jueves, 20 de agosto de 2020

CUANDO MUERA HABLEN CON MIS ENEMIGOS

 

Una vez me pregunté si sería posible que al momento de nuestra muerte, cuando vayamos al encuentro con Dios, algún ser humano muera sin que nadie de los que queden con vida hayan sentido o sientan rencor, odio, pesadez, decepción, ira hacia él. Es que hasta el mismo Jesús, el santo de los santos, desde la Cruz tuvo adversarios.

 

Al profundizar en este análisis cada cierto tiempo hago un monitoreo de las personas que yo percibo no sienten mucho cariño hacia mí, personas a las que les haya decepcionado o lastimado con conciencia o de manera inconsciente, y nunca ha quedado la lista en blanco. Siempre aparece alguien. Quizás, por los años, algunos(as) ya ni piensen en mí y sea una suerte de perdón por olvido y otros, más recientes, se sumen a la lista por decisiones laborales, diferencias políticas, conflictos familiares, etc; es decir, también se sientan afectivamente distantes a mí.

 

Estas personas son el cable tierra de nuestra salvación. Son la parte oscura que por lo general tenemos disfrazada por formas inteligentes de vendernos, relacionarnos, proyectarnos. Estas personas son las que en lo particular pido que contacten cuando Dios decida llamarme. ¿Por qué?, lo explicaré con esta historia:

 

En el libro Una Maravillosa Historia de Fe: Beata Ana Catalina Emmeri cuya autoría es del Padre Ángel Peña, O. A. R. aparece la vida de esta Beata con grandísimos dones sobrenaturales. Ella en una de sus historias y visiones narra lo siguiente:

 

El “27 de octubre de 1821, fui conducida junto a una mujer que estaba a punto de perderse. Luché con Satanás delante del lecho de la enferma, pero el demonio me echó de allí. Era demasiado tarde… Esta mujer estaba casada y tenía hijos. Era tenida por muy buena y vivía según el mundo y la moda. Tenía trato ilícito con un sacerdote y había callado en la confesión este pecado. Había recibido los santos sacramentos y todos se hacían lenguas de su buena preparación y disposición para bien morir… Todos mis esfuerzos resultaron vanos. Era demasiado tarde, no fue posible acercarse a ella y murió. Era espantoso ver a Satanás llevarse aquella alma. Yo lloré y grité. Una indiscreta anciana entró y consoló a los parientes de la difunta, hablándoles de su hermosa muerte. Al pasar por un puente para ir a la ciudad me encontré con muchas personas que querían ir a la casa de la difunta, y yo me decía a mí misma: “Si hubieran visto lo que yo he visto, ciertamente huirían de su presencia””

 

Esta historia, cuando la leí, me hizo pensar en lo siguiente. ¿Cuántas personas nos tienen por buenos, íntegros, correctos y quizás algunos que nos tienen más amor hasta por santos? Pero en la verdad de Dios que es perfecta aparecen tantas faltas, pecados de pensamientos, palabras, obras y omisión que viven a la sombra del mundo pero a la luz de la verdad.

 

Algo que me genera temor, como en la historia que les compartí en este artículo, es que al morir nadie rece por mí por no creerlo necesario. Quizás esa mujer se pudo salvar si se le hubiese  tenido como una pecadora y no como alguien bueno, porque eso habría permitido la valiosa oración de intercesión, las misas de reparación y así la misericordia de Dios aparecía y no solo su juicio. Como nos dirá el apóstol Santiago en su epístola: “tendrá un juicio sin misericordia el que no tuvo misericordia; pero la misericordia se siente superior al juicio." (Santiago 2,13)

 

Es siempre fundamental orar por quienes se nos van, así el lado que nosotros hayamos conocido sea solo el lado bueno, de luminosidad. Porque todos tenemos sombras y deudas que pagar y este relato de la beata deja claro que lo que nos salvará no será nuestra popularidad, las impresiones positivas en mayoría, sino la verdad, la verdad y solo la verdad. Dios los bendiga, nos vemos en la oración

 

Luis Tarrazzi

Correo: abrazandonuestrafe@hotmail.com