Haciendo
justicia, lo que muchos del común sabemos del papado, quizás generaciones más afines a
la mía, es de Juan Pablo II para acá. Juan Pablo II, al igual que Benedicto
XVI, tuvieron sus detractores y casi siempre, por los mismos temas ideológicos
del presente. Haciendo justicia, ponderar el papado de Francisco por las
interpretaciones de otros y que, hay que decirlo, muchos son del clero, nos
coloca en el terreno peligroso de la división; y los que nos ven desde afuera, lo harán como nosotros vemos esas familias que pelean y que sencillamente uno piensa “acá no quiero
volver a entrar”.
El Papa
Francisco le tocó el pontificado de las redes sociales en el apogeo de su
ejercicio. Y creo él, de buena intención, ha tenido deseos de participar un
poco de ese mundo de mayoría juvenil. Yo mismo, que llevo el canal de Youtube abrazando nuestra fe, noto que mi población de visualizaciones es de 40 años en adelante y que en
poblaciones juveniles son casi irrelevante los contenidos que publico. Esa
mirada al futuro, al relevo, es de admirar en un pastor que se sabe mediático
pero que la Iglesia no lo es. Europa a pocas décadas de islamizarse desde el
punto de vista cultural, social y político, otras potencias del mundo
enmarcadas en regímenes autocráticos y otras entregadas al desarrollo del
capital, no pintan un panorama alentador para una fe que pierde adeptos y, los
que estamos dentro, pareciera que queremos vivir sin autoridad.
Por ello, no, no es sano tomar el bate de la lengua y
darle a la piñata del papado. En humildad, nuestra formación de fe, nuestro
testimonio y nuestra mundanidad no nos pone a nivel de ese terreno. Las mejores
batallas se dan en el terreno espiritual, en la oración, en la prudencia y en
coherencia de vida. Acuso mi error y creo oportuno empecemos a sumar amor y
fidelidad al papado, porque como dijo el Rey David: “No permita el SEÑOR que yo extienda mi mano contra el ungido del SEÑOR”
(1 Samuel 26, 11).
Dios los
bendiga, nos vemos en la oración.
Luis
Tarrazzi