Lo primero en señalar es que considero que lo último que necesita nuestra amada Iglesia es sufrir críticas desde sus propios miembros. No porque las críticas sean malas en sí, sino porque cuando estas no se hacen desde la caridad y sin un compromiso de mejorarla entre todos, se contribuye a un éxodo a otras denominaciones religiosas y en sí se relativiza la verdad depositada en ella. Recordemos que Iglesia somos todos los bautizados. Otro peligro en el razonamiento “popular” de la fe, visto solo desde un amor CONSENTIDOR y no EDUCADOR, es que como Dios es PURO amor, ese amor no nos juzgará sino que nos recibirá en su eternidad con nuestros defectos, pecados y dudas. Y como dice el apóstol Santiago, habrá un juicio sin misericordia para los que no practicaron la misericordia, pero la misericordia triunfará sobre el juicio. Y es que el juicio será tan perfecto como la misericordia, porque ambos al final buscan cumplir el deseo de Cristo de que seamos perfectos como Dios es perfecto. El código de derecho canónico es la norma que enmarca la vida del cristiano. Así como en toda familia deben existir normas de convivencia, este código, de carácter más civil y legal que dogmático, busca que el cristiano tenga respuesta ante hechos que no quedarían claros o serían a juicio del consumidor.
No es correcto pretender establecer en la feligresía una suerte de fe popular, fe del pueblo, alejado del carácter espiritual y eterno de nuestra fe. La fe no es para este mundo sino para mirar al cielo y aspirar ver el rostro de Dios. Y necesitamos sabernos pecadores como el publicano, con humildad y vergüenza de nuestros pecados. Eso sí, confiando siempre en el perdón SACRAMENTAL de Dios y de su misericordia, ya que dudar de esto sería un pecado contra el ESPÍRITU SANTO, pecado que nos haría justificarnos desde la debilidad sin un compromiso de conversión, de cambio. Los sacerdotes no merecen nuestras críticas, sino nuestras oraciones. Así que oremos por nuestros pastores para que mantengan a la feligresía amando a su Fe, a su Iglesia y a sus enseñanzas. Dios los bendiga, nos vemos en la oración.
Lic. Luis Tarrazzi