como Dios es perfecto. El código de derecho canónico es la norma que enmarca la vida del cristiano. Así como en toda familia deben existir normas de convivencia, este código, de carácter más civil y legal que dogmático, busca que el cristiano tenga respuesta ante hechos que no quedarían claros o serían a juicio del consumidor.

 No es correcto pretender establecer en la feligresía una suerte de fe popular, fe del pueblo, alejado del carácter espiritual y eterno de nuestra fe. La fe no es para este mundo sino para mirar al cielo y aspirar ver el rostro de Dios. Y necesitamos sabernos pecadores como el publicano, con humildad y vergüenza de nuestros pecados. Eso sí, confiando siempre en el perdón SACRAMENTAL de Dios y de su misericordia, ya que dudar de esto sería un pecado contra el ESPÍRITU SANTO, pecado que nos haría justificarnos desde la debilidad sin un compromiso de conversión, de cambio. Los sacerdotes no merecen nuestras críticas, sino nuestras oraciones. Así que oremos por nuestros pastores para que mantengan a la feligresía amando a su Fe, a su Iglesia y a sus enseñanzas. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi

martes, 4 de marzo de 2014

¿CUARENTA DÍAS PARA QUÉ?





A tan solo horas comenzará para los cristianos un nuevo tiempo de CUARESMA. Con las frases “polvo eres y en polvo te convertirás” o “conviértete y cree en el evangelio” el llamado pareciera siempre ser el mismo: Direccionar la brújula de nuestra fe.

Contrario a lo que muchos creen, el tiempo de cuaresma no es un tiempo para promesas y mucho menos para fingirnos una falsa contrición ante el pecado. Cuaresma no es la época del pescado para los viernes ni del viacrucis sistemático, narrativo y vacío. El tiempo de cuaresma es un tiempo de apartarse y de buscar a Dios en el silencio de nuestras conciencias y determinar hacia dónde vamos y si esa dirección nos está llevando a la eternidad.

Pienso que dos reflexiones derivan de este tiempo a la luz de esas frases que tradicionalmente acompañan este tiempo. La primera “Polvo eres y en polvo te convertirás”; me recuerda la finitud de mi existencia. Esta vida, la única que conocemos, con sus placeres y dolores, tiene un necesario y preciso inicio y fin. Y durante esos dos límites pueden pasar o dejar de pasar muchas cosas. Una vida sin Dios es una eternidad sin él. El desprendimiento de esta vida, de sus placeres y sus metas, sin dejar de vivirla claro está, es la gran batalla que se nos plantea para la Cuaresma. Descubrir el sentido eterno de nuestra existencia y subirnos a ese barco, carro o avión que nos lleve por la vía segura a la salvación, camino que lo traza Cristo desde su única Iglesia, poseedora, no dueña, de la riqueza de la verdad.

La segunda frase “conviértete y cree en el evangelio” no puede desvincularse de la primera. No es una u otra, sino la una con la otra. Evangelio demanda EXCLUSIVA fidelidad, alejada de idolatrías baratas, supersticiones, ocultismo, santería. Es decir como la frase de Santa Teresa: “Solo Dios basta”. Es comprometernos con la verdad depositada en la doctrina y dogmas cristianos, amor a la Iglesia, mejorar y sincerar nuestros procesos pastorales, alejándolos de la esterilidad y la monotonía sistemática educativa. Haciendo nuestra fe una vivencia y no solo un conocimiento. Viendo el Cristo que hay en mí en el reflejo de mi hermano, pareja, familia e inclusive del extraño. Cuaresma es reconocer todo eso que hasta hoy me ha mantenido alejado de Dios y llorar… y que esas lágrimas motiven el fuego de mi espíritu por alcanzar la perfección de mi alma y por ende su amor infinito, misericordioso y eterno.

Cuaresma no son solo 40 días. Cuaresma es mi desierto personal, con el calor de mi conciencia y donde la única sed permitida sea la sed de Dios. Así como la mujer samaritana podremos descubrir y vivir  aquel que ofrece el agua que quita la sed para siempre, aquel que transforma los corazones y nos hace hijos adoptivos de la verdad y del amor. Que Dios los bendiga, nos vemos en la oración.

Lic. Luis Tarrazzi