Nos molesta la misericordia y la
percepción de amor hacia aquellas personas que sentimos nos han hecho daño o le
han hecho daño a lo que amamos, como por ejemplo nuestro país. Lo que expresan
sus líneas señor Londoño sobre la futura visita del papa Francisco a Colombia,
donde queda clara y evidente la historia de delito, violencia y odio de las
FARC hacia sus coterráneos y posiblemente, intuyo, su cuestionamiento de que el
Santo Padre vaya a bendecir a algunas personas que, en su opinión, no serían dignas de tal gracia; es lo mismo que
desde Venezuela uno puede sentir, y siento, hacia un gobierno que nos arrastra
con profunda y clara voluntad, hacia la peor pobreza y miseria conocida en
nuestra historia republicana.
Sí señor Londoño, es complejo
entender cómo el bien puede aceptar pisar el lodo del mal, sentarse en su mesa
y además extenderle sus manos para un abrazo de conversión.
Sí señor Londoño, es complejo
entender que el bien siempre tenga esa absurda esperanza (absurda para algunos)
de creer que el mal podrá retroceder, un mal que funciona como bloque, que ostenta
poder y placeres.
Sí señor Londoño, es complejo
concluir que el catolicismo en su país se haya mermado por obispos (en su
escrito pareciera una gran mayoría) que se decantaron por la política o el
silencio cómplice, porque yo le diría que si en su país se mermó, en el mío,
una fe viva y pujante, reflejada en sus calles, aulas y hogares, está en pleno
viernes santos.
Sí señor Londoño, es complejo
entender que exista un Dios que mira de lo alto a los secuestrados, a las ultrajadas,
a los narcos, a los corruptas y pareciera no hacer nada, absolutamente nada.
Pero es que cuando a veces Dios intenta algo salen críticos, “expertos”, que
cuestionan su providencia y su emisario, el papa, ya tiene detractores.
Jesús, señor Londoño, le tocó
escuchar críticas de este tipo. Cuando le dice a Zaqueo (arto pecador) que
quería comer en su casa, citando el evangelio: “todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre
pecador”. (Lucas 19,7).
Cuando recibió a una prostituta
con cariño que mojaba sus pies con sus lágrimas, de los pensamientos de los
presentes, en especial del anfitrión, fariseo, que lo invitó a su casa, salió
este pensamiento: “Si éste fuera un
profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, que es
una pecadora”. (Lucas 7,39).
Cuando sanó a un hombre un día
sábado, previo a la sanación había un grupo de espectadores que, cuenta el
evangelio, “…estaban vigilando a Jesús para ver si sanaba a ese hombre en día sábado, y poder así acusarlo de trabajar en ese
día de descanso”. (Marcos 3,2).
Así cabe la pregunta: ¿Usted ve
en el papa a un hombre de Dios a un político nada más?, porque si usted ve en
el santo Padre a un emisario de la paz como el Dalai Lama o Ghandi pues su
advertencia tendría cabida, sería decirle a un pacifista: “acá no vengas porque
acá ya hemos perdido la esperanza de cambio y los enemigos que te recibirán
están viciados”. O como usted señala: “no tienen alma”. Pero si el Santo Padre
es, que es en realidad lo que es, un emisario de Dios, un profeta que tiene en
su poder las llaves del Reino y es la cabeza visible de la Iglesia, su ida a
Colombia no es porque sea un país santo, católico o bendecido; quizás Francisco
le diría, citando a Jesús: “No he venido
a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”. (Lucas 5,32),
porque un alma negra, carente de toda luz no es sinónimo de inexistencia, es
sinónimo de enfermedad.
La superioridad moral que muchos
profesan es peligrosa, esa que evalúa
lo que otros hacen y solo disparan desde un sillón cómodo a quienes asumen su
rol profético evangelizador. Con esto no intento desestimar sus observaciones
en torno a las FARC y al gobierno colombiano que usted conocerá mejor que yo,
pero le invito a mirar al mundo como Dios lo ve, con el mismo amor del Padre
que lucha porque salvar a un hijo enfermo, perdido o en peligro de muerte
(condenación). No tenemos a un papa perfecto, pero sí tenemos todavía ocupada y
con orgullo, fruto de una promesa que no morirá, la silla de Pedro. ¡Ay de
aquellos que tienen el corazón vacío de amor!, porque “Si solo amamos a los que
nos aman, ¿qué méritos tenemos? (parafraseando a Lucas 6,32). Dios lo bendiga,
nos vemos en la oración.
Luis Tarrazzi
P/D: Escrito en respuesta a este artículo: http://www.thaniavega.co/blog/digale-a-su-santidad-senor-nuncio/